Por Ángel Miguel Bastidas|Chu Cuoi (Opinión)

El pasado domingo no fue 27 de septiembre en Vietnam porque la imponente luna llena nuevamente iluminó el firmamento para recordar el 15 de agosto como el Pequeño Tet (Tet Thung Thu) o mitad del Año Lunar.

Se trata de una de las fechas más importante en la cuentística tradicional de Asia, la cual ilustra a las niñas y los niños sobre las bondades de la naturaleza.

Cuenta la leyenda vietnamita que el joven Chu Cuoi se encontró con una árbol medicinal y se lo llevó a su casa; allí se acercó el viejo sabio de la aldea para aconsejar que se debía alimentar la milagrosa planta solo con el cristalino liquido de los manantiales, pero la esposa del entusiasta muchacho erró al regar el arbusto con agua impura. Acto seguido, se inició un desenfrenado crecimiento de tallo y ramas, y sin pensarlo dos veces Cuoi trepó desesperadamente en un intento por detener el ascenso del árbol, lo cual no pudo evitar; entonces fue desapareciendo en el verdor de los gigantes ramales que penetraban las nubes hasta llegar a la luna.

Se dice, que en los días de luna llena, durante el Tet Trung Thu, todavía se puede ver al intrépido Chu Cuoi asido a la mata, soñando con regresar a su amada aldea. Es por eso que la chiquillada vietnamita, sale a las calles, las orillas de ríos y lagos, a las plazas y parques, a iluminar todo, con farolillos y otros orificios con luz, y así marcarle el regreso al desaparecido joven que se internó entre las nubes agarrado de su mágico árbol.

La fiesta lumínica dirigida a Cuoi se muestra animada por un verdadero carnaval, en el cual todo es alegría; la euforia es colectiva, parrandas con pasteles y caramelos. Son horas propicias para el encuentro de la familia, que las niñas y los niños disfrutan más allá de la medianoche del 15 de agosto de cada Año Lunar.

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