Columna Canalla Mediática|De la decepción al guayabo (Opinión)

«Mátame guayabo, que el amor no pudo», le canta la subsecretaria de Estado a los países que le cortaron las patas al imperialismo.

Muchos son los tratados que se han escrito en torno al tema del amor no correspondido, ese que ha inspirado a poetas de baja monta que con solo rimar dos o tres palabras, ya tienen asegurado su próximo éxito.

Pero, en contraste, no abundan los escritos sobre los guayabos políticos que le «queman las entrañas» a los imperios que, en algún momento, fueron «dueños del corazón» (y de las riquezas) de pueblos que, un buen día, pronunciaron las fatídicas tres palabras que anticipan el fin de la relación: «tenemos que hablar».

A diferencia del guayabo amoroso, el guayabo político no expresa un dolor real ante la pérdida de lo amado.

El enguayabado político no sufre por desamor sino por desinterés, lo cual confirma que «el amor y el interés se fueron al campo un día, y más pudo el interés que el amor que le tenía».

Cuando Roberta Jacobson lagrimea su decepción ante «el débil respaldo que los países latinoamericanos le han dado al decreto de Obama», no hace otra cosa que aceptar el maleteo que a la política injerencista estadounidense le están dando los países que hace tiempo dejaron de creer en sus promesas de amor.

Aseguran los expertos en despechos que «un clavo saca otro clavo”, idea que remite al incansable trajinar de cantina en cantina «en busca de otros brazos» que «alivien el dolor de tu partida».

El bar ya cerró sus puertas y el mesonero apila las últimas sillas sobre las mesas, mientras barre con desgano las colillas y las lágrimas de la noche anterior.

Pero ella sigue allí, empeñada en sufrir, aferrada a la rocola que repite incansable: «porque nunca habrá nadie que pueda borrar el vacío que dejaaaste en miiii».

T/Armando Carías
armandocarias@gmail.com