Bolívar aún tiene calzadas las botas de campaña

Un hombre, en el fondo, austero, con una inmensa capacidad de sacrificio, una gran sensibilidad y un extraordinario desprendimiento. Tenía la piel tostada por el sol de los llanos, la cabeza bien modelada y poblada de cabellos negros ensortijados. Los ojos negros penetrantes y de una movilidad eléctrica. Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del Rey ganaron en muchos combates. Así era el tal Bolívar, caraqueño, cuya espada vibrante sigue señalando el camino

____________________________________________________________

Julio Febres Cordero en “Noticia sobre esta edición”, incluido en un preámbulo a la obra de Felipe Larrazábal Simón Bolívar. Vida y escritos del Libertador, reeditado en 2008 por la Presidencia de la República, escribe: “Acaso por obra de los reformistas comenzó a desarrollarse subterráneamente el deseo de reencontrar a El Libertador, movimiento que desde 1840 apadrinan tímidamente las esferas oficiales. Isabel Alderson, al describir las exequias de El Libertador en 1842, apuntó que las gentes humildes creían que El Libertador, vivo, saldría del ataúd para dirigir nuevas luchas. Ese deseo de reencontrar al Padre de la Patria adquirió todo su vigor con el apoteósico traslado de sus restos desde Santa Marta”.

Felipe Larrazábal, nacido en Caracas en 1816, dedicó su vida a reunir el disperso material epistolar de Bolívar y a redactar una obra que describiera la personalidad del caraqueño. Larrazábal murió a los 57 años.

El presidente Hugo Chávez, en una de sus tantas alusiones a la vida y obra del Libertador, a quien llamaba “Padre Bolívar”, anunció el 15 de diciembre de 2006, en el teatro Teresa Carreño, la reedición del libro de Larrazábal.

“Bolívar, uno de los grandes sabios que parió esta tierra (…), estaba viendo este tremendo libro de Felipe Larrazábal. Vamos a hacer unas ediciones de esta obra sobre Bolívar, Vida y escritos del Libertador, muy poco conocida porque es muy cruda, y la oligarquía venezolana fue muy hábil, le negó al pueblo el conocimiento y a Bolívar lo transformaron… Muchos escritos de Bolívar no se conocieron nunca. Es ahora cuando se están conociendo…”, dijo Chávez en este extracto de sus palabras, incluido en la tapa de la obra de Larrazábal.

Febres Cordero señala que el mérito principal de la obra de Larrazábal es haber exhumado a Bolívar para mostrarlo a sus contemporáneos que no lo conocían. Abrió un camino de reivindicación histórica.

“Culpa suya no fue la de que de su trabajo se aprovechasen los logreros de la política para tallar el frío Bolívar de las estatuas…”, indica Febres Cordero, quien expresa más adelante que la obra de Larrazábal, por otra parte, “inicia un bolivarianismo inflamado”, como lo destaca Rufino Blanco Fombona, que escribió el prólogo y las notas del libro de Larrazábal.

Febres Cordero dice de Bolívar: “Su vida es permanente lección, porque en ella se contempla el venezolano tal cual hubiese querido ser, hombre de grandes virtudes humanas y cívicas, con pasiones dramáticas y grandes defectos. Un hombre, en el fondo, austero, con una inmensa capacidad de sacrificio, una gran sensibilidad, y un extraordinario desprendimiento .Y si Antonio Machado creía que mucha sangre de Caín corría por las venas de gentes labriegas, el venezolano admira más en Bolívar, quizás, que si fue duro en ocasiones sus vigilias no fueron alumbradas ni por el odio, ni por la envidia, ni por el resentimiento. Errores tuvo, dijo Montalvo, pero ni una sola bastardía”.

Tarea inconclusa

El 24 de julio de 2002 en el Panteón Nacional, el presidente Hugo Chávez habló de Bolívar, a quien en abril de ese año, con el golpe de Estado, trataron de asesinarlo, una vez más. Señaló que Bolívar aún tiene calzadas sus botas de campaña, y su espada libertadora sigue vibrando, buscando o señalando el camino.

Esta Caracas encendida de esperanza y pasión bolivariana, en esta Latinoamérica cuyos pueblos claman justicia, dos siglos después -casi- de que este hombre que aquí reposa y esta espada que aquí portamos llenaron de ilusión a los pueblos de este continente, y unieron en un solo gran Sur inolvidable, supremo, los pueblos los soldados, los curas, los niños, los jóvenes también, las mujeres y los hombres, los indios, los pardos, los negros y los blancos, los de agua y los de tierra, en un solo esfuerzo supremo para tratar de darle camino a la América, a la América del Sur, a la América Meridional, a la América Central, ¡la América caribeña!”, dijo el comandante al iniciar el acto en el Panteón Nacional.

Chávez expresó que el camino de Bolívar apenas comienza una vez más y que el compromiso de hoy es mayor que el de ayer. Expuso que hoy los pueblos de América Latina viven peor que hace 200 años. Nuevas esclavitudes cruzan el continente, pobreza, hambre, desolación y desigualdades como nunca antes.

El mejor regalo que te damos Padre”, dijo Chávez al concluir, “es haber sido capaz de defender tu nombre una vez más, de defender la herencia que nos dejas. Y juramos aquí, delante de Dios y nuestras banderas, que más que nunca continuaremos defendiendo tu nombre, cuéstenos lo que nos cueste, y estaba hablando de Martí para recordar aquellas palabras del apóstol Juan y lanzarlas desde aquí a los cuatro vientos de Venezuela y a la América bolivariana, porque Martí recogió lo que hoy sigue vibrando en todas las tierras, mares y ríos ‘Aquí está Bolívar en el cielo de América’ -escribió Martí-. ‘Vigilante y ceñudo, sentado aún en su roca de crear con el Inca al lado y un haz de banderas a los pies’, así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no hizo sin hacer está hasta hoy, porque Bolívar ahora es cuando tiene que hacer en América todavía. Vamos con él, con su bandera y con su espada”.

