Canoabo se suma al boom del chocolate

Una unidad productiva familiar y la hacienda San Cayetano han logrado consolidar una producción estable de chocolates, bombones y derivados, con lo cual ha vuelto a repuntar este vegetal en la zona. El Chocolate Valle Canoabo ya acumula en su haber un premio en Francia. La unidad productiva abrió una tiendita en el pueblo

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Elizabeth Vera observa que en estos años ha habido un repunte del chocolate; la gente lo está consumiendo más. De allí que hayan decidido montar una pequeña tiendita en Canoabo, en donde ofrece toda su variada gama de chocolates oscuros que prepara en su casa de Canoabito. Es la primera tienda chocolatera que se instala en el pueblo en muchos años, y que conste que el cacao de Canoabo tuvo su época de esplendor en la Colonia y años posteriores, hasta que la producción se vino abajo en el siglo XX.

En las viejas haciendas, ya bien avanzado el siglo, el cacao fue desplazado por los cítricos, el plátano, la ganadería, las granjas avícolas. En Canoabito, don Viviano Vargas, un campesino talentoso y creativo, descubrió que dar forma a los palos del monte, tallando santos, animalitos y pesebres, era más rentable que la agricultura, y se dedicó de lleno a ese oficio, así que sus hijos y nietos lo imitaron haciendo del barrio un centro artesanal.

Refiriéndose al cacao canoabero, anteriores crónicas recogidas en el Correo del Orinoco, señalan que en las últimas décadas del siglo XX ya el cacao, que estaba entre los más prestigiosos del país, era apenas un recuerdo grato entre los abuelos y los más viejos del pueblo. Sin embargo, la planta no se extinguió del todo.

De aquel Canoabo cacaotero de principios del siglo XX quedan también los recuerdos del poeta Vicente Gerbasi, nacido en Canoabo en 1913, hijo de inmigrantes italianos y considerado una de las voces más hondas de la poesía venezolana. En muchos de sus poemas, Gerbasi alude a este fruto de su pueblo natal.

“Así mi aldea está rodeada de plantaciones de cacao”, “Los sentidos brillaban en los frutos morados del cacao”, indicó Gerbasi.

Otro poeta, Pedro Francisco Lizardo, nacido en Bejuma, capital del municipio del mismo nombre que acoge a la parroquia Canoabo, escribió: “Se dice que Canoabo es una palabra morada olorosa a cacao, un camino de café hacia el sol, una postal azul de remotas y dóciles montañas”.

La pequeña tienda de doña Vera y familia está ubicada en una casa ubicada en la avenida Bolívar, frente a la posada La Ideal. Allí está su hija Francielys Aponte atendiendo el negocio que por ahora dispone de una mesa y sobre ella una vasija con una torta adentro y un estante de madera con distintos tamaños de chocolates en barras y en polvo.

Sobre el posicionamiento de los chocolates y otros derivados y preparados en combinación con frutas, doña Vera asegura que “nos ha ido bien y ahorita mejor”. Explica que elaboran ocho productos, entre ellos las tradicionales barritas, chocolate en polvo, tortas y deliciosos preparados o mermeladas de cacao combinado con frutas.

“Sacamos de un kilo, medio kilo, cien gramos, 60 gramos. Todo es cien por ciento cacao, pero tenemos un chocolate dulce. Le echamos unas cositas, maní, la raspadura de la naranja, que nos queda bien buena. Del limón, hacemos varios saborcitos. Tenemos un preparado para que la gente unte los pancitos”, explica Elizabeth Vera, quien asevera que el chocolate está de moda.

La mujer cuenta que en esto del cacao y el chocolate tienen como ocho años. Se iniciaron con una pequeña empresa llamada Cooperativa La Flor de Canoabo, impulsada y financiada por Fundacite y el soporte de equipos artesanales. Por aquella fecha, Fundacite elaboró un programa a través de su Unidad Territorial Carabobo y la Red Socialista de Innovación Productiva Cacao-Bejuma, que contemplaba el “restablecimiento del cultivo de cacao a través de la capacitación, asistencia técnica y transferencia tecnológica en la parroquia Canoabo”. En el objetivo se plantea capacitar a los productores sobre el manejo agronómico del cultivo de cacao, desde el vivero hasta la postcosecha, así como en la generación de derivados que permitan dar valor agregado al producto.

La cooperativa de doña Vera se disolvió, pero quedaron los equipos artesanales. Con ellos montaron entonces una unidad productiva familiar integrada por ella y su esposo, su hija y el marido y una nieta.

“El cacao se lo compramos a un señor por aquí mismo en Canoabito. El nos lo vende ya seco, trillado, o sea, la almendra. Nosotros la tostamos, la procesamos y sacamos los derivados”, confiesa doña Vera, quien en este tiempo ha visto cómo poco a poco se ha ido consolidando la pequeña empresa artesanal, iniciada con una ilusión.

“Le voy a buscar un juguito de guayaba y llévese este obsequio para para que pruebe nuestro chocolate”, señala, mientras entrega una barrita de diez cuadritos y dos pequeñas piezas con forma de corazón.

San Cayetano

En la hacienda San Cayetano, comprada hace unos 14 años por Luis Morales, se elabora el ya famoso chocolate Valle Canoabo, premiado hace unos tres años en un certamen en Francia: quedó entre los diez mejores.

