Por Marcelo Barros|Cuaresma de la Misericordia (Opinión)

Misericordia es una palabra que necesita ser rescatada. En el lenguaje común, las personas entienden la misericordia como sentimiento de piedad, dado como limosna para quién no tiene otro remedio en la vida. Así, nadie quiere ser objeto de misericordia. Sin embargo, en las antiguas tradiciones espirituales y en la cultura bíblica, la misericordia es más que un sentimiento. En el siglo IV, San Agustín explicó que el término latino misericordia viene de la expresión «misercordare» (dar el corazón a quién lo necesita). Esto implica la solidaridad, pero practicada con el corazón. En la cultura bíblica, decir que una cosa se hace con el corazón significa no solo «con sentimiento» o «con afecto», pero sobre todo con lo que hoy se llama «inteligencia espiritual», de modo que comprometa la integridad del ser.

En la Biblia, Misericordia es un nombre divino y que recuerda: Dios nos ama como una madre ama el hijito que está en su vientre. En una cultura en la cual la esterilidad de la mujer era vista como maldición, Dios abre el útero de las mujeres estériles y revela que todos, mujeres y hombres, pero principalmente los que el mundo considera frágiles y sin poder son los protagonistas principales del mundo nuevo que el Espíritu suscita en medio de nosotros.

Hasta hoy, en nuestra vida personal y social, podemos pensar que la misericordia divina abre el vientre de nuestras esterilidades y hace con que todo aquello que en mi vida y en tu vida parece incapaz de cambiar pueda ser inicio fecundo de una vida nueva. En los Evangelios, Jesús expresa esta misericordia divina al sanar a enfermos y liberar a los oprimidos como testimonio de que el reino de Dios se manifiesta en este mundo y siempre trae justicia y liberación.

A inicios de los años 90, en El Salvador, Jon Sobrino, uno de los principales teólogos latinoamericanos, escribió un libro en lo cual propone la misericordia ya no solo como actitud casual, sino como criterio organizador de toda nuestra vida. Muchos estudiosos creen que la cura más eficaz para nuestra sociedad enferma es la delicadeza manifestada en las relaciones humanas como base de la organización social.

Sería una sociedad fundamentada en un diálogo crítico capaz de asumir los eventuales conflictos sociales de forma no violenta y ética. Sin embargo, pide que nos pongamos siempre del lado de los más frágiles y necesitados de la sociedad. Dios quiere que seamos misericordiosos con los demás, incluso si no son justos o chicos buenos.

Dios nos trata con misericordia y nos pide seguir ese camino. Jesús dijo: «Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 9: 9).

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