De abriles

JIMMY LÓPEZ MORILLO

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Uno lleva aquellos días de abril prendidos en la piel, en el alma, como una flor de oscurana y amaneceres, desde las primeras vigilias entre Miraflores y nuestra parroquia, con la conjura nacional e internacional desgranando los pasos para dar el mortal zarpazo.

El 11, cuando la marcha opositora fue desviada hacia Miraflores, comenzaron a llamarnos. “¡A concentrarse en Llaguno!”, apuraban desde el otro lado del teléfono. Sin percatarnos, al salir de casa: abrazamos y besamos a nuestra madre. No sabíamos si regresaríamos.

Al llegar al puente, las mujeres nos encarnaban las mejillas con sus pinturas de labios, “para no confundirnos, por si acaso ellos pasan”. Jamás podíamos imaginar que la saña conspiradora ya había tomado posiciones a nuestras espaldas y al frente, donde la Policía Metropolitana de Alfredo Peña, Iván Simonovis y Hnery Vivas, a tiro limpio le abría paso a la marcha sediciosa.

No recordamos a qué hora comenzó la balacera, solo cómo caían a nuestro alrededor, heridos de muerte, el primer camarada, el segundo, el tercero y así, hasta que perdimos la cuenta, mientras aquel asfalto nos quemaba el corazón. No sabíamos de dónde salían las balas; la angustia, rabia, impotencia, se conjugaban con la seguridad que nos unía a todos: seguiríamos resistiendo, aun desarmados.

En algún momento, fuimos hasta la tarima ubicada entre los dos palacios. Vimos rodar sin vida a un camarada en el Palacio Blanco, víctima de un francotirador desde el hotel Ausonia. Una anciana parada a un costado del Palacio de Miraflores, nos dio una botella de agua. “Llévela para allá -señaló al puente-. Ustedes la necesitan más que yo”.

Fue una tarde interminable, al igual que la noche en la que observábamos incrédulos el devenir de los acontecimientos. Allí escuchamos nuestra sentencia de muerte en la voz de Camacho Cairuz: “¡Los tenemos ploteados!” . También a Lucas Rincón: “La cual aceptó (la renuncia)”. Y a Jorge, un joven camarada que, reseca el alma de tanto llanto y con una vieja escopeta en la mano, clamaba: “El Presidente no ha renunciado. ¡Vámonos otra vez a Miraflores!”. Y nosotros, hablando de clandestinidades, de la resistencia que parecía avecinarse.

Todo cambió, sin embargo, un par de días después, cuando al pueblo venezolano le tocó ser protagonista de otra historia, inédita hasta entonces en el mundo: la unión cívico-militar asumiendo las riendas, inundando las calles de nuestra nación y rescatando, en una madrugada inolvidable que nos encontró otra vez en Miraflores, a nuestro legítimo presidente, Hugo Rafael Chávez Frías.

Es una lección que estamos dispuestos a refrendar, cada vez que sea necesario, frente a los enemigos de la patria, los de afuera y los de adentro, quienes pretenden incursionar en nuevas aventuras. No se equivoquen, no es un eufemismo: todo 11 tiene su 13 y jamás podrán vencernos.

jimmylopezmorillo@gmail.com
Caracas