Este viernes se cumplen 158 años de su nacimiento|José Martí llegó a Caracas como cubano y se marchó como latinoamericano

José Martí: “Quien dice Venezuela, dice América”

“Quien dice Venezuela, dice América”, con esta sentencia quiso explicar José Martí el carácter de la Revista Venezolana, que lanzó en Caracas el 1° de julio de 1881 junto a figuras como Cecilio Acosta -quien murió una semana después-, Eduardo Blanco y Arístides Rojas, entre otros. Pero más allá de explicar la línea editorial de una publicación, el escritor cubano estaba anunciando un proyecto emancipador de dimensión continental, como lo revela Zaida Castro, directora de la Casa José Martí.

La profesora Castro sostiene que esa frase es “una muestra de que Martí estaba consciente de su liderazgo en el proceso libertario de las naciones de América, que desde su punto de vista tenían en común los mismos males y los mismos propósitos”. Y de esos males -señala el profesor Luis Navarrete- el mayor era el imperialismo yanqui, que ya hacía sentir su peso en el continente.

“Martí vino a Venezuela porque quería rendir tributo a Bolívar, a quien admiraba por su tenacidad tanto como por sus ideas. Él que era un hombre con una salud frágil, pero voluntarioso, veía en el Libertador al héroe sacrificado, que se podía sobreponer a cualquier dificultad. Y al mismo tiempo era como un faro ideológico, porque había sido un hombre con ideas liberales de avanzada y muy firmes en medio de una sociedad sumamente conservadora, a la que siempre desafió”.

ALMA ANTIIMPERIALISTA

Además de la afinidad de pensamiento y temperamentos, el poeta-prócer cubano tenía en común con Bolívar la inquietud de que Estados Unidos secuestrara la libertad que tanto le había costado a las nacientes repúblicas americanas. Como lo explica Navarrete, “Bolívar advirtió la amenaza del imperialismo, pero Martí lo vivió en carne propia”.

En este sentido, el profesor señala que Martí conocía por experiencia directa el estilo de vida estadounidense y comprendía que su política estaba orientada a someter bajo su dominio a Latinoamerica. Pero también estaba convencido de que para hacer frente al avance del gigante norteño, la gente de América debía sobreponerse a su influjo cultural.

Aferrado a esa visión llegó a Caracas, para conocer la experiencia de una república que había impulsado la instrucción pública gratuita y obligatoria, se había enfrentado al poder de la iglesia Católica e impulsaba planes de urbanismo y se enfrentaba al poder de la iglesia.

A los ojos de Martí, el de Guzmán Blanco era un gobierno de avanzada, pero más adelante descubriría que aquel era también “el gobierno más antigrancolombiano, enemigo de cualquier idea de integración o unidad grannacional”, advierte el historiador Néstor Castro.

No significa esto, sin embargo, que encontrara oposición a su visita. Como lo señala la investigadora Mirla Alcibiades en un trabajo recién publicado, Martí causó un gran impacto entre los círculos literarios e intelectuales, de Caracas por su gran bagaje cultural y por su poderosa oratoria.

VISIONES ENCONTRADAS

Navarrete señala que, » aunque no se metió en la política», fue un agitador que inquietó a los jóvenes venezolanos con quienes se relacionó. Pero entre él y sus interlocutores había una distancia difícil de salvar.

La idea de país que prevalecía entonces concebía el progreso como un proyecto europeizante, señala Navarrete, se miraba hacia culturas como la francesa en busca de respuestas. Martí, en cambio llegó a sintetizar su visión en una sentencia:

“Nuestra América ha de salvarse con sus indios”. No tenía la menor duda de que la lucha política contra la hegemonía yanqui fracasaría si los pueblos no libraban una lucha cultural. Y esa pelea debía sostenerse en la recuperación de la raíz indígena, de la que habría de surgir una nueva identidad, abarcadora de todos los gentilicios, que él llamaría años más tarde “Nuestra América”.

La profesora Castro dice que eso fue lo que quiso expresar Martí al declarar: «Quien dice Venezuela, dice América”. Y aunque no era en la Venezuela de entonces donde encontraría eco a ese planteamiento, al ver el rumbo que seguía la oligarquía local, comprendió que la suya tenía que ser una lucha continental. “De aquí se fue como latinaomericano”, remata Castro.

Y volvió a Nueva York, de donde partiría a Cuba  que peleaba su libertad a toque de degüello. Sobre su tierra murió en combate el 19 de mayo de 1895, pero triunfó. Fue de esa misma tierra donde Nuestra América venció por primera vez al imperialismo.

T/Carlos Ortíz
Foto/Archivo