Por Gino González|La casa (Opinión)

Visualizo una casa de paredes rayadas con garabatos infantiles y objetos susceptibles a ser rotos por esa curiosidad.

Con una tinaja repleta de brisa para el sediento. Donde se prefiera los utensilios de arcilla, de madera o de tapara y un mueble, además de la establecida, cumpla la función que tú le des. Una sala o un corredor con un chinchorro amistoso. De árboles colectivos para el sancocho, la partida de truco o dominó y con los brazos abiertos al andarino. De ser posible un roble, un guayacán o un cotoperí o cualquiera junto al conejo y el cachicamo porque para construir esa casa no hizo falta agredir al monte.

Bendita por el frijol, la auyama y la ensalada. Sin jaulas ni peceras, pero con gallinas y sartenes dispuestos. Con mariposas y tucusitos en las flores y pájaros entrando y saliendo de ella con naturalidad y que pasen también las hojas secas riendo con el viento desde el patio hasta el horizonte. Con madrugadas de gallos, de sapos y de grillos y desvelos sin tormentos.

Con matas de sábila, ajises, culantro, albajaca y en la mesa una cesta de frutas tomadas del solar.. Donde en el día las ventanas retraten al cielo azul con su sombrero de nubes y al sol de los limones, y en la noche, se apaguen las lámparas para recibir las tinieblas, los luceros o la luna. Tibia en el invierno y fresca en el verano. Calle de muchachada bañándose bajo la lluvia y jugando metras o saltando la cuerda en el solazo.

Optimista en la partida y estimulante en el regreso para partir de nuevo. Liviana, que no encorve, no arrodille ni pese en el camino. Destruible cuando sea insoportable. Ligera, para que en la ausencia definitiva o en el asalto final, otros puedan habitarla, derribarla o reconstruirla a su antojo hasta sin tomar en cuenta sus bases. Simple como el rocío y la alpargata, la cueva de las hormigas o el nido del alcaraván.

Con fantasmas ingenuos y duendes de alegría. Con un espacio para la conversa, el canto, el palpitar de la guitarra y el silencio oportuno. Elemental, sin el confort esclavizante. Libre de ídolos eléctricos y altares de acero. Que viva en mí y viva en ella y no me desviva. Sin barricadas ni trincheras ni muros arrogantes. Sin puentes levadizos ni columnas de hierro. Donde el barro y el cemento no sean enemigos. Capaz de marcharse con el ventarrón un día.

Es tan fácil como sembrar una semilla y tan maravilloso como el nacimiento de una mata.

Quite y ponga lo que piense según el concepto y aplíquelo a su propio espacio, el país y la vida.

ginoesnu@hotmail.com

Si alguna vez ha querido comprar más de un ají, pero se lo ha impedido la duda de no saber si lo pluralizaba correctamente, entérese de que si dijo ajís o ajíes, estaba en lo correcto. La forma incorrecta es *ajises y por lo tanto hay que evitarla.
El cilantro (Coriandrum sativum) es una hierba opiácea aromática, usada como condimento desde tiempos remotos en Asia, e introducida en América en 1670, según algunos.
El culantro, con el que se confunde con frecuencia, corresponde a otra especie: Eryngium foetidum, que es también otra hierba aromática, pero sus hojas son denticuladas o aserradas en los bordes, y puyan al cogerlas.