Bolívar inició en mayo la campaña de liberación de la Nueva Granada

El 23 de mayo de 1819, Simón Bolívar, en reunión con su Alto Mando, expone su plan de invadir la Nueva Granada a fin de liberarla del imperio español. La decisión se tomó en una aldea abandonada llamada El 70, al lado del caño del mismo nombre, ubicada en las inmediaciones del hoy municipio Muñoz, en el estado Apure. Esta fecha, con que arranca “La Campaña Libertadora de Nueva Granada”, y que por estos días de mayo arriba a su bicentenario, tiene una alta significación para los apureños, a tal punto que figura en el escudo del estado, y fue declarada como “Día del llanero apureño”.

Una vez que Bolívar expone el plan y se aprueba la decisión de liberar a la Nueva Granada, las tropas inician su marcha el 27 de mayo desde el poblado de Mantecal hacia Guasdualito, cruzan el río Arauca, entran a territorio neogranadino, atraviesan el llano inundado, remontan Los Andes. La suerte del virreinato de la Nueva Granada se decide en las batallas de Pantano de Vargas, el 25 de julio de 1819, y de Boyacá, el 7 de agosto. La campaña se extendió por 77 días, desde la partida de Mantecal.

La reunión de la aldea El 70, como hito histórico, es defendida fervorosamente por el historiador y cronista de San Fernando, Argenis Méndez Echenique, y el cronista del municipio Muñoz, Omar Viana. Echenique fue galardonado en 2018, junto a otros historiadores, con el Premio Nacional de Historia, que concede el Centro Nacional de Estudios Históricos.

En Ciudad Bolívar, sin embargo, se defiende la tesis de que fue en Angostura donde Bolívar visualiza más claramente su propósito de liberar la Nueva Granada, una vez que se concreta la conquista de Guayana. Otros historiadores y estudiosos no le dan mayor importancia a la reunión en la olvidada aldea, aunque sí valoran la importancia de la Campaña de la Nueva Granada. La marcha de Bolívar y las penurias que tuvo que sortear con su ejército ha sido narrada al detalle, basados en testimonios directos como el de Daniel Florencio O’Leary, quien acompaña la expedición.

Tanto Echenique como Viana son capaz de batirse a capa y espada con quien ose disminuir la trascendencia de El 70, y su impacto en los hechos posteriores.

Argenis Méndez Echenique refiere que, de acuerdo al informe de fray Buenaventura de Benaocaz. dirigido al rey de España en abril de 1788, el poblado se fundó en 1787 con el nombre de Nuestra Señora de los Ángeles de Setenta. Su fundador fue fray Cristóbal de Grazalema. El religioso escribe que la aldea tenía “campana, ornamento y vasos sagrados”. En la iglesia de Bruzual, la capital del municipio Muñoz, se encuentra una campana y una imagen de Nuestra Señora de los Ángeles.

Aparentemente para la fecha de la reunión histórica, ya la aldea había desaparecido, pues los misioneros la habían abandonado por mantenerse fieles al sistema colonial.

Un testimonio histórico refiere que “en una choza arruinada de la desierta aldea El Setenta, a orillas del Apure, se decidió la invasión de la Nueva Granada. No había una mesa en aquella choza ni más asiento que las calaveras de las reses que para racionar, la tropa había matado no hacía mucho tiempo, una guerrilla realista y que el sol y la lluvia habían blanqueado”. En verdad la aldea no queda “a orillas del Apure”, en referencia al río, sino un poco más adentro.

Las puertas de la gloria

Méndez Echenique, en un ensayo para el libro Discurso de Angostura, un proyecto de patria para la Venezuela del siglo XXI” (Edición Conmemorativa del Bicentenario del Discurso de Angostura, 1819-1919), escribe que “Bolívar planifica y emprende, desde el inmarcesible Apure, la Campaña de Liberación de Nueva Granada, que culminó en los decisivos laureles de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Esa victoria le abrió las puertas de la gloria al Libertador. De aquí que los llaneros apureños consideren siempre que la cuna de la libertad suramericana estuvo en sus sabanas”.

Agrega que “en la Asamblea realizada en la aldea de Setenta, cercana a Mantecal, el 23 de Mayo de 1819, con asistencia de personeros de diferentes confines de la naciente patria, Bolívar decidió realizar la mencionada campaña de Nueva Granada, que, contra todos los pronósticos, fue el inicio de un periplo libertario que culminó cinco años más tarde en Ayacucho. Tres días después, antes de partir de Mantecal, envía El Libertador un Informe al vicepresidente de la República, asentado en Angostura: Por fin, después de las serias meditaciones, habiendo consultado antes a los Jefes del Ejército, me he determinado a ejecutar la más importante operación que en nuestro presente estado puede emplearse…”.

Más adelante el historiador apureño indica que “El texto “…en la desierta aldea de Setenta se decidió el destino de América”, con todo orgullo patriótico reza en el escudo de armas regional apureño, diseñado en 1932 (concurso) por el artista plástico sanfernandino, formado en Caracas y París, Francisco Fernández Rodríguez). De aquí que en nuestra entidad territorial, no por capricho, se tome esa glorioso fecha, el 23 de Mayo, como Día del Llanero Apureño.

En la reunión estuvieron presentes, entre otros, José Antonio Anzoátegui, Pedro León Torres, Carlos Soublette, Pedro Briceño Méndez, Antonio Rangel, Guillermo Iribarren, Ambrosio Plaza y Manuel Manrique.

