El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acoge este miércoles una reunión de alto nivel para debatir sobre el combate al terrorismo y las amenazas representadas por grupos extremistas.
Según la convocatoria, el foro busca fortalecer la cooperación y el intercambio de experiencias y buenas prácticas para enfrentar un fenómeno agravado por la transformación de Al Qaeda en una red de milicias con autonomía que operan en diversas regiones y el flujo de combatientes extranjeros
La situación del terrorismo y su impacto en Siria, Iraq, Libia, Nigeria, Somalia y otros países de Asia y África deben ocupar importantes espacios del debate encabezado por Australia, que preside en noviembre el órgano de 15 miembros.
Particular preocupación genera por estos días la ofensiva del grupo fundamentalista Estado Islámico en el norte iraquí y regiones sirias, donde intenta establecer un califato basado en la interpretación radical de la Sharia (Ley Islámica).
Los takfiristas (extremistas sunnitas) engrosas sus filas con personas provenientes de varias partes del mundo, un problema que motivó en septiembre pasado la adopción por el Consejo de Seguridad de la resolución 2178, destinada a impedir la movilización de jihadistas.
Un mes antes, el Consejo había aprobado la iniciativa 2170, con el propósito de condenar los crímenes del EI en su ofensiva y de promover sanciones contra sus líderes y los del también grupo terrorista Frente Al-Nusra, una rama de Al Qaeda enrolada en el conflicto sirio.
Australia adelantó que en la reunión de alto nivel se utilizarán los reportes sobre la marcha de ambas resoluciones.
Aunque la importancia de la lucha antiterrorista provoca consenso entre los Estados miembros de Naciones Unidas, algunos países del Sur cuestionan la manipulación y el doble rasero en torno al tema.
En ese sentido, piden a las potencias occidentales no separar el terrorismo en malo y bueno, cuando este último sirve a sus intereses de dominación y de cambio de régimen, como ocurre en el caso del conflicto sirio.
La nación levantina ha enfrentado por casi cuatro años a extremistas y mercenarios armados, entrenados y financiados desde el exterior en el intento de derrocar al presidente Bashar al Assad.
De acuerdo con Damasco, sus denuncias y llamados a combatir el terrorismo como clave para poner fin a la crisis fueron ignorados por occidente y sus aliados, hasta que vieron en los crímenes y el avance del EI una amenaza para sus intereses.