Dios te bendiga

Indalecio Liévano Aguirre, intelectual colombiano, autor de Bolívar, considerada una de las obras más acabadas y minuciosas sobre el Libertador, recogió en páginas memorables algunos pasajes estremecedores de la vida del héroe durante su carrera guerrera y de libertador de pueblos. Allí narra el recibimiento triunfal en Caracas luego de la Campaña Admirable.

“La entrada de Bolívar a Caracas el 4 de agosto de 1813-dice Ducoudray-Holstein- fue tan brillante como gloriosa. Las mujeres venían a coronar a su Libertador y cubrían las calles por donde debía pasar de montes de flores y de ramas de laurel y olivo. Las aclamaciones de millares de personas se mezclaban al estruendo de la artillería, a los repiques de las campañas y a los acordes de los músicos marciales. Se abrieron las prisiones, y las infortunadas víctimas de la libertad, con sus rostros pálidos y demacrados, parecían espectros que habían dejado las tumbas. Antes de la llegada de Bolívar se había preparado un carro regio y triunfal, semejante a aquellos de que se servían los cónsules romanos al regreso de una campaña gloriosa… Bolívar iba de pie en el carro, la cabeza desnuda, vestido de gran uniforme, y llevaba en la mano un bastón como insignia de mando”.

En Caracas la municipalidad, en un acta copiosamente firmada, le concedió, en el convento de San Francisco, el título de Libertador.

Otro recibimiento se le dio en Bogotá, luego del triunfo de Boyacá y la liberación de la Nueva Granada en 1819.

“El 10 de agosto de 1819”, relata Liévano Aguirre, “a eso de las cinco de la tarde, con su chaqueta militar sobre las carnes, pues en la campaña había perdido las pocas camisas de que disponía, entró en la capital del virreinato granadino, y a su paso, los curiosos primero y los entusiastas después, fueron formándole escolta que no tardó en convertirse en manifestación popular. Una señora -cuenta José S. Peña- subió a la calle de San Miguel y, al encontrar al Libertador en la esquina de la calle Florián, le cogió la pierna derecha y le dijo: ‘¡Dios te bendiga, fantasma!’. El Libertador sonrió y le extendió la mano vencedora”.

“Bolívar se dirigió a la plaza principal”, continúa Aguirre, “que hoy lleva su nombre, donde estaba situada la casa de gobierno y le esperaban los personajes más influyentes de la capital. ‘Yo estuve presente -escribió Pablo Carrasquilla-cuando llegó el Libertador a palacio. Desmontó con agilidad y subió con rapidez la escalera. Su memoria era felicísima, pues saludaba con su nombre y apellido a todas las personas que había conocido en 1814. Sus movimientos eran airosos y desenfadados…Tenía la piel tostada por el sol de los llanos, la cabeza bien modelada y poblada de cabellos negros ensortijados. Los ojos negros penetrantes, y de una movilidad eléctrica. Sus preguntas y respuestas eran rápidas, concisas, claras y lógicas. Se informaba sobre los pormenores del suplicio del doctor Camilo Torres y el de don Manuel Bernardo Alvarez. De este último dijo que él le había pronosticado en el año 14 que sería fusilado por los españoles. Su inquietud y movilidad eran extraordinarias. Cuando hablaba o preguntaba, cogía con las dos manos la solapa; cuando escuchaba a alguien, cruzaba los brazos”.

Él es la revolución

Pablo Morillo, enviado por España someter a las colonias americanas, escribió una carta al Gobierno de Madrid al enterarse de la toma de Santa Fe de Bogotá.

“El sedicioso Bolívar ha ocupado a Santa Fe y el fatal éxito de esta batalla ha puesto a su disposición todo el reino y los inmensos recursos de una país muy poblado, rico y abundante, de donde sacará cuanto necesite para continuar la guerra en estas provincias, pues los insurgentes, y menos este caudillo, no se detienen en fórmulas ni consideraciones”.

Agrega Morillo: “Esta desgraciada acción entrega a los rebeldes, además del Nuevo Reino de Granada, muchos puertos en el mar del Sur, donde acogerán sus piratas; Popayán, Quito, Pasto y todo el interior de este continente hasta el Perú quedan a la merced del que domina a Santa Fe, a quien, al mismo tiempo, se abren las casas de moneda, arsenales, fábricas de armas, talleres y cuanto poseía el rey nuestro señor en el virreinato. Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del rey ganaron en muchos combates”.

Luego de la entrevista en Santa Ana, en Trujillo, en noviembre de 1820, convencido de que no había posibilidad de entendimiento favorable a España, Morillo envía otra correspondencia a Madrid exponiendo su opinión sobre Bolívar: “Nada es comparable a la incansable actividad de este caudillo. Su arrojo y su talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza de la revolución y de la guerra; pero es cierto que tiene de su estirpe española rasgos y cualidades que le hacen muy superior a cuantos le rodean. Él es la revolución”.

Señala Indalecio Liévano Aguirre que a propuesta de Morillo ambos jefes acordaron erigir un monumento en el sitio para conmemorar la entrevista. Juntos enterraron la primera piedra.

“¡Y no supervaloraba el conde de Cartagena la importancia de aquel encuentro, porque, en Santa Ana, España terminaba con el gesto de Morillo su ciclo histórico de poder mundial, al tiempo que comenzaba con Bolívar el provenir confuso y pleno de destino de los pueblos americanos!”, asevera Liévano Aguirre.

T/ Manuel Abrizo
F/ Archivo CO
Carabobo