Concisión y expansión estilísticas – Por Luis Navarrete Orta

En cuestiones de estilo, nada de lo que se diga es definitivo. A pesar de los tratados de retórica, de los manuales de redacción y más allá de la pragmática de la sencillez en el periodismo, el estilo sigue siendo algo estrictamente personal. Hay sociólogos y politólogos que tienden a la expansión y, sin embargo, son, a la vez que precisos, sugerentes. Y hay periodistas que, aunque se les insista machaconamente en la concisión, tienden a la expansión. Lo importante es que se les entienda y, sobre todo, que no se pasen de la raya. Eso depende de muchos factores. Tanto del temperamento, que es algo que no congenia con las disciplinas académicas como del género o subgénero periodístico y de algo tan fluido e incontrolable como el ambiente global en el seno del cual se ejerce la delicada profesión de periodista. En medio de un clima social y político distendido, se tiende a la ponderación, mientras que es bastante probable que uno conflictivo y violento estimule un temple de ánimo equivalente. Ocurre, sobre todo, en los textos de opinión, pero también en la información. Un analista político puede ser muy ponderado cuando escribe en defensa de un gobierno, pero si la respuesta de los opositores es agresiva y desconsiderada, resulta lógico que eso incida en la tónica emocional de su estilo. También los científicos publican trabajos en la prensa en los que abordan temas polémicos. En esos casos, el cambio del estilo es inevitable. Por ejemplo, Luis Britto García usa un tono muy propio del analista ponderado y riguroso en América Nuestra que estás en la tierra: integración y revolución (ver RECUADRO I), mientras que en su columna “Pare de sufrir”, de Últimas Noticias, se luce jugueteando con las palabras en destrezas de escritor que domina las sutilezas del humor satírico (ver RECUADRO II).

Así, pues, mientras que en la información se reducen al mínimo las sutilezas de lenguaje, pues todo se concentra en la exposición y narración de asuntos, hechos y sucesos que deben ser presentados, dentro de la necesaria contextualización, mediante frases breves y directas. Es decir: precisión y claridad para que se capte en su totalidad la contextualización que aporta las implicaciones sociales de lo informado. Sobriedad no significa sequedad, pues se puede ser sobrio con soltura y elegancia. Eso sí: sin rebuscamientos estilísticos que oscurezcan la significación y trascendencia de lo informado y, en última instancia, que oculten la verdad. Por supuesto, esos rasgos generales de la información presentan variantes genéricas. No es lo mismo la reseña de una discusión en el parlamento que la de un partido de fútbol o la de una representación teatral. En el deporte, además de la efectividad de las jugadas, se gana o se pierde, mientras que en el teatro la valoración se concentra en la calidad de la representación. En el fútbol hay que narrar con una intensidad que refleje la de las jugadas; en la presentación cultural, con una intensidad más interior, más reposada.

Más allá de una prosa limpia y precisa y de la concisión y la expansión , que son como la envoltura de un regalo, siempre el lector debe inducir que el que escribió ese texto es alguien comprometido intelectual y emocionalmente con su temática. Solo entonces el estilo es la formalización verbal de un acuerdo consigo mismo, de una conexión total entre lo que se piensa y lo que se siente. Es allí donde se juega, en definitiva, la diferencia entre la concisión y la expansión estilísticas.

(RECUADRO 1: “Ese ser [se refiere al pueblo americano] es, simultáneamente un sujeto revolucionario. América Nuestra ha sido sucesivamente el otro, el siervo, el esclavo, el proletario, el informal, el excluido del mundo. Desde el comienzo de la Época Moderna sus clases dominantes son apéndices de poderes foráneos: su dominación, construcción de hegemonías extra continentales. Nuestra emancipación es ruptura de vínculos de alienación y explotación con la otredad: nuestra unidad, condición para quebrantarlos. Porque sufrimos un pasado, tenemos derecho a un destino. Porque el mundo contemporáneo no existía sin los aportes de Nuestra América, es tiempo de que el mundo contemporáneo deje existir la América Nuestra. Todo ayer que no trasciende en proyecto ha sido vivido en vano. Todo proyecto que no inicia un acto no vale la pena ser enunciado. (…) Nuestra historia intelectual es el proceso de construcción de esta conciencia”. (Luis Britto García. América Nuestra que estás en la tierra: Integración y Revolución).

RECUADRO 2: “Sabemos bien que quien se baña en Viernes Santo se convierte en pescado. Viceversamente los peces que saltan a la playa en Domingo de Ramos se vuelven temporadistas. Empieza así la mutua devoración entre quienes se vuelven pescados por estar en pecado y quienes comen pescado por no caer en pecado. Eso explica el milagro de la multiplicación de los peces pero no el de la multiplicación de los precios”. (Luis Britto García. “Pe(s)cado”. “Pare de sufrir”. Últimas Noticias”, 20-04-2014).

Luis Navarrete Orta, 02-11-2017