La película cuenta la historia de un saltado de esquí sin grandes condiciones atléticas|En Volando alto lo más importante es competir

Quizás el Barón Pierre Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos, sintió y dijo de corazón “lo importante no es ganar sino competir”, pero en este nuevo milenio ese ideal está cada día más lejos, para no decir obsoleto, en el seno del Comité Olímpico Internacional y sus respectivas federaciones mundiales.

De ahí que cuando uno ve una cinta como Volando alto, siente que a veces cumplir una meta es más importante que obsesionarse con el estrellato o una medalla. La cinta habla sobre la historia real de Michael “Eddie” Edwards (Taron Egerton), un atípico pero arriesgado saltador de esquí británico que nunca dejó de creer en sí mismo, a pesar de no tener cualidades excelsas como deportista y a pesar que su padre y el comité olímpico de Gran Bretaña lo desechaban constantemente.

Logró perseverantemente el apoyo de un entrenador rebelde y carismático (Hugh Jackman) para lograr su objetivo, ya que Edwards es el típico ejemplo de un atleta que nunca tuvo cualidades atléticas, pero que desde una temprana edad se empeñó en lograr su ansiada meta: convertirse en atleta olímpico.

Eddie hizo el intento en varios deportes y disciplinas, antes de decidirse por el slalom. Después de haber quedado descalificado para el equipo británico de las Olimpiadas de Invierno de 1984, hizo un reajuste y cambió a salto de esquí, ya que su país apenas había tenido un representante para esa disciplina en la historia de los Olímpicos.

Eddie vio su oportunidad para representar a su nación, pero en su vida nunca había saltado en esquí. Era más pesado que la mayoría de saltadores de sus rivales, no llegaba al año en la practica de esta disciplina, no tenía financiamiento, muy poco entrenamiento y su terrible visión significaba que tenía que intentar los saltos con lentes puestos, que a medio vuelo se empañarían y constittuirían un verdadero peligro, debido a las aparatosas caídas que sufrió.

Sin embargo, clasificó para Calgary Canadá en 1988, quedando como era lógico de último lugar en los saltos de 70 y 90 metros. Sin embargo se convirtió en un consentido de los medios, hasta ser un héroe popular, gracias a su estilo particular y rebelde, su atípica apariencia y por su férrea voluntad por competir.

No es una película rebuscada, sino más bien apela a la comedia para contar las penas y glorias de este personaje. Clave son los diálogos para contar esta historia sin moralismos ni triunfalismos. Quizás el más importante fue uno que el británico tuvo con un finlandés rey en su especialidad. Palabras más, palabras menos, el ganador le dice que aunque ganó cómodamente una prueba no estaba satisfecho con lo realizado: “Soy como tú, no compito solo por ganar, sino por el placer de competir y hacer bien las cosas”.

T/Eduardo Chapellín
F/Cortesía RQ
Caracas