Por Walter Ortiz |El cronómetro avanza (Opinión)

Todo el año 2016 ha sido fijado por Washington como el espacio temporal para dar al traste, o al menos avanzar, en el desmonte progresivo de las democracias latinoamericanas que, con sus errores y virtudes, lograron posicionar a la región en mejores estándares de vida que cualquier otro momento de la historia contemporánea.

Sin embargo, y tomando en cuenta que este balance histórico tardará en ser reconocido, la realidad actual es que la crisis estructural del modelo capitalista ha afectado unas economías regionales que en mayor o menor grado son peligrosamente dependientes de la venta de materias primas, en algunos casos con predominio de uno que otro producto.

El gobierno de los Estados Unidos, teniendo en cuenta lo anterior, arrecia los ataques utilizando formulas viejas, renovadas con el siglo que corremos, y con elementos novedosos como el de una guerra a la economía nacional que no tiene rostro visible, pero complicidades posee muchas.

Venezuela, sometida a toda clase de tropelías, ahora se encuentra en la encrucijada de procurar salidas que lleven a la estabilidad y restitución de situaciones normales, propias de una crisis económica mundial que nos afecta. La oposición ha llegado a la línea entre el referéndum revocatorio, mecanismo constitucional único para la cesación de un gobierno de elección popular en nuestra República, o cualquier otra fórmula que puede mandar al despeñadero la República con consecuencias impredecibles.

A este mes, abril, no hay que ser pitoniso o prestidigitador para darse cuenta que hay factores buscando un golpe de estado clásico que borre del mapa la Revolución Bolivariana y la estabilidad en América Latina, destruyendo a su vez la declaratoria de zona de paz realizada por sus estados. Las fórmulas jurídicas, carentes a simple vista de base que las sustente, ya cansan al gobierno estadounidense, al punto que en casos como el de Brasil empieza a encontrar obstáculos complejos de soslayar.

En el caso venezolano existe un caso parecido. Las presiones y declaraciones contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana responden al desespero de sectores que no encuentran cajas de resonancia a la aventura, menos cuando a ojos vista la Constitución Nacional contiene fórmulas más que suficientes para saldar los deseos de quienes aspiran cesar determinado Gobierno.

Así como las presiones, el desespero tiende a incrementarse. El gobierno de Obama sabe que 2016 es el año para tomar por asalto lo que ellos llaman su patio trasero, y ordenan en consecuencia. Siendo así, la oposición optó por desarrollar la agenda política por delante de lo social, realizando varias acciones de una manifiesta torpeza y arrogancia política que, como era de esperarse, han generado reacciones de rechazo en toda la sociedad venezolana.

El manejo errado de un tema como la llamada por ellos amnistía y reconciliación, ha terminado por colocarles más pequeño el grupo de barajas casi ilimitadas que poseían hace 4 meses, cuando obtuvieron una victoria inobjetable, y que se irán perdiendo en la misma medida que pase el tiempo que nadie les impuso sino que ellos mismos le colocaron a su espejismo de seis meses.

El gobierno trabaja para resolver la crisis económica, con una fórmula que solo el tiempo dirá si funciona o no. La oposición trabaja, tutelada por Washington para salir del gobierno de cualquier forma. Parece enredada en su propio juego.

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