Condiciones electorales

POR: ALBERTO ARANGUIBEL B.

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“¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!”
Bolívar / Discurso de Angostura

En la controversial entrevista que le hiciera Lisa Howard a Fidel Castro en febrero de 1964, en La Habana, el líder de la Revolución Cubana sorprende al mundo con una actitud reflexiva y mesurada que difiere enormemente de la imagen salvaje que los medios habían creado de él desde antes de su llegada al poder en 1959, y que se había acentuado durante la llamada “crisis de los misiles”, en la que Cuba y los EEUU estuvieron a punto de protagonizar lo que muchos pronosticaban como el inicio de la tercera guerra mundial.

Ahí la ex actriz norteamericana interpela a Fidel con la insistente pregunta de “si estaría dispuesto a introducir cambios en la Revolución para reinstaurar la democracia en la isla”. Fidel, con su proverbial afabilidad y en un inglés precario que usaba más por cortesía con la periodista que por ninguna otra razón, le responde que “las naciones tienen distintas condiciones, y las diferentes condiciones suponen distintas vías hacia el progreso […] Lo que creo sinceramente es que el mejor principio, un principio internacional, es que la paz mundial estará garantizada cuando nadie trate de introducir una política en otra nación […]  Ustedes tienen una manera de pensar, nosotros tenemos otra. Ustedes tienen una idea de la democracia, nosotros tenemos la nuestra. Podría hablarle del desempleo en los EEUU, del racismo, de los negros de los estados del sur. No se le puede hablar de democracia a mucha gente en los EEUU. Para ellos la democracia es una formalidad. Ustedes tienen solo dos partidos, controlados ambos por la oligarquía, y a eso le llaman democracia. En la antigua Atenas hablaban de democracia y había miles de esclavos. Estados Unidos tiene muchos intereses en el mundo. En América Latina y en el resto del mundo sus compañías hacen trabajar muy duro a millones que carecen de derechos, no tienen nivel de vida, educación, asistencia médica. No es fácil, pero un día ustedes entenderán nuestra idea de la democracia.”

Cuando la periodista insiste en tratar de arrinconar al líder cubano con el argumento de la supuesta aspiración de los contrarrevolucionarios a que la Revolución retomara los principios de una “revolución democrática”, Fidel es tajante: “Cuando ellos dicen “revolución democrática” quieren decir “revolución capitalista”, “revolución de libre empresa”, influencia en Cuba de los monopolios. Piensan en sus intereses de clase, no en los obreros, en los campesinos, en los negros, en los estudiantes, en los intelectuales. Piensan en su interés material. Es a eso a lo que llaman democracia. Batista decía que él era democrático. Todos los ricos, los latifundistas, hablaban de democracia. Pero, Lincoln dijo que la democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. La Revolución Cubana es el gobierno que toma el poder con el pueblo para tomar medidas para el pueblo. Todas las medidas que tomamos son para el pueblo; un millón de cubanos no sabía leer ni escribir, ahora saben. Todo el mundo en Cuba tiene la educación garantizada. Todo el mundo tiene empleo asegurado. Falta mucho por hacer, pero en cinco años hemos hecho mucho y el pueblo lo siente.

La reflexión de Fidel en aquel momento ayuda a comprender lo que sucede hoy en los escenarios políticos que el neoliberalismo ha tomado por asalto para desatar su guerra de descalificaciones e infamias contra el Gobierno revolucionario de Venezuela, al que acusa de estar promoviendo una “elección antidemocrática” con su llamado al pueblo a votar el próximo 20 de mayo para elegir presidente de la República, aduciendo que no existen condiciones para tal elección.

Para el neoliberalismo, “democrática” será la elección que tendrá lugar en México este mismo año, así como lo será la inminente elección a llevarse a cabo en Colombia. Pero no la venezolana.

No tiene la menor relevancia para la derecha internacional que solamente en lo que va de año en México hayan sido asesinados más de 57 alcaldes, y que la desaparición y el exterminio de estudiantes y de periodistas sea ya una forma normal de vida en esa nación sin que el Gobierno de ultraderecha se pronuncie siquiera al respecto.

