“Colombia se encuentra en un momento de inflexión histórica”

Mónica Delgado y Javier Dávalos, delegados del partido FARC en Venezuela, cuestionaron la decisión de un grupo disidente de volver a la lucha armada, ya que es una postura que fortalece los argumentos guerreristas del uribismo en un momento en que la oligarquía colombiana se encuentra dividida ante el acuerdo de paz. Un 90 por ciento de militares que han declarado incriminan a Álvaro Uribe

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“Proclamar la lucha armada en Colombia hoy constituye una equivocación delirante”, señaló Rodrigo Londoño, líder del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), luego de que la semana pasada un grupo de exguerrileros, encabezados por Iván Márquez, anunciarán su regreso a la selva y el reinicio de la lucha armada. Aquí en Caracas, voceros de la oficina de esa agrupación, la de la FARC, cuestionaron la decisión y apostaron por continuar la pelea porque se cumplan los acuerdos negociados en La Habana durante unos cuatro años, y expusieron su apuesta a la paz como única alternativa de construcción de una verdadera democracia en Colombia.

Mónica Delgado, consejera política y vocera principal en Venezuela del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, y Javier Dávalos, miembro de la plataforma local, coinciden en señalar, en armonía con los lineamientos de Bogotá, que “es una equivocación”, la decisión del grupo de excompañeros de lanzarse de nuevo a la aventura armada, a pesar de que aprecian que el Gobierno de Iván Duque, tutelado por Álvaro Uribe se ha dedicado a sabotear el acuerdo de paz.

Dávalos asegura que en  de la dinámica actual del partido FARC están abocados a la lucha legal y electoral.

Planteó Dávalos que cuando examinaron el momento histórico actual y discutieron la posibilidad de negociar un acuerdo de paz con el Gobierno de Juan Manuel Santos, se dijeron que estuvieron 60 años echándose tiros con el ejército colombiano, y que al cabo de ese tiempo se encontraban como en una situación de empate, sin posibilidad de alcanzar la victoria, pero tampoco de ser derrotados, y que podrían continuar la contienda por otros 50 años más. Se plantearon que el objetivo no era mantenerse en una guerra indefinidamente, sino conquistar el poder.

“El camarada Pablo Catatumbo decía que es criminal seguir en una guerra que sabemos no vamos a ganar. No la vamos perder, pero tampoco vamos a lograr los objetivos planteados. La mayoría del pueblo colombiano está por la paz. Entonces, si nosotros estamos dentro de la lógica de tomar el poder en Colombia no podemos obviar ese sentir de la gente. En este momento pensamos que no están las condiciones necesarias para realmente continuar con la lucha armada”, dice Dávalos.

Indica que luego de la firma del acuerdo de paz se han hecho avances importantes por la vía legal y hay una comunidad internacional vigilante porque se cumplan los acuerdos.

“Cada vez vez más vemos al pueblo colombiano defendiendo el proceso, y además apropiándose de él. Ahora vez más manifestaciones del movimiento social posibilitado por el proceso de paz, en el cual uno de los puntos fundamentales fue la participación política, no solamente la nuestra, sino de las mayorías. Ustedes saben que en el periodo de Uribe, sobre todo, un poco en el de Misael Pastrana, se había criminalizado la protesta social. Antes a todos los que salían a protestar los acusaban de que estaban penetrados por la guerrilla; esos son las FARC. Entonces había desapariciones y muertes. Ahora la gente esta saliendo a protestar. Tampoco ocultamos la difícil situación por el asesinato de líderes sociales, que efectivamente el Gobierno de Iván Duque en eso se lava las manos sin ocuparse de las garantías de seguridad para todos y todas”, asienta Dávalos.

Uribe contra las cuerdas

Mónica Delgado, acerca del fenómeno del paramilitarismo, explica que luego de los acuerdos de paz ese monstruo ha despertado con algunas muertes selectivas, aunque acerca de los asesinatos hay una multiplicidad de factores y actores.

“El paramilitarismo, que estaba latente, sigue bajo el direccionamiento de esas élites retardatarias, élites gamonales, algunos sectores militares. Una diferencia importante entre el paramilitarismo de ayer y de hoy es que el paramilitarisno ya no es una política de Estado. Sin embargo, es evidente el papel que tiene Álvaro Uribe Vélez en el despertar y el resurgir, y eso se nota en el lenguaje de retorno a la guerra y el lenguaje de señalar culpables que utilizaban para orientar desde lejos a esos grupos paramilitares”, asevera Delgado, quien además en Caracas forma parte del movimiento Orinoco Magdalena, una organización binacional que este año resalta con actividades los 200 años de la liberación de la Nueva Granada y el nacimiento de Colombia, obra y sueño de Simón Bolívar.

-¿Es cierto que a la FARC le montaron un peine en la mesa de negociaciones?

