De trova y prosa: Por Freddy Fernández|Camino al chavismo (Opinión)

A diferencia de casi todos los testimonios chavistas de estos días, aquel 4 de febrero de 1992 me pareció una locura. Desde varios ángulos me habían invitado a reuniones y preparativos para participar en el inminente golpe de Estado. No asistí a ninguna. Mi formación de entonces, profundamente antimilitarista, no me permitía sentir ningún entusiasmo por esa perspectiva.

Al gobierno de Carlos Andrés Pérez ya no lo defendía nadie, ni siquiera los adecos, quienes de hecho poco después lo defenestraron.

Asimilar el discurso de Hugo Chávez fue en mí un proceso de varios años. En medio de la rápida metástasis de la Venezuela del puntofijismo, las piezas del rompecabezas político parecieron desordenarse. Rafael Caldera rompió con el partido que había fundado y ante mi perplejidad, recibió el apoyo de la izquierda, la que olvidó de pronto que su candidato era aquel hombre que apoyó a Franco, a Hitler y a Mussolini, y el mismo que había allanado la UCV en su primer mandato. La derecha apostó por otro socialcristiano.

El chavismo era ya un sentimiento popular imparable. Las piezas del puntofijismo no se estaban desordenando, todo lo contrario, se habían ordenado para tratar de salvar al sistema. La acción de Chávez los había desenmascarado a todos y ahora resultaba evidente que con pocas excepciones, la oposición venezolana había sido una de las patas que sostenía el viejo tinglado.

Con Chávez regresó el heroísmo libertador, el entusiasmo por la Patria no solo por sus símbolos, sino por su capacidad de ser justa para todos, y la conciencia de una Fuerza Armada conformada por el pueblo.

Ya en 1996 o 1997, me cansé de explicar que apoyaba a Chávez pero que no era chavista. Mi formación marxista y, sobre todo, mi soberbia me dictaban que mi proyecto político iban mas allá del sueño del chavismo. Todos me decían al final que yo era chavista, así que dejé de intentarlo.

Quizá el hecho de no tener que buscar esa explicación me permitió derrotar mis propios prejuicios y descubrir que el pensamiento de Chávez constituía una síntesis creativa de lo mejor de las corrientes patrióticas y políticas de nuestra región, adaptadas a las condiciones y a las tareas del momento político que vivimos hoy.

El brillo de ese 4 de febrero nos deslumbró a todos. Su momento es éste, son sus tareas, sus propósitos, los que deben ocuparnos.

@filoyborde