Por Oliver Reina|La crítica necesaria (Opinión)

Así como pocas cosas son tan fáciles como criticar por criticar, oficio común y secular por estas tierras, pocas acciones son tan revolucionarias como criticar, dar la cara y proponer cómo dar un salto cualitativo para superar la situación criticada. No es gratuito que el refranero popular con su sabiduría acumulada lo diga muy claramente: del dicho al hecho hay mucho trecho.

¿Cuántas veces el comandante Hugo Chávez nos pidió ser irreverentes en la discusión y leales en la acción? Es que planteándolo en muy sencillos términos, al ser genuinamente irreverentes con criterio y propositivamente críticos con convicción, la única consecuencia que puede esperarse es ser leales en las acciones devenidas, en principio consigo mismo para desde dicha lealtad, contribuir a aportar lo mejor de sí hacia las más valoradas causas colectivas.

Durante todos los años que hemos venido transitando en el proceso de Revolución Bolivariana la crítica ha estado presente, con sus momentos pico y sus ratos álgidos.

Críticas desde el progresismo del sector llamado académico, desde quienes alguna vez acompañaron las filas revolucionarias en responsabilidades de envergadura y de otros muchos sectores organizados y orientados por un espíritu colectivo de acción y justicia social han ido y venido en estos años, las más de ellas abiertamente desmarcadas del carácter malsano o destructivo que suele ser el sino de la crítica profesada por quienes ocupan sus esfuerzos en ver hacer aguas la Revolución.

La crítica debe ser bienvenida en las filas revolucionarias, pues ella misma es el origen de este proceso de cambios y crecimiento social. Sin embargo, para que esta crítica sea en extremo responsable y profundamente ética debe en el mismo movimiento con el cual señala faltas en otros, reconocer las propias y hacerse responsable de ellas. Sin ese anclaje, las palabras terminan siendo volátiles e inconsistentes.

Bienvenida la crítica, bienvenidas las propuestas pero muy principalmente, bienvenida la acción de asumir responsabilidades. Este proceder no solo es éticamente correcto sino legítimamente revolucionario, tal como actuó el comandante Chávez el propio 4 de febrero de 1989, quien al dar un paso al frente y responsabilizarse por el levantamiento militar que terminó llevándolo a la cárcel, mostró de qué madera estaba hecho. Que el grito de guerra de “¡seamos como Chávez!” no sea palabra sino verbo.

@oliv22