-Nosotros decimos que allí no hay traición porque ellos han sido nuestro enemigo histórico -señala Mónica Delgado. Quien traiciona es el amigo, el enemigo está viendo la oportunidad para lanzar su mejor golpe de mano. Justamente, porque conocemos el carácter del enemigo es que la FARC acude a una negociación en que el acuerdo quede lo mejor blindado posible. La mejor manera fue darle un carácter institucional y darle un estatus de tratado internacional, donde el Gobierno sea presionado, no solo desde el movimiento revolucionario representado por la FARC, sino desde países garantes y acompañantes, además de la fuerza que puede proporcionar, y es el objetivo por el cual la guerrilla baja del monte, el apoyo del poder popular.

Mónica Delgado agrega que en todas estas diferencias y diatribas por el acuerdo de paz lo que hay es un sector guerrerista que siempre se opuso a ese acuerdo, y que en este momento la burguesía colombiana se encuentra dividida ante el proceso de paz, después de que hace 50 años firmaron el Pacto del Frente Nacional, equivalente en Venezuela al Pacto de Punto Fijo, acordado entre los partidos Copei, URD y AD.

Ese sector guerrerista lo representan Iván Duque, su mentor Uribe, del Centro Democrático, que le prometió a su gente, a su clase, hacer trizas el acuerdo de paz. Para Delgado en vez de traición lo que hay es un sector de la burguesía al que no le conviene el acuerdo y que se fortalece con la decisión de rearme de los excombatientes guerrilleros.

“Uribe estaba contra las cuerdas hace dos semanas”, asienta Mónica. “Este año el uribismo, en su empeño de destruir el acuerdo de paz, mete preso a Jesús a Santrich y lanza seis objeciones a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). El resultado fue que se le cayeron las objeciones y Jesús Santrich salió libre. Eso fue una victoria de los sectores que apuestan al acuerdo de implementación de la paz. Se convoca a Uribe a una audiencia donde hay señalamientos claros y objetivos de su culpabilidad directa frente a crímenes de lesa humanidad en el marco del conflicto, y ahora con esto se le da un respiro enorme. Vuelve y lanza a la palestra pública que el acuerdo no sirve, que esto lo demuestra, que se sabía que iba a pasar, y pide que se le quite el rango constitucional al acuerdo. Es posible que el anunció de los compañeros de retomar las armas tenga un impacto en el contexto de las elecciones de octubre de gobernaciones, alcaldías, asambleas locales, en la cuales la izquierda sentía, aun con todos los problemas internos que tenemos, que le íbamos dar un golpe duro al uribismo, que con este hecho sale fortalecido”.

Terror a la verdad

Al analizar la división de la oligarquía colombiana, Mónica Delgado piensa que el sector de Iván Duque y Álvaro Uribe se relaciona con latifundistas y terratenientes ligados a la posesión de la tierra, que ha sido la principal causa del conflicto armado en Colombia. El otro sector se vincula al turismo, la industria, la tecnología, que le conviene el predominio de la paz para sus negocios, mientras que para los terratenientes, el paramilitarismo, la sangre derramada, el narcotráfico, han disparado sus intereses.

Considera Delgado que Colombia se encuentra en un momento de inflexión histórica, por eso el acuerdo de paz es fundamental.

“Y ese punto de inflexión consiste en esa división de la oligarquía que hay que aprovecharla porque tarde o temprano vuelven a pactar. La izquierda obtuvo ocho millones de votos con la candidatura de Gustavo Petro, el primer candidato de izquierda que llega vivo al final de los comicios. Y de otro lado, tenemos una movilización social y popular que no se daba hace muchos años. El Observatorio de Derechos Humanos Orinoco Magdalena registra más o menos 400 movilizaciones desde la firma de los acuerdos de paz por distintas reivindicaciones, que de alguna manera atraviesan el acuerdo: el tema de la sustitución consensuada de los cultivos, el no asesinato de los líderes que tiene que ver con el asunto de la participación política, el desmonte de las bandas paramilitares, que también está dentro de los acuerdos de paz, el acceso a la salud, la educación, el empleo. Ahorita nos encontramos en el marco de un paro nacional de educadores. Colombia es un país movilizado. Si no se ha cumplido el acuerdo de paz, como queremos que se implemente, tenemos tres periodos presidenciales para que eso se logre, por ahora, porque hay condiciones favorables, que unidos todos los sectores con el acuerdo de paz nos encontramos junto al pueblo colombiano y demos el viraje hacia una transición a la democracia, para arrancar”, confiesa.

El lapso de tres periodos presidenciales, unos 12 años, figura entre los puntos del cuerdo firmado entre el Estado colombiano y la guerrilla.

