Por Betania Vieras|DDHH desiguales (Temática)

Para las y los que nacimos oprimidos en un sistema dirigido por quienes tienen el poder económico, político e ideológico, poner de manifiesto una orientación o identidad sexual diferente a la heterosexual es un hecho subversivo. El patriarcado, sistema desigual que subyuga a lesbianas, mujeres y hombres homosexuales, consiguió legitimar por medio de instituciones judiciales, religiosas y políticas que lo que sostiene una sociedad es la heterosexualidad y ésta se impone como norma. Es por ello que desde mediados del siglo VI en las diversas culturas y sistemas sociales hegemónicos se ha reprimido mediante el castigo a las y los desertores del contrato heterosexual dejando caer sobre nosotras y nosotros todo el peso de la ley que aun hoy día llevamos a cuestas.

Esta última afirmación puede parecer exagerada o extemporánea, si se desconoce que actualmente mas de 70 países del mundo penalizan la orientación sexual diferente y cinco de estos contemplan la pena de muerte como condena (según el Informe sobre la Homofobia de Estado desarrollado por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales Trans e Intersex ILGA en el año 2010). Esto sin hacer referencia a las violaciones correctivas, detenciones arbitrarias y discriminación en lugares de trabajo y centros educativos; así como la privación en el acceso a servicios básicos como la vivienda y la asistencia médica a la que se nos vemos expuestas y expuestos en cualquier lugar del mundo sin que ninguna ley ni institución lo evite.

Resulta sorprendente y contradictorio que a 68 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos amplios sectores de la población mundial (mujeres, afrodescendientes, migrantes, sexodiversos…) continuemos al margen de esas garantías humanas que se caracterizan por ser universales, inalienables, interdependientes e indivisibles. Y aun mas paradójico el hecho de que gobiernos intervencionistas y organismos internacionales se jacten de ser defensores y protectores de los DDHH para señalar con dedo inquisidor a ciertas naciones acusándoles de no garantizar a la población tales o cuales derechos pero obvien todos aquellos en los que el derecho a la vida, por ejemplo, está condicionado por el sexo, la identidad u orientación sexual.

Si bien es cierto que la lucha de las mujeres, feminista y de los movimientos sexo diversos ha conquistado avances en materia legislativa desde mediados del siglo XX, aun son muy pocos los cambios tangibles en nuestro desarrollo y buen vivir. Aun hoy, después de innumerables avances científicos y tecnológicos hablar de formas de amor o de familias que rompen la heteronorma sonroja rostros y altera egos malsanos. Por tanto se hace imperativo abandonar la demagogia del mundo moderno y avanzado para enfocarnos en la realidad material de quienes seguimos siendo presa de ese desgastado sistema de desigualdades y opresiones.

betania.vieras20@gmail.com