Con su montaje de Penitentes Omar Churión ganó el Festival de Jóvenes Directores

Con un audaz montaje de Penitentes, original del dramaturgo venezolano Elio Palencia, Omar Churión se hizo merecedor del reconocimiento principal en la séptima edición del Festival de Jóvenes Directores del Trasnocho Cultural, mientras que Elmer Pinto resultó finalista por su propuesta de Pedro y el capitán, del uruguayo Mario Benedetti.

Giannina Pavone recibió el reconocimiento a la mejor interpretación femenina por su papel de Una en la pieza Blackbird del escritor escocés David Harrower, dirigida por Elisa Castillo, mientras que Rafael Monsalve se destacó entre los caballeros con su rol de El Cura en la obra ganadora.

De esta manera el nombre de Elio Palencia se vincula por segunda vez consecutiva con el premio principal de esta iniciativa que busca impulsar el trabajo y la creatividad de los nuevos talentos venezolanos, como jefes de equipo en las artes escénicas.

Durante el anuncio del veredicto el director general de la Fundación Trasnocho Cultural, José Pisano, reconoció que en esta oportunidad el nivel técnico y artístico, de las ocho propuestas seleccionadas (entre más de 30), fue “bastante alto” atributo que dificultó el objetivo de “llegar a un consenso general” por parte del jurado. No obstante, Penitentes resultó ganadora de forma unánime.

Tan alta fue la calidad de las propuestas en esta entrega del festival que Pisano se comprometió a “ir más allá de valorar” el trabajo de estos jóvenes directores en el contexto propio de un encuentro de esta naturaleza y apoyarlos de alguna otra manera.

En este orden de ideas, el director del Trasnocho Cultural planteó hacer un encuentro para escuchar las impresiones de todos los directores involucrados este año en la competencia, para escuchar y conocer sus impresiones en torno a la experiencia de intervenir en este certamen.

Más allá de asomar esa invitación, Pisano conminó a Churión a que, en el lapso de un año, le haga llegar una propuesta al comité destacado en el área del teatro del Trasnocho Cultural, con la intención de llevarla a escena la sala principal del recinto cultural capitalino ubicado en Las Mercedes.

En conversación con el Correo del Orinoco, Churión asomó la posibilidad de escoger la pieza Detrás de la avenida, también de Elio Palencia, para cumplir con esta invitación de Pisano.

Detrás de la avenida “es una pieza maravillosa”, en la que ha estado trabajando y “puede ser que converse con Elio (Palencia) para ver si la podemos montar, es algo que se me ocurre en un primer momento”, anticipó Churión.

Pisano destacó además el “amplio espectro” que expuso esta vez el festival con textos de autores clásicos como Molière (Tartufo) o Valle-Inclán (Luces de bohemia) y piezas contemporáneas de autores como David Harrower, de quién se montó Blackbird, escrita apenas en 2005, o La casa de las palomas, de la joven argentina Victoria Hladilo, estrenada en 2019.

No obstante, el director del Trasnocho Cultural lamentó la ausencia de “una mayor mirada” hacia la dramaturgia nacional que, en su opinión, vale la pena verla desde una perspectiva joven, fresca y contemporánea.

Curiosamente, al final, en esta edición del certamen fue la propuesta de la única obra venezolana la que se destacó.

En la edición anterior, se escogieron para concursar tres obras venezolanas y de un total de ocho proposiciones ganó Escindida, como ya se mencionó, también de Elio Palencia, en un montaje de Francisco Aguana.

Sobre la ganadora

Penitentes es una controvertida pieza inspirada en el bizarro caso de la muerte de un presbítero en extrañas circunstancias, dentro de una habitación de un hotel de tercera categoría. En esta versión Churión logró colocar muy profundamente su impronta, con el soporte de un acertado equipo artístico y técnico.

“Con el apoyo de un sobresaliente conjunto de actores, quienes asumen con pasión y entrega sus personajes enfrentando con valentía una puesta en escena sencilla, pero a la vez compleja por el uso de elementos que contribuyen a crear un montaje de matices virtuosos. Unido a su riesgo a nivel de dirección, que nace a partir de la lectura crítica y profunda de un texto significativo de la dramaturgia nacional con una temática vinculada a dilemas éticos y morales del individuo y la sociedad”, describe el veredicto.

Entre los más destacados sellos del director en este montaje resalta el perturbador uso de una cuerda que, en su representación de la culpa, acerca, aleja, amarra, enfrenta, somete y, solo a veces (cuando tenemos la certeza de que no es nuestra), libera a los tres personajes involucrados en esta sórdida historia que destripa, con la elegancia que podría tener un cirujano experimentado, la hipocresía de una sociedad caracterizada por la participación de la política y la religión como “principales titiriteros de un sistema” donde incontables vidas son arrebatadas en constantes asesinatos, pero no se les da la misma de cuando el muerto es, en este caso, un cura.

El discurso de Penitentes toma como base para su desarrollo un triángulo amoroso homosexual entre un muchacho, tal vez un estudiante, un cura y un chulo y a partir de esos “puntos de fuga” traza una perspectiva descarnada de una sociedad colorizada por la violencia, la hipocresía, la manipulación de los medios de comunicación social y las relaciones de poder entre la religión y las distintas esferas políticas.

La cuerdita

El uso de la cuerda como elemento de tensión dramática resultó tan perturbador que no menos de tres actores desertaron del montaje. La idea surgió de la necesidad de incorporar algún recurso que uniera a los personajes. En principio se pensó en un tatuaje común o en la cruz “algo que los amarrara de alguna manera y de lo cual no pudieran salir”, contó el director.

Y gracias a la afición de Churión por algo tan alejado del teatro como el montañismo, surgió la idea de la soga. Lo probó y para él resultó fabuloso como director, pero muy incómodo para los intérpretes. El último de los tres que salieron del equipo inicial, renunció luego de un mes de ensayos, con el equivocado pronóstico de que la puesta en escena no iba a funcionar.

Un compromiso

Pero Jeizer Ruiz, quien estuvo desde el principio, Rafael Monsalve quién logró hasta “divertirse” con el asunto de la cuerda y Francisco Aguana Guillén, actor que aportó al montaje una conveniente destreza en el manejo de la cuerda, apostaron junto a Churión a esta propuesta ganadora.

Para el joven director este premio no solo es un reconocimiento a su trabajo de unos seis años de preparación en la dirección escénica, sino además un gran compromiso que lo obliga a trabajar más duro. Ahora “siento que los próximos proyectos tienen que ser aún mejores, deben ser muy buenos. Siento que tengo que seguir sumando y haciendo buenos trabajos”, reconoció.

T/ Luis Jesús González Cova
F/ Cortesía R. B.