Por Alfredo Cisneros|Charrasca, furro y tambor (Opinión)

La charrasca, el furro y el tambor son instrumentos de origen diverso que han evolucionado por separado y se han unido para brindar una sonoridad que hoy caracteriza a uno de los géneros musicales de mayor arraigo al terruño y al gentilicio venezolano: La gaita; expresión musical de un pueblo, que en conjunción a los “tonos” del folklore, define la manera de ser, de vivir y sentir del pueblo zuliano.

Charrasca, furro y tambor es la base musical que dio origen a la gaita, la que hoy conocemos como la “gaita tradicional”, y que aún se mantiene presente y vigente en respeto a su esencia y espacio, a pesar de los cambios sonoros impuestos por los “gaiteros” para su comercialización en un mercado cada día más variado, convulsionado y competitivo. Para orgullo zuliano, tradicionalmente la gaita ha estado vinculada a la devoción decembrina por Santa Lucía en el barrio El Empedrao, de Maracaibo; y en la historia que nos recuerda cuando el padre José Tomás Urdaneta sacó del templo a los bulliciosos gaiteros. Desde entonces podemos decir que la gaita perdió el carácter religioso del que estuvo impregnada en su sus inicios, para convertirse en el medio más eficaz de crítica y protesta de la gente humilde.

Hoy, para las venezolanas y los venezolanos hablar de la gaita es reencontrarnos con los olores, los sabores y los colores propios de la época decembrina, al son de Maracaibo 15, Cardenales del éxito, Gran Coquivacoa, Rincón Morales, Gaiteros de Pillopo y de otras agrupaciones que con su bullicio y alegría identifican nuestras fiestas navideñas, ofreciendo un festival sonoro de variada expresión que busca espacio en la radio y en el corazón de cada venezolano, con sus canciones “de siempre” y con los temas presentes en sus nuevas producciones.

T/ cisneros.alfredo@gmail.com