De El Setenta, ubicado a unos 50 minutos de las orillas del río Apure, no quedan ya vestigios. Dice Argenis Méndez Echenique que el territorio fue tomado por “terrófagos y latifundistas extranjeros”. No quedó allí ni siquiera un monumento sencillo alusivo a la famosa junta en ese suelo realizada.

El mar de tu balcón

El recorrido hacia Nueva Granada se hizo a costa de grandes sacrificios y penurias. Muchos de nuestros soldados perecieron en el trayecto afectados por el intenso frío de Los Andes y las enfermedades.

Entre la tropa llanera se menciona a Juan José Rondón, a quien Bolívar le atribuye la honra de la victoria en la batalla de Pantano de Vargas, además, estaban Leonardo Infante, Lucas Carvajal y Guillermo Iribarren, que había desertado en junio del bando realista.

Augusto Mijares en su libro El Libertador, relata que las operaciones del ejército en aquellos días tenían una movilidad extraordinaria. Incluye una carta que el general Anzoátegui le escribe a su esposa, que había dejado en Cumaná.

“Dejamos Angostura en marzo y fuimos al Apure en donde no estuvimos un solo día en un mismo campamento: solo en Rincón Hondo estuvimos algunos días después de la proeza de Páez en Las Queseras. El 14 de mayo dejamos esa población y llegamos el 21 al Mantecal; de allí retrogradamos el 25 a Guasdualito, para hacer creer a Morillo que íbamos sobre Barinas. El 2 de junio salimos de Guasdualito y llegamos el 5 al río Arauca ¡Figurarse lo que fueron esos tres días caminando por entre el agua, nadando a trechos, será cosa imposible! Los llanos estaban inundados; parecían un mar literalmente, como ese que ves tú desde tu balcón; había que vadear y pasar a mano los ríos, los caños y los esteros; y sobre todo el Cachicamo que tiene como dos leguas”.

Mijares describe al Bolívar de aquellos años con sentidas palabras.

“La campaña de El Libertador en 1819”, señala el historiador, “tiene la apariencia, es verdad, de un salto prodigioso, análogo a los de César o Napoleón cuando ascendían, y la victoria de Boyacá parece, así mismo, un golpe de garra semejante a los de aquellos genios militares; pero su verdadero sentido, lo más fascinante de ella, está en aquellos largos años de prueba, de sufrimiento y de coraje que la precedieron. Y que son también los que identifican plenamente a Bolívar con los soldados cuyas penalidades compartía. Que él no era sino uno de ellos, y que él y ellos corrían arrebatados por un mismo destino a realizar la independencia de América, es una convicción que repite numerosísimas veces. Profundamente sumergido en lo colectivo, aquel Federico es sobre todo, y solo quiere ser, un criollo americano”.

Indica Mijares que desde la salida de Mantecal las tropas habían caminado 600 kilómetros para llegar a Pore, y extenuadas, hambrientas y desnudas, teniendo que suplir los soldados a las acémilas que habían perecido, y diezmado todos los cuerpos por aquellas increíbles privaciones, el triunfo de Paya provocó por reacción en ellas un clamoroso entusiasmo.

“Bolívar, que ya no podía ocultar al enemigo sus intenciones, dirigió entonces a los granadinos una proclama, anunciándoles el auxilio que les traían sus “hermanos de Venezuela” y llamándolos a sacudir el yugo de sus opresores. Como lo venía haciendo desde 1817, reiteró su propósito de terminar la guerra a muerte y de acoger con benevolencia a los que habían sido “más bien las víctimas que los instrumentos de los tiranos”. “Para nosotros-concluía. No habrá más culpables que los tiranos españoles, y ni aun estos perecerán, si no es en el campo de batalla”.

A los habitantes de Nueva Granada

Granadinos: En Ejército de Venezuela, reunido a los bravos de Casanare a las órdenes del general Santander, marcha libertaros. Los gemidos que os ha arrancado la tiranía Española han herido los oídos de vuestros hermanos de Venezuela, que después de haber sacudido el yugo de nuestros comunes opresores ha pensado en haceros participar de su libertad. De más remotos climas una Legión Británica ha dejado la Patria de la gloria por adquirirse el renombre de Salvadores de la América. En vuestro seno, Granadinos, tenéis ya este ejercito de amigos y bienhechores, y el Dios que protege siempre afligido, concederá el triunfo a sus armas redentoras.

Granadinos: Vosotros en los años pasados sucumbísteis bajo el poder de aquellos aguerridos tiranos que os envió Fernando VII con el feroz Morillo. Este mismo formidable ejército, destruido por nuestros triunfos, yace en Venezuela; vosotros solos sostenéis la crueldad de vuestros tiranos; pero vosotros sois granadinos, sois patriotas, sois justos; vosotros volveréis pues contra los españoles esas armas de maldición que os habían confiado para que fuéseis vuestros propios verdugos.

Granadinos: El ejército libertador está convencido de vuestros sentimientos liberales: sabe que vosotros habéis sido más bien las víctimas que los instrumentos de los tiranos. No temáis pues nada de los que vienen a derramar su sangre por constituiros en una nación libre e independiente. Los granadinos son inocentes a los ojos del ejército libertador, del Congreso y del Presidente de la República. Para nosotros no habrá más culpables que los tiranos Españoles, y ni aún éstos perecerán sino en el campo de batalla.

Bolívar

(Correo del Orinoco, edición del 21 de agosto de 1819)

T/ Manuel Abrizo
F/ Archivo CO