Por Rafael Garrido Á.|Cultura de paz: desafío del siglo XXI (Temática)

El siglo XX estuvo cargado de grandes conflictos bélicos que cobraron millones de vidas alrededor del mundo. La guerra de Vietnam, la guerra de Bosnia, el genocidio en Ruanda, por mencionar solo algunos conflictos, tuvieron un impacto devastador y se caracterizaron por la crueldad y la violencia extrema. Desafortunadamente, a inicios del siglo XXI el panorama parece no mejorar como lo demuestran la guerra en Afganistán, Irak y Siria, entre otros conflictos armados. Tomando en cuenta estos antecedentes en los que la violencia escala, cabe preguntarse: ¿Es posible alguna alternativa? ¿Estamos condenados a vivir interminables ciclos de violencia? ¿Qué podemos hacer para encarar la cultura de la violencia?

LA PAZ COMO PRINCIPIO DE CONVIVENCIA

Desde la Carta de San Francisco, instrumento que en 1945 dio origen a las Naciones Unidas, se estableció que uno de los propósitos de dicha organización era “(…) mantener la paz y la seguridad internacional, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz.”

Tal como lo plantea la Carta de San Francisco, la paz es una herramienta básica para la convivencia armoniosa entre los Estados en la comunidad internacional, por lo tanto requiere de esfuerzos por neutralizar las amenazas de conflictos y buscar medios de resolución de los mismos. Es necesario recordar que los derechos humanos surgen a partir de la II Guerra Mundial, cuando en el seno de la recién creada Naciones Unidas, se discutían formas que permitieran evitar la crueldad humana patrocinada por los Estados.

PAZ Y NO VIOLENCIA COMO PRINCIPIO

Una de las formas de fomentar la cultura de paz es a través de la promoción de la no violencia, lo cual implica hacer esfuerzos por encontrar formas constructivas para enfrentar los conflictos, evitando la escalada de la violencia.

La no violencia es también una forma de resistencia, un principio ético que requiere una gran convicción para hacer frente no solo a la violencia directa, sino a la violencia estructural y cultural.

Un referente de la promoción de la resistencia pacífica es Mahatma Gandhi, quien practicando la áhimsa, un principio filosófico presente en el hinduismo con base en la no violencia y el respeto a la vida, llamó a la desobediencia civil pacífica en la India logrando la independencia de ese país que se encontraba bajo dominio colonial británico.

La marcha de la sal liderada por Gandhi en protesta por la imposición de impuestos británicos sobre la producción del mineral fue un hito para la independencia de la India y para inspirar a otros líderes, promotores de la paz como es el caso de Martin Luther King Jr., quien formó parte del boicot de autobuses de Montgomery, una protesta pacífica en contra de la segregación en el transporte público que obligaba a personas afrodescendientes a ceder sus asientos a personas blancas y ocupar solo la parte trasera de los buses. Un llamado que hizo que tras la decisión de dejar de usar el transporte público generó un impacto económico grave logrando que tiempo después, la Corte Suprema de Estados Unidos decidiera que las leyes de segregación del estado de Alabama eran inconstitucionales.

ALTERNATIVAS A LA VIOLENCIA

El concepto de cultura de paz se trabaja como una alternativa a la violencia sobre la base del respeto a las diferencias y valores como la equidad, la justicia, la libertad en favor de una convivencia pacífica. Los derechos humanos son un referente necesario para orientar la cultura de paz, y es por ello que el libre y pleno ejercicio de tales derechos si bien no garantiza la paz, al menos nos encamina hacia sociedades mas justas e igualitarias.

Revisando la historia, podríamos creer que la humanidad es invariablemente violenta, pero hay quien piensa que así como hay potencial para la violencia también para la convivencia pacífica.

La cultura de paz tiene que ver con la educación desde una perspectiva incluyente, que fomente el respeto a las diferencias y que promueva las libertades. Cultura que puede ser promovida e implementada en lo personal, familiar, institucional e incluso lo gubernamental, de modo que se puedan obtener cambios en la sociedad.

Entonces, la forma en que abordamos los conflictos puede conducir a la violencia, pero si se enfrentan de forma creativa y empática pueden devenir en soluciones pacíficas. Ese es el desafío del siglo XXI, transformar los conflictos para lograr la paz.

I/ Edgar Vargas