San Cayetano es propiedad de Luis Morales, un chileno ingeniero industrial que llegó a Venezuela en 1977 contratado por el núcleo del estado Trujillo de la Universidad de los Andes. Morales, quien buscaba un lugar para el retiro luego de su jubilación, estuvo deambulando por el estado Carabobo preguntando por un terreno propicio, hasta que dio con la finca ubicada en la entrada de Canoabito, por la primera calle a mano izquierda, después de pasar el puente sobre el río.

Inicialmente deseaba convertirse en un productor más de cacao. Entonces pensó que si tenía el cacao, ¿por qué no procesarlo?

“El comenzó con un molinito marca Corona”, indica Mariana Jiménez, una joven graduada de ingeniera de alimentos en la Universidad Simón Rodríguez, núcleo Canoabo, y quien dirige el proceso productivo en la chocolatera de la hacienda San Cayetano.

La chocolatera arrancó hace unos cuatro años cuando Luis Morales adquirió dos pequeñas máquinas de fabricación española, la refinadora-conchadora y la temperadora-moldeadora, las cuales, junto a otras tres de marca venezolana (la descarilladora, el molino y la tostadora) que le permitieron inaugurar su propia chocolatería artesanal, y proyectaba montar una tienda. Esta tienda hoy es ya es una realidad, así como los recorridos de fines de semana por la hacienda en los que se les explica a los turistas todo el proceso de hechura del chocolate, desde el manejo de la plantación, la cosecha del fruto, el procesamiento de la nuez o semilla a través del secado, tostado, molienda y elaboración del chocolate, según explica Mariana Jiménez.

Luis Morales incorporó como socio a su hijo Rodrigo Morales, quien mayormente se encarga del proceso una vez que la nuez del fruto queda lista para su transformación en “licor de cacao” en las salas dispuestas para el procesamiento, moldeado y empaquetado.

Impregnado del bosque

En un recorrido por la plantación, Mariana Jiménez comenta que en la matas de cambures se encuentra un pequeño animalito que es el que poliniza al cacao y que la nuez o grano, según cuentan los campesinos, se impregna de todos los olores de las plantas y árboles del bosque, pero esa exquisita divinidad solo es apreciada por iniciados y expertos.

“Estamos produciendo distintos tipo de barras”, detalla la joven. “Tenemos las tradicionales, que son los chocolates 60 y 70 por ciento de cacao, con las que comenzó la empresa; son un chocolate oscuro. Hemos ido innovando con otros tipos de chocolates, como el chocolate blanco. Tenemos chocolates 70 por ciento con adición de nuez de macadamia, otro caramelizado de cacao, nis es el cacao tostado, al que se le coloca azúcar y eso lo añadimos a una barra de chocolate. Queda con una sensación crujiente y es bastante agradable. Es uno de los productos nuevos que tenemos ahorita, aparte la línea de los bombones que ha crecido en estos últimos tiempos. Tenemos 24 sabores distintos, desde frutos cítricos, frutos secos, los de licor. Tenemos especias, unas peculiares como ají picante, tamarindo con ají picante, jengibre. Hay para complacer todo tipo de gustos. Nuestros productos no contienen aditivos químicos ni exceso de azúcar que dañan la salud”.

-¿Y aquellas botellas que están los estantes?

-Es un fermentado de cacao, es como un licor parecido a un vino. Cuando el cacao en baba es llevado a los cajones de fermentación suelta como un líquido, exudado. Ese líquido lo recogemos, lo acondicionamos y a partir de eso elaboramos una nueva fermentación, le agregamos azúcar, levadura y producimos ese alcohol de 7 grados. Lo hacemos con cacao y también con tamarindo chino.

Dice Mariana que generalmente se cosecha todo el año, pero hay dos temporadas fuertes, una es la sanjuanera, en junio y julio, y la decembrina, entre noviembre y diciembre.

“En esas épocas sacamos hasta 1.000 o 1.500 kilos de cacao en baba. Todo eso lo pasamos por un proceso de fermentación, de secado, y luego lo almacenamos para ser usado en la producción de chocolate. Posteriormente hacemos el proceso de tostado, descascarillado. Tenemos un nuevo equipo refinador con el cual nos ha ido bastante bien. Es con el que trabajamos ahorita. Estamos produciendo un aproximado de ocho mil barras al mes. Cada barra tiene 50 gramos”, asienta.

El Chocolate Valle Canoabo y las otras variedades se expenden, además del local en la hacienda, en una tienda propia ubicada en el Centro Comercial La Chimenea, en El Trigal, Valencia. También se distribuye en la red Farmatodo y en supermercados en Caracas y Valencia.

“Ahora se están retomando muchos proyectos. Parte del trabajo de la chocolatera está en incentivar a los nuevos productores a que retomen las viejas plantaciones, recuperar las que ya están. Tengo conocimiento de tres fincas: la hacienda de los Vellera, la de Arturo Faraco y la de César Robles. Nosotros tenemos un vivero, les damos plantas a las personas. Hay una asociación que se llama Aproca (Asociacion de Productores de Cacao Canoabo) a la cual pertenecemos, junto con otros más pequeños. La finca está abierta los fines de semana a los visitantes y turistas. Se hace un recorrido que termina con un disfrute de chocolate”, señala Mariana.

-¿Se puede hablar de un boom en la zona?

-Creo que sí, por todas partes están sembrando.

T/ Manuel Abrizo
F/ CO
Caracas