Maximiliano Pedranzini | Chávez eterno (Opinión)

Un nuevo aniversario de la muerte del comandante Hugo Chávez Frías sopla los rostros del pueblo nuestroamericano. Frío por la nostalgia de saber que no está entre nosotros conduciendo este proceso revolucionario de liberación continental que amenaza con ser interrumpido por el imperialismo y los poderes concentrados nacionales. Pero cálido porque sigue siendo el único horizonte real para seguir transformando la realidad, tanto de Venezuela como del resto de la región.

En 1999 comenzó este periplo, en el corolario del régimen neoliberal en nuestro continente. No era casualidad el arribo de Chávez al Estado, y apoyado por la voluntad popular. Desembarcó en el territorio social con un ímpetu y un amor descomunal. Todo lo que concretó está profundamente signado por este sentimiento único y positivamente avasallante para cualquiera de nosotros que creemos que el cambio de la realidad es por la vía del socialismo, pero no de cualquier socialismo, sino este socialismo popular llamado del siglo XXI que tuvo su bautismo de fuego con Hugo Chávez tomando la primera medida transformadora en el Palacio de Miraflores.

Ese signo queda marcado para siempre en la memoria de nuestro pueblo, en la conciencia cada vez más crítica del poder capitalista y del imperialismo, pero fundamentalmente en nuestro corazón, en el corazón de esta Patria Grande que él se encargó de refundar y de dispersar en el suelo americano como en si fuera la Parábola del Sembrador confiando que algo volvería a crecer en este suelo yerno e infértil dañado por el neoliberalismo. Y la esperanza volvió a crecer en consonancia con las transformaciones estructurales y eso significó la aparición de un nuevo paradigma histórico en el umbral de lo que sería “un cambio de época”.

Ahora, sin su temple físico, nos queda avivar las llamas de su espíritu incólume. Un espíritu colectivo, que renace en cada uno de los compatriotas que buscan un mundo con justicia social, soberanía política, independencia económica y, por sobre todas las cosas, unidad latinoamericana.

El comandante Chávez, en sus tantos y extraordinarios discursos parafraseo al general argentino Juan Domingo Perón, decía como un imperativo histórico de nuestra región: “El siglo XXI nos encontrará unidos o dominados” y eso es la disyuntiva de nuestro tiempo y que está en permanente disputa en el presente.

Las democracias latinoamericanas están expuestas al filo de la incertidumbre que proponen los intentos desestabilizadores de los gobiernos populares, estos golpes de Estado que se resignifican y que son instrumentados por nuevos poderes y que tienen nuevas formas y estrategias. Golpes blandos, golpes judiciales, golpes parlamentarios, golpes que naces desde el mismo ceno de la República y de la democracia con resabios liberales.

Golpes intra-repúblicados fogoneados por poderes cívicos externos: el poder mediático y financiero nacional e internacional.

En este sentido, cito una frase brillante twitteada hace unos días en Buenos Aires por el filósofo Fernando Buen Abad que tiene una dimensión reflexiva categórica en estos días tan acuciantes para todos nosotros: “No nos alcanzará la eternidad para arrepentirnos si no sabemos generar un gran movimiento planetario en defensa de la Revolución Venezolana”.

Una definición categórica que debe ayudarnos a pensar cómo proteger el proceso bolivariano y saber que son los pueblos los únicos capaces llevar a adelante esta indispensable tarea.

T/ Maximiliano Pedranzini