No significa nada, ni tiene ninguna importancia, que en Colombia hayan sido asesinados más de ciento cincuenta líderes campesinos y luchadores sociales en los últimos seis meses apenas, sin contar la dolorosa tragedia que representa la más alta cifra de desplazados en el continente y la segunda en el mundo, producto del hambre y la miseria tan espantosa que padece el pueblo de esa hermana república.

Como tampoco le preocupa en lo más mínimo que en Brasil el voto de cincuenta millones de brasileños sea desconocido en una conspiración leguleya que saca del poder a la presidenta electa democráticamente, y que el líder con mayor respaldo popular en la historia de la nación sea encarcelado sin pruebas solo para impedir su triunfo electoral.

Es “democrática” la elección de segundo grado en Estados Unidos, donde el voto del pueblo es desconocido para favorecer con la presidencia a quien obtiene el arbitrario y sesgado voto de los delegados del partido, así haya alcanzado millones de votos menos que su contrincante.

Las condiciones que exige hoy la derecha nacional e internacional para aceptar la elección presidencial venezolana, son, como decía Fidel en 1964, aquellas donde el neoliberalismo considere que sus privilegios de clase están completamente asegurados.

Algo así como que ningún líder de la Revolución Bolivariana, empezando por el presidente de la república, pueda ser candidato. Para esa derecha reaccionaria esa sería la condición perfecta.

Que la elección se realice con el método de las primarias de la oposición, en las que no existen ni registro electoral, ni auditorías, ni cuadernos electorales, ni mecanismos para evitar el voto múltiple por parte de un mismo elector, y donde la totalización la hacen a su antojo los militantes de los partidos de la oposición con sus celulares. De no ser así, el método de las elecciones colombianas, en las que las papeletas se van fotocopiando a conveniencia de los activistas políticos de la mesa electoral, sería mucho mejor.

Que el elector haga saber a los jefes de la oposición en la mesa electoral por quién pretende votar, a fin de anularlo en caso de ser por algún chavista, para garantizar que la revolución no haga “fraude” sacando más votos que la oposición. La oposición ha establecido que el chavismo no existe, sino que es una “turbamulta de marginales resentidos que son obligados a votar”.

Que solo aquellos candidatos que sean reconocidos por el Departamento de Estado norteamericano y por el Secretario General de la OEA como los legítimos representantes del pueblo, sean quienes tengan derecho a optar por el cargo de presidente. A tal efecto, deberá suspenderse la observación y acompañamiento electoral de cualquier otro organismo internacional, empezando por instituciones como el Centro Carter, por ejemplo.

Más allá de la caricatura (nada distante, en verdad, de la lógica opositora), lo cierto es que la oposición no puede explicar cuáles son sus “objeciones” al avanzado sistema electoral venezolano, simplemente porque su concepto de la democracia es incompatible con la aspiración de los pueblos a conquistar su bienestar y su independencia.

Una derecha alienada y sumisa a los intereses del imperio norteamericano, no podrá congeniar jamás con los principios de una verdadera democracia, porque la noción que tienen del poder los imperios no tiene nada que ver con derecho humano alguno.

Su reclamo por “condiciones electorales justas” no es, pues, sino una farsa más, en la que la oposición asume la defensa de quienes solo persiguen saquear nuestra economía, nuestros recursos, nuestras posibilidades, y exterminar nuestra independencia.

La condición a la que se compromete hoy el presidente obrero Nicolás Maduro, en la más estricta lógica del comandante Hugo Chávez, es la de asegurar que haya elecciones universales, directas y secretas, para que el pueblo pueda expresarse libre y democráticamente, y que no sean ni la violencia ni las agresiones externas las que determinen el rumbo de la Patria.

La condición de resguardar el derecho de las venezolanas y los venezolanos a ejercer el voto sin coacción ni amenazas de ningún tipo, sino más bien contando siempre con el apoyo pleno del Estado para que cada jornada electoral transcurra en paz y con el mayor grado de civismo.

La de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las Leyes en la defensa y preservación del modelo participativo y protagónico conquistado por el pueblo venezolano gracias al talante profundamente humanista de la Revolución Bolivariana.

Esas son las condiciones electorales del pueblo.

@SoyAranguibel