Por Walter Ortiz|El desprecio a la libertad y la democracia (Opinión)

Cuando el comandante Hugo Chávez hablaba de la necesidad de elevar el debate y la calidad de la política lo hacía bajo la convicción clara de que un líder, si es que de verdad lo es, no solo debe estar consustanciado con las batallas históricas y diarias de su pueblo sino además debe sostener a toda prueba una lealtad total para con él.

Teniendo como centro esta forma de hacer política, el comandante Chávez asumió en todo momento, desde la cárcel incluso, cada uno de los pasos que daba el proyecto bolivariano, no se hizo un escudo de protección personal o política, no difamó ni infamó a nadie, no mintió a nadie cuando habló de cómo debía ser la nueva Venezuela.

Tampoco, y más importante aún, se excusó de sus responsabilidades como líder político, no delegó derrotas y asumió victorias, sino que, como buen timonel, tomó para si los buenos y malos momentos, los fracasos y logros de una Revolución nada fácil de construir, por las contradicciones que siempre encarna, por aquella dialéctica constante de la cual tanto escribió Carlos Marx.

Al recordar esto, uno no puede sino comparar aquella clase de líder, con estos “señores” que están en la cárcel, no cómo presos políticos, sino por la comisión de delitos contra el pueblo en primer término, lo cual es lo más grave, y luego contra el Estado y sus instituciones.

Bien sea a través de audios, uso de redes sociales, o manifestaciones de carácter público, de ellos o sus séquitos, demuestran un absoluto desprecio por la democracia, la libertad, el pluralismo político, el pensamiento distinto, las elecciones o cualquier cosa que no exprese su proyecto político antihumano, antibolivariano, demoledor de los conceptos más simples de la justicia social o la igualdad.

Hay quienes afirman que la derecha no tiene proyecto político y asumen como válida esta afirmación, con la supuesta prueba de que no hicieron campaña en sus “primarias”, por no tener nada que ofrecer al pueblo.

El hecho de no ofrecer, no significa no tener. Al anunciar por diversas vías que el medio para dirimir diferencias es el atajo, la violencia y la eliminación física del adversario, esgrimen las banderas del proyecto político fascista y de economía neoliberal, el cual no pueden ofrecer de cara al viento, porque serían rechazados por un pueblo venezolano que hace tiempo abandonó esos derroteros.

Si pretendemos ganar la Asamblea Nacional (AN) no solo debemos derrotar la guerra económica que tanto daño hace a los venezolanos en sus día a día, sino quitar la máscara a quienes vienen una vez más a asumir las banderas de Hugo Chávez, como si ellos fueran sus dueños, cuando demostrado está que, en los espacios donde han gobernado, lo que han dejado es todo menos algo de lo que ahora ofertan a cambio de votos.

Este pueblo noble y batallador ya no es el mismo ingenuo de años atrás, eso es válido para todos, para nosotros también, pero especialmente para quienes en la oposición mienten descaradamente para buscar votos a cambio de una mayoría para derrocar el Gobierno de Nicolás Maduro. Lo demás son fábulas.

walter1982@gmail.com