Dávalos considera que más allá de los intereses de clase, la oligarquía colombiana le tiene miedo a que se establezca la verdad, tema relacionado con la JEP,, que tiene tres componentes: la Comisión de la Verdad, el componente jurídico y la búsqueda de los desaparecidos. En la JEP se plantea que todos los hombres y mujeres que participaron en la confrontación, sin penas punitivas, sino reparativas, salvo los delitos de lesa humanidad, cuenten lo ocurrido.

“Lo que hemos visto de manifiesto es que la derecha le tiene terror a la verdad”, señala Dávalos.

-¿Por qué?

-Porque queda de manifiesto la participación de ellos y los horrores de la guerra. En este momento han pasado más de 1.200 militares por la JEP contando su verdad. Cerca del 90 por ciento incrimina a Álvaro Uribe en niveles de responsabilidad en las cosas que ellos hicieron de manera directa o indirecta. Entonces, no están interesados en que se sepa lo que realmente pasó en la guerra en Colombia.

Shampú por cuotas

-¿Qué dicen los números de la realidad social en Colombia?

-Es un país con más de 60 por ciento de desempleo -responde Mónica Delgado. De ese 40 por ciento empleado un gran número es informal, sin seguridad social, que se resuelve en la calle como buhoneros o vendiendo productos de belleza puerta a puerta, vendiendo empanadas. De ese 40 por ciento, un 20 por ciento es el que tiene acceso a la seguridad social. La salud está privatizada, la educación. En Bogotá hay tres universidades públicas en las que para una carrera tenemos unos 20 mil aspirantes. Es un país profundamente endeudado. Me señala un amigo que gran parte del PIB proviene de la deuda, y de la deuda que tiene cada uno de los ciudadanos con los bancos para llevar cierto estilo de vida. Se paga el shampú por cuotas, en tarjetas en los supermercados. Los servicios son carísimos. El Transmilenium, servicio de transporte, en Bogotá vale 4 mil pesos, algo así como un dólar. Para poder sobrevivir es necesario endeudarse. Es una población endeudada. Los derechos laborales no existen. Son diez horas mínima laborales que impuso Álvaro Uribe en el poder. No pagan horas extras ni nocturnas. Son condiciones de vida muy difíciles. Ese es un buen país para la élites y un mal país para las mayorías. La gente llega a su casa luego de más de diez horas de trabajo en su casa, y luego se arroja en un sofá a cambiar canales televisivos. Entonces, difícilmente se tiene a sujetos políticos activos que estén dispuestos a salir a la calles a tratar de cambiar las condiciones de vida, sino entregarse a los medios de comunicación que son venenosos, tendenciosos. Justamente, ahora el uribismo cerró el Canal 1 que era el único noticiero con cierto carácter crítico que había en Colombia. Surgió con el acuerdo de paz que se hizo con el M-19 a finales de los ochenta. Ese canal llevaba todos estos años operando y con una voz diferente. Lo cerraron. Esta semana el país se moviliza con la consigna todos somos Canal 1.

Bolívar y Santander: lío de faldas

En Colombia hay una disputa por la verdad en términos históricos. Hace poco Iván Duque salió diciendo lo de los padres fundadores, refiriéndose a Washington y a la independencia norteamericana, pero también salió, por ejemplo, María Fernanda Cabal afirmando que en Colombia no existió la masacre de las bananeras. Nosotros hacemos mofa de eso, sin embargo, creo que no debemos dejarnos llevar por la burla. Hay una disputa histórica. El ejemplo que pongo para eso es que yo soy de la generación a la que en primaria nos enseñaron que la pelea entre Bolívar y Santander era por la novia de Santander. Bolívar se acostó con una de las Ibáñez, que era la prometida de Santander, y por eso se pelearon. Era un lío de faldas y de amores, y se deja de lado toda la discusión política e ideológica de fondo entre esta dos posturas: por un lado los representantes de la derecha latinoamericana y la corriente bolivariana de los pueblos. Además, con el tema del machismo, uno de niño se pone de manera automática del lado de Santander, pues cómo es que el amigo se acostó con la novia del otro. Si investigas te das cuenta de la manipulación que se hace, pero cuántos hacen esa investigación. Hoy en día para los niños en primaria es obligatorio el estudio del periodo de Álvaro Uribe en Colombia. Hay una biblioteca que se llama Álvaro Uribe Vélez en Medellín. Son cosas que dan risas como la estupidez de Duque, pero si piensas en 15 o 20 años, esa generación va a crecer con esa desinformación. Entonces, la disputa por la verdad en Colombia no esw solamente la disputa por la verdad de la guerra, sino la verdad histórica; es una pelea casi que a muerte. Tenemos que meternos en esa pelea. Creo que un papel importantísimo lo hizo aquí el comandante Hugo Chávez con sus clases de historia. Fue un presidente que nos aclaró tantas mentiras históricas que se nos han dicho. Eso tenemos que continuarlo tanto en Venezuela como en Colombia.

Javier Dávalos

T/ Manuel Abrizo
F/ Miguel Romero, EFE