Carola Chávez está segura de algo: su vida no fue ni será la misma luego de haber compartido con el Comandante Chávez toda la campaña electoral que lo llevó a la reelección el pasado 7 de octubre de 2012.
“Chávez cambióa mi vida como se la cambio a todos”, sentenció la escritora en un conversatorio en la Feria del Libro de Caracas, donde habló de los entretelones de su libro En campaña con Chávez (inicialmente titulado En campañía de Chávez). Un texto que nació en el día a día de la carrera por los votos y que, a manera de crónicas, destaca los encuentros del líder de la Revolución con su pueblo.
Su trabajo consistió en hacer visible el hilo conductor entre el Chávez humano, el que recorrió el país, y su pueblo. Describir “lo que la gente le decía al Comandante y lo que él le contestaba. Contar sobre esa relación única e indeleble que solo un hombre como el comandante podía lograr”.
En opinión de la humorista, una de las cosas que le impactó a las venezolanas y a los venezolanos fue la manera en que el Presidente llevó su enfermedad. “Él era tan grande que agarro todo ese dolor y lo transformó para hacernos reír. Él era el que nos animaba a todos”, expresó.
EL PORQUE DE UN AMOR
La escritora se dio a la tarea de explicar el porqué del afecto del pueblo por su Comandante. Para iluminar el asunto, puso como ejemplo la historia en la que un grupo de mujeres de Sabaneta le gritaban que lo amaban. Les preguntó el porqué de ese sentimiento, la miraron como si ella “fuera una marciana” y le respondieron: “¿Y te parece poco lo que ha hecho Chávez? Aquí en Sabaneta tenemos de todo, mira a mis hijas, ahora tienen su casa, tenemos Mercal, Pdval, Barrio Adentro, la tomatera, colegio. Esto antes no era así, las calles eran de tierra, abandonado… Hasta yo soy graduada de ingeniera agroindustrial de la Misión Sucre”.
LA PRIMERA VEZ
La cercanía de la autora con Chávez va más allá del apellido. La primera aproximación llegó un domingo, dos años antes de que se escribieran las crónicas. Se encontraba compartiendo con su familia, su mamá incluida, sonó el teléfono, lo tomó, y le dijeron: “Carola, mantén la línea desocupada que te va a llamar el Presidente”.
“Pensaba que era un mamador de gallo, y se lo dije a mi familia, me llamaron para decirme que Chávez me iba a llamar. Enseguida mi mamá se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar. Y resulta que el mamador de gallo era Andrés Izarra” (en ese momento, ministro de comunicación e información).
Cuando la vuelven a llamar, pero esta vez desde Miraflores, para informarle que la iban a comunicar con La Habana, Chávez se realizba exámenes médicos, “ las piernas se le volvieron gelatina”, y se recostó de la pared justo antes de que una voz desde el otro lado del Caribe le dijera: “Mi Carola”.
Eran los días previos a aquella transmisión desde la isla en la que el Comandante hizo pública su dolencia. Para ese momento, las venezolanas y los venezolanos tenían siete días sin saber de su Presidente, algo insólito para alguien que los había acostumbrado a su presencia permanentemente en los últimos 13 años.
La llamada fue para felicitarla por el premio Aquiles Nazoa con el que había sido honrada. Ese día, animada por Izarra, tuiteó su experiencia, lo que generó un gran alborotó en la red social y fue contactada inmediatamente por Telesur, VTV, las amigas, los amigos, entre ellos, los Robertos.
HUMOR VS HUMOR
En otra ocasión estaba presentando el libro Humor Con Amor se Paga junto a los Roberto y Earle Herrera. Un texto que, apuntó, se ideó como una forma de retribuirle al Comandante toda la alergia que el generaba.
“Estábamos en el Teresa Carreño en la presentación de la obra, y llamó Chávez, Luego de saludarlos a todos, dijo: Mi Carola esta mañana me levanté y salí a caminar, subí la montañita, y el sol, los pájaros, y luego baje la montañita, y me sentía muy bien, después me di una ducha, rapidito porque hay que ahorrar agua, y cuando me estoy enjabonando, ¿adivina qué, Carola?, me están saliendo pelos”.
Recordó que en ese momento estaban en cadena nacional de radio y televisión y se tuvo que “morder la lengua” para no preguntar, “¿dónde Presidente?”.
LA INVITACIÓN
La participación de Carola Chávez en la campaña presidencial de 2012 comenzó a medianoche. Estaba profunda dormida, cuando sonó su teléfono y en la pantalla del aparato decía otra vez “Andrés Izarra”.
“Andrés me dijo: Carola él jefe quiere que te vengas a escribir las crónicas de la campaña. Y yo le respondí: ¿Hasta cuándo? Y el contestó: Hasta las elecciones. Era finales de agosto y las elecciones eran el 7 de octubre”
Recordó que una de sus hijas comenzaba el primer grado en septiembre y cumplía años el mismo mes, al igual que su esposo, y a la otra se lo celebrarían en octubre. Por lo que le respondió al ministro que no podía acceder a la invitación.
“Luego de consultarle, entre sollozos, mi esposo me convenció de que tenía que hacerlo, porque era Chávez, el hombre de quien yo me la pasaba escribiendo, porque no podía dejar pasar esa oportunidad y que seguramente era importante para el Presidente, y que si no lo hacía yo, lo haría él (el esposo). Llegué a Caracas, el 30 de agosto, con la misión de correr tras mi Presi”, escribió en una crónica publicada el 30 septiembre de 2012.
LO VIO
En campaña con Chávez es un recuento casi cronológico de la campaña presidencial de 2012, pero desde la perspectiva de Carola Chávez, quien muchas veces dirigió su mirada hacia donde no lo hacían las cámaras.
Lo vio “cantando como un muchachito” luego de su encuentro con Vicente Fernández. También vio “su cara contenta, sus ojos como queriendo tragarse todo para llevarlo todo de vuelta consigo”, durante una visita a su familia.
En el Poliedro, durante un encuentro con jóvenes le miró el rostro de “papá orgulloso. La cara de esperanza, de certeza, de compromiso de ida y vuelta, correspondido; cara de alegría, cara de ¡allá voy muchachos!”
En Ciudad Tiuna, en Caracas, contempló al hombre hablar más de una hora de pie. El mismo que “no dejó de trabajar en el Gobierno ni un solo día”. Y contempló al “Chávez volador” cuando saludaba a un grupo de niñas y niños desde la ventana de un helicóptero.
La escritora describió a su “Presi” en la avenida Bolívar, bailando bajo la lluvia en compañía de su pueblo. Lo vio empapado de “alegría y amor”. Y por último, el 7 de octubre, lo miró y escuchó gritar desde el balcón del pueblo, luego de que fuera decretado el triunfo: “¡Hasta la victoria siempre!”.