En el año 1977 el reconocido cineasta sueco Ingmar Bergman dirigió la famosa película denominada El huevo de la serpiente (Ormens ägg) la cual fue ambientada en el Berlín de los años 20. El huevo de la serpiente constituyó una importante metáfora en referencia al proceso que condujo a la aniquilación de la democracia alemana y su progresiva sustitución por un régimen totalitario fascista a partir de 1920.
La metáfora del huevo de la serpiente hace referencia a que cuando están en la etapa de gestación, las serpientes pueden ser vistas a través de la cáscara transparente del huevo. Lo que se observa es un diminuto e insignificante ser, que puede incluso considerarse indefenso y nada peligroso. Por esa razón nadie se atreve a impedir su nacimiento. Pero cuando la criatura sale del huevo y comienza a desarrollar sus instintos, el proceso que genera no para hasta que la destrucción es total, siendo en ese momento demasiado tarde para hacer algo.
Esta imagen de la serpiente incubando nos entrega una excelente analogía de lo que hoy representa para nuestra democracia el vil elemento del burocratismo instalado en las instituciones públicas. La historia ha demostrado como la pasividad o alcahuetería ante semejante tara estructural culmina desmoronando la propia democracia.
Para acabar con el burocratismo que amenaza la Revolución Bolivariana es imprescindible que, al igual que con la serpiente, la erradicación sea contundente. Las prácticas cotidianas de estas “mapanares de escritorio” que anidan en oficinas y ministerios, entorpecen la gestión pública logrando en definitiva degradar la credibilidad de nuestra Revolución. Lamentable es decir que estas serpientes han roto el cascarón hace varias décadas y perduran con fuerza, por lo que la tarea se hace más prioritaria. Ya nos advertía el comandante Hugo Chávez, que debíamos evitar en los cargos de dirección, en las gerencias y en los “puestos claves” de las empresas y organismos del Estado a sujetos no aptos ni comprometidos políticamente con la construcción del socialismo.
Dos tareas debemos asumir pues en esta etapa: una, la formación profunda de cuadros técnicos y políticos para la defensa e impulso de los procesos transformadores por encima de cualquier alcabala tecnocrática o seudolegalista. Y la otra, desenmascarar y execrar el parasitismo burocrático que asesina y envenena la Revolución desde adentro. Ya es hora de cortar la culebra por la cabeza.