Bolívar y sus soldados remontan el páramo de Pisba

El 22 de junio Bolívar y su contingente militar inician el ascenso de la cordillera de los Andes colombianos, en un proeza llena de calamidades y dificultades que la ubican entre las más destacadas de la campaña libertadora. Muchos perecieron por el intenso frío y el soroche y casi toda la caballería murió en el trayecto. La flagelación fue practicada con éxito para reanimar la piel

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El Paso de los Andes, según innumerables referencias históricas, fue un movimiento militar de gran valor estratégico durante la campaña de independencia de la Nueva Granada (actual Colombia) de 1819mediante el cual el ejército independentista al mando de Simón Bolívar remontó la cordillera de los Andes, específicamente la rama oriental de los Andes colombianos, para liberar a la Nueva Granada del dominio español. Es considerada una de sus acciones militares más destacadas y toda una hazaña para los medios técnicos de la época.​

En junio de 1819, el ejército de Bolívar se dirigía hacia la provincia de Tunja (actual departamento de Boyacá), donde se encontraba el ejército realista al mando de José María Barreiro. En Tame, Bolívar tenía tres opciones para marchar sobre la ciudad de Tunja: la primera por la salina de Chita (el camino más corto y cómodo para la tropa, pero también el más custodiado por las tropas realistas debido a la amenaza que representaba Santander desde los llanos orientales), la segunda por Labranzagrande (para llegar a Sogamoso, donde se hallaba el cuartel realista) y la tercera por el páramo de Pisba (el camino más inhóspito, pero sin vigilancia española).

Decidió Bolívar tomar el camino del páramo de Pisba, e inició el ascenso a la cordillera el 22 de junio de 1819. La mayoría de los soldados, procedentes de los llanos de Venezuela y Colombia, no estaban aclimatados ni correctamente equipados con prendas para el frío y llevaron la peor parte. Algunos murieron en el camino, lo mismo que los caballos del ejército. Parque y provisiones debieron de ser abandonados por falta de animales para acarrearlos. El 5 de julio, arribó la vanguardia a la población de Socha; Bolívar lo hizo al día siguiente con el grueso del ejército y cumplió así la azarosa travesía.

La ruta elegida causó la pérdida de cientos de soldados y animales por el denominado “soroche” o mal de páramo, pero al mismo tiempo midió la fuerza y la bravura con la que los sobrevivientes finalizaron el recorrido hasta llegar al altiplano boyacense, donde finalmente se liberó al actual pueblo colombiano.

Ejército de pordioseros

En enero de este año, el diario colombiano El Espectador publicó un objetivo reportaje titulado “2019, bicentenario de la Independencia: el épico año de 1819”. Allí se refieren al Congreso de Angostura, a la visita de Bolívar a los llanos apureños, mencionan la hazaña de las Queseras del Medio y luego a la campaña de Nueva Granada, la travesía por los llanos, el Paso de los Andes, las batallas de Pantano de Vargas y Boyacá, con las que el territorio neogranadino queda liberado de España.

“Hace dos siglos, Venezuela y la Nueva Granada se unieron para lograr una victoria histórica: la independencia de España. Un sueño llamado la Gran Colombia, cuya memoria debe prevalecer sobre quienes prefieren seguir agitando equivocados clarines de guerra”, señala el diario colombiano en el primer párrafo del trabajo periodístico.

La campaña libertadora se inicia en mayo de 1819, cuando la tropa parte de Mantecal.

“El 26 de mayo, 2.186 hombres armados de bayonetas y fusiles partieron hacia Guasdualito, acompañados por “las juanas”, centenares de mujeres que oficiaban como enfermeras o acompañantes de sus hombres. En doble jornada, el 4 de junio atravesaron el río Arauca y entraron al Casanare. Una semana después, Bolívar y Santander se encontraron en Tame. En medio del inclemente invierno se fusionaron los ejércitos y el contingente de llaneros, acostumbrados a domar caballos salvajes, se enfrentaban ahora a la naturaleza”.

