Alberto Correa fustigó a las multinacionales|Se debe recuperar el rol de gestor cultural del librero

El curso se extenderá hasta el jueves

El librero uruguayo Alberto Correa, director de la librería montevideana Libros de la Arena, inició ayer un taller invitado por el Centro Nacional del Libro, que se lleva a cabo en la Librería del Sur del Teatro Teresa Carreño.

Para iniciar el taller, Alberto Correa hizo un recuento de cómo llegó a este oficio de manera azarosa cuando quiso volver del exilio -razones políticas lo llevaron a expatriarse a Argentina. Correa fundó en 1992 la librería Libros de la Arena en una calle del barrio de Pocitos de Montevideo y se ha dado a la tarea de reflexionar sobre el rol del librero, el libro y la lectura.

El encargo de llevar a Uruguay los libros de tres editores argentinos (Aurelio Navaja, de editorial Colihue; Hugo Levín, de editorial Galerna y Horacio García, de editorial Catálogos), referidos por el periodista Eduardo Luis Duhalde, devolvió a Correa a su tierra, quien con cada viaje de Buenos Aires a Montevideo, aumentaba su cargamento de libros. Esto le permitió primero ganarse la vida de una forma muy distinta a la planeada, fuera del periodismo y de la militancia de izquierda, pero luego se halló en su verdadera vocación.

Comenzó con la librería Octaedro en homenaje a la obra de Julio Cortázar. Pero como el capitalismo exige crecer y competir para no desaparecer, como él mismo cuenta, fundó Libros de la Arena, en un local de la “Benito Blanco” para replicar en la capital uruguaya lo que había visto en las legendarias librerías bonaerenses. Nada nuevo ni que haya inventado él, pero fue quien lo hizo primero en Montevideo hace 19 años.

El nombre de su librería tiene que ver con la obra de Jorge Luis Borges, pero también con la costa uruguaya y el libro de Jorge Amado, Capitanes de la arena.

UN GESTOR CULTURAL

Aclaró que el oficio de librero es muy distinto en Uruguay que en Venezuela, con respecto a los libreros de la cadena estatal. Allá no existe algo parecido a las Librerías del Sur. “La profesión, la comercialización del libro y el papel de las librerías siguen signadas allá por la intención de rentabilidad y de extremar las ganancias”.Aclaró que son realidades muy diferentes, “los libreros allá peleamos a brazo partido por mantener un lugar en la sociedad y mantener el rol de gestores culturales”.

Explicó que el papel del librero es fundamental en “la extensión cultural, en el aporte a la formación, y a la capacidad reflexiva de la gente”. Dijo que era necesario sacarlo “ del mero papel de comerciante y restituirle el papel de consejero, de orientador, de hombre absolutamente compenetrado con los libros y la lectura, de quien alegremente se acerca a otro para recomendarle un libro que a él mismo le apasiona”.

Refirió que ese rol se ha desdibujado en los tiempos que corren, en los que se da una concentración de capitales y de casas editoras. “Han surgido las multinacionales que vienen de distintos lugares a meter sus manazas también en el mundo del libro”, expresó. Asimismo las propias librerías han perdido su perfil particular, ofertan los mismos libros y se estandarizan con las grandes cadenas. “También el color y el carácter de las librerías ha venido cambiando. Las librerías son cada vez más impersonales”.

Recordó que hace 40 años o menos cada librería tenía su estilo o personalidad y su oferta de títulos dependía de eso. Explicó que ciertas modalidades de ventas y comercialización de libros ha contribuido también a uniformar la oferta en las estanterías.

LAS BIBLIOTECAS QUE SE QUEMARON

Contó Alberto Correa que durante las dictaduras del Cono Sur muchas bibliotecas personales se quemaron por el temor de sus dueños de ser reprimidos o señalados por los gobiernos autoritarios de derecha. Y también pasó que las propias librerías uruguayas se censuraron. “Los libreros se deshicieron de lo que parecía comprometedor, a diferencia de Buenos Aires donde hubo algunas librerías que tenían sus sótanos como la librería Hernández -cuyo dueño fue preso- donde escondían los libros y eran un paraíso”.

Recordó Correa que en los tiempos difíciles de represión, las librerías de Buenos Aires fueron para él un sosiego porque le proporcionaron “calor, tranquilidad y paz”.

T/ Florángel Gómez
F/ Miguel Romero