Por Fernando Buen Abad|Critica del silencio nuestro (Opinión)

Es un secreto, o eso parece, el cúmulo de éxitos sociales de las revoluciones que despiertan. Se trata de un secreto, o eso parece, porque una especie de censura tiende a convertir todo en “dudas”, “sospechas”, “incertidumbres” y hasta “interrogaciones” profundas en manos de sesudos analistas, con ceño fruncido, que mientras iluminan sus cabezas shhhhhh… secreto, o algo parecido, ¡muy parecido!

Para garantizar ese secreto hay muchas voluntades paridas en las entrañas de las más confusas natas ideológicas burguesas. Ya debiera haber fiestas continentales, efemérides nuevas, por ejemplo, por haber encerrado en la cárcel a los protagonistas del plan cóndor; ya debiera haber algarabías para celebrar a los cuatro vientos los millones de ojos, sonrisas, corazones y alegrías salvadas del pantano neoliberal donde quiere hundirnos el imperio.

Ya debiéramos tener celebraciones masivas por la recuperación de fuentes energéticas, de recursos naturales y de soberanía financiera en más de un territorio en revolución. Deberíamos saltar de alegría por las mil y una buenas tareas que han frenado a las jaurías burguesas, que les han incomodado su libertad de desastre y han ido imponiendo condiciones emancipadoras nuevas.

Deberíamos celebrarlas, mucho y bien, aunque sean incipientes, incompletas e imperfectas. Por ahora. Total para ellos lo que no es obra propia es como si no existiera. Muy parecido a la mezquindad burguesa. Pero los pueblos se orientan de otras maneras, su intuición revolucionaria exige calidad de espíritu y calidad de acción. Es preciso estar ahí, y celebrar, cada pequeño o grande paso que pueda ser, acaso, motor de fuerza moral que desate huracanes revolucionarios y comunicación. Nada puede desperdiciarse.

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