Despatriarcalizarnos… ¿Despatriar… qué?

LA ARAÑA FEMINISTA

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Patriarcado es la dominación de los “hombres libres” sobre las mujeres, las hijas e hijos, y también sobre los otros hombres que no tienen la misma condición social, racial, orientación sexual, identidad de género y el mismo grado de instrucción, por lo que no implica meramente la dominación de los hombres sobre las mujeres.

Ya con esto claro, entonces podemos ver mejor el papel que juega el patriarcado en ese todo ideológico que sustenta al sistema de dominación actual, que está compuesto esencialmente por la triada del mal: patriarcado, colonialismo y capitalismo; cada uno le imprime un acento particular a un sistema construido para mantenernos a las mayorías sometidas a los intereses de un pequeñísimo grupo, de una clase social. Mientras el capitalismo actúa básicamente en el área económica controlando la producción, la distribución y el consumo, el colonialismo en cambio controla nuestros pensamientos a través de un fuerte bombardeo mediático y cultural que nos desapega de nuestras raíces históricas, étnicas y territoriales, mientras el patriarcado hace lo propio en el ámbito privado y de las relaciones de poder que se establecen entre los seres humanos.

Pero entonces nos preguntamos cómo se manifiesta el patriarcado en nuestras vidas. Es este flagelo sistémico el que justamente nos ha impuesto roles de sumisión y dominación dentro de la familia, dentro del Estado y dentro de la sociedad; estableciendo un sistema de organización social sobre la base de satisfacer las necesidades de los hombres blancos, profesionales, de clase alta, de entre 25 y 60 años y heterosexuales.

Por ejemplo: las mujeres quedamos relegadas, aunque trabajemos en un empleo formal, a cumplir con las labores inherentes al cuidado de la vida y del hogar como un deber asignado desde que nacemos; también establece como “normal” la heterosexualidad, lo que ha significado que el resto de identidades, orientaciones y expresiones de género sean consideradas “anormales”; impuso un modelo de familia y sociedad cónsono con sus intereses en los que las niñas, niños y adolescentes no tienen ni voz ni voto, considerados por siglos sujetos sin derechos que deben ser representadas(os) por las y los mayores.

En vista de todas las desigualdades que trae el patriarcado consigo es que las mujeres, especialmente las feministas, hemos emprendido una lucha sin cuartel contra éste, en el entendido de que es parte indispensable del sistema que por siglos nos ha sometido. Por ello nos planteamos la despatriarcalización del Estado, de la cultura y de la sociedad, a sabiendas de que es la única forma de lograr la liberación plena, en igualdad de condiciones, de oportunidades y de derechos no solo para las mujeres, sino para las mayorías oprimidas.

T/Daniella Inojosa
(Colectivo Tinta Violeta)
I/Edgar Vargas


Constituyente, justicia para la participación política de la mujer

“Hombres, sus derechos y nada más;
mujeres, sus derechos y nada menos…”
(Susan B. Anthony)

Olympia de Gouges reivindicó la igualdad de derechos entre mujeres y hombres en el contexto de la Revolución Francesa, impulsando la Declaración de los Derechos de las Mujeres como Ciudadanas. Tan arriesgada idea no tuvo éxito y de Gouges terminó en la guillotina en 1793. Sin embargo, sus aportes son referencia para la historia del feminismo.

Esa Declaración avivó el espíritu de la filósofa inglesa Mary Wollstonecraft, quien en 1792 escribió la Vindicación de los derechos de la mujer. Defendía el derecho a la educación de las mujeres y los derechos cívicos y políticos. La negación al derecho a la instrucción era una de las razones por las cuales la mujer no podía acceder a la vida política.

En el siglo XVIII los movimientos de mujeres reivindicaron el derecho a la educación, al trabajo, los derechos matrimoniales y el derecho al voto. A este siglo se le denomina «la primera ola» del feminismo.

La “segunda ola” del feminismo comenzó en el siglo XIX y finalizó a mediados del siglo XX. Uno de sus objetivos principales fue el derecho al voto, llevada a cabo por las sufragistas.

La mujer venezolana con su espíritu indómito de resistencia heredado de las heroínas indígenas e independentistas, emprendió años de lucha por la conquista de sus derechos y espacios de participación, ante la discriminación política de la época, donde el patriarcado la mantenía en la domesticidad del hogar.

Las venezolanas obtienen su derecho al voto por primera vez el 27 de octubre de 1946 en el ámbito de una Asamblea Nacional Constituyente, en la que fueron elegidas 12 mujeres como integrantes de dicha asamblea.

Esa Constituyente fue definitoria y consagró el derecho al voto directo, secreto y universal a las venezolanas. Era el 14 de diciembre de 1947.

HERMOSA CONQUISTA

La Asamblea Nacional Constituyente de 1999 dio lugar a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La equidad de género transversaliza todo el texto constitucional. Las hace coprotagonistas de los cambios sociales como ciudadanas de plenos derechos y deberes.

PARIDAD CON ALTERNABILIDAD

Los esfuerzos que se han desarrollado en Venezuela a favor de la paridad no han tenido éxito. Las mujeres exigen mayor participación. La paridad del 50/50 debe ser una norma de obligatorio cumplimiento por parte de las organizaciones políticas.

La paridad del 50/50, en las listas paritarias y alternas por género es un mecanismo justo, eficiente e inmune a los sesgos masculinos, tan común en los partidos políticos.

La participación política exige una conciencia militante feminista no patriarcal ni androcéntrica. La Asamblea Nacional Constituyente 2017 abre el camino de la justicia para profundizar los derechos y la participación política de la mujer.

T/Carmen Hernández
(Noticias de Mujeres)