Por Marcelo Barros|La buena nueva de la Navidad (Opinión)

«Hoy, para nosotros, brilló una luz. Hoy nació el Liberador, el Cristo Jesús». En cada noche de Navidad las comunidades cristianas cantan palabras como esas para expresar la alegría de esa fiesta. De hecho, aunque la electricidad y el dominio de la técnica han cambiado mucho la realidad, la oscuridad sigue provocando miedo y inseguridad. Lo mismo en nuestras grandes ciudades, las personas evitan salir en la noche por los riesgos de la violencia urbana. Mas una vez, hoy, en las celebraciones de la noche de Navidad, las comunidades cristianas escuchan la profecía de Isaías, a través de lo cual Dios prometía: «Todo calzado del guerrero en el tumulto de la batalla y manto manchado en sangre, todo esto será quemado. Servirá como pasto del fuego» (Is 9, 5).

Solo hay sentido en celebrar la Navidad si mantenemos esa esperanza: toda violencia y opresión serán vencidas. La paz y la justicia podrán establecerse. Pero, ¿cómo ese milagro puede darse desde el llanto de un niño recién-nacido? Como en la primera Navidad, ocurrió con los pastores de Belén, somos invitadas e invitados a, mismo en medio de la noche oscura de nuestras sociedades injustas y opresivas, oír el anuncio de los mensajeros divinos que anuncian la presencia de Dios en nuestras vidas y la paz. Pero, hay un reto exigente: tendremos también nosotros que reconocer esa novedad provocada por el Espíritu en una situación que parece opuesta: una pareja de refugiados con su hijito sin casa y sin ningún derecho en ese mundo.

Hoy la gruta de Belén si ha ampliado. Ahora es todo el planeta Tierra. Y debemos reconocer la presencia de Jesús en toda persona humana, especialmente en la mujer y el hombre que buscan un nuevo mundo posible. Como, en los años 70, cantaba Mercedes Sosa, en «Canción de cuna navideña”: «Allá, en un pesebre, dicen que nació un niñito rubio, rubio como el Sol. Dicen que es muy pobre, pobre como tú, destino de pobre, destino de pobre, destino de cruz…»

Hoy «ese niño que nos fue dado» para que cuidemos es la presencia humanizada de Dios en nuestros corazones. Sin embargo, es también la novedad que el Espíritu tiene abierto en nuestros países para seguir la construcción de la Patria Grande. Es la utopía que, con todas las contradicciones, vamos construyendo en América Latina y Caribe.

Como en la época del niño Jesús, esa «Navidad» sigue amenazada y perseguida por los Herodes y por los imperios de hoy. Lo mismo así, creyentes de todas las tradiciones espirituales y no creyentes, podemos juntas y juntos celebrar y hacer posible esa nueva y feliz Navidad para nosotros y para el mundo.

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