Por el camino de Pore y Paya, a finales de junio empezó el heroico ascenso al páramo de Pisba. Después de una travesía sobre espesos pantanos, el desafío fueron los riscos, el frío extremo, los desfiladeros, y nada más que musgo y liquen para alimentar a los caballos y bueyes. Algunos llaneros desertaron, otros murieron. A alturas superiores a los 4.000 metros, en un camino repleto de cruces anónimas y calaveras de hombres y animales que pagaron tributo al reto de atravesar la cordillera, el viento helado y el hambre cobraron muchas vidas.

Como lo narra el periodista y escritor Héctor Muñoz Bustamante en su obra Diario de la Independencia, “el camino quedó regado de cadáveres”. Todas las bestias de carga se perdieron, lo mismo que parte de la munición. Pero el 3 de julio, en el trayecto entre Pisba y Pueblo Viejo, la compañera de un soldado entró en dolores de parto y se produjo el milagro. Acostada en la incipiente yerba, dio a luz a un niño que fue envuelto en camisas rotas. Tres días después, el “ejército de pordioseros”, como lo llamaba Barreiro, llegó a Socha.

La nota de El Espectador, en lo que se refiere al Paso de los Andes, concluye con el arribo a Socha.

“Asistidos por el cura y el alcalde del pueblo, además de alimento y descanso, el ejército libertador recibió 18 cargas de ropa. Bolívar estableció un hospital de paso y una armería para reorganizar el avance. No muy lejos, en Tasco, arribaron las tropas del español Barreiro y, tras hacer prisioneros, ejecutaron a 38 patriotas. Espalda contra espalda y desnudos fueron atados por parejas. Hasta Juana Escobar, una mujer que protestó por la acción, fue incluida en la masacre. A lanzazos fueron asesinados. Sus cuerpos quedaron tirados en un corral.

La noche horrible

A Daniel Florencio O’Leary, edecán de Bolívar, se le atribuye la descripción más detallada y mejor contada de aquella acometida por Bolívar y su ejército de soldados y mujeres. O’ Leary hizo la travesía.

Augusto Mijares incluye la narración de O’Leary en su biografía sobre Bolívar El Libertador.

“… Tarde de la noche llegó el ejército al pie del páramo de Pisba y acampó allí; noche horrible aquella pues fue imposible mantener lumbre por no haber en el contorno habitaciones de ninguna especie y porque la llovizna constante acompañada de granizo y de un viento helado y perenne, apagaba las fogatas que se intentaban hacer raso, tan pronto como se encendían. Como las tropas estaban casi desnudas y la mayor parte de ella eran naturales de los ardientes llanos de Venezuela, es más fácil concebir que describir sus crueles padecimientos. Al siguiente día franquearon el páramos mismo, lúgubre e inhospitalario desierto, desprovisto de toda vegetación a causa de su altura. El efecto del aire frío y penetrante fue fatal en aquel día para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente enfermos muchos de ellos y a los pocos minutos expiraban. La flagelación se empleó con buen éxito en algunos casos para reanimar a los emparamados y así logró salvarse un coronel de caballería. Durante la marcha de este día, me llamó la atención un grupo de soldados que se había detenido cerca del sitio donde me había sentado abrumado de fatiga, y viéndoles afanados pregunté a uno de ellos qué ocurría. Contestóme que la mujer de un soldado del batallón Rifles estaba con los dolores de parto. A la mañana siguiente vi a la misma mujer con el recién nacido en los brazos y aparentemente en la mejor salud, marchando a la retaguardia del batallón. Después del parto había andado dos leguas por uno de los peores caminos de aquel escabroso terreno. Cien hombres habrían bastado para destruir al ejército patriota en la travesía de este páramo. En la macha era imposible mantener juntos a los soldados, pues aun los oficiales mismos apenas podían sufrir las fatigas del camino, ni menos atender a la tropa. Aquella noche fue más horrible que las anteriores, y aunque el campamento estaba más abrigado y era menos frecuente la lluvia, perecieron muchos soldados a causa de sus sufrimientos y privaciones. A medida que las partidas de diez o veinte hombres descendían juntos el páramo, el Presidente (Bolívar) les felicitaba por el próximo termino de la campaña, diciéndoles que ya habían vencido los mayores obstáculos de la marcha”.

T/ Manuel Abrizo
I/ Archivo CO
Caracas