Destruir el lenguaje y descolonizar el pensamiento

Rompiendo la Norma: Por Betania Vieras

TEMÁTICA

“Lenguaje: conjunto de señales que dan a entender algo” esta fue la definición que mi viejo Diccionario de la RAE arrojó cuando me detuve a pensar dicha palabra. El lenguaje entendido como instrumento, como recurso útil para intercambiar productos pertenecientes al plano de lo abstracto, las ideas y pensamientos. Y con lo abstracto viene la filosofía y la metafísica, la complejidad de un análisis aparentemente interminable cuyas aristas apuntan en múltiples direcciones. Me interesa en este momento analizar cómo la simbología del lenguaje define y delimita el ideario colectivo.

Releyendo fragmentos de la Rayuela de Julio Cortázar me topé con esta afirmación “…Lo único que prueba mi lenguaje es la lentitud de una visión del mundo limitada a lo binario”1, y Monique Wittig reapareció en mi cabeza con su propuesta de universalizar el punto de vista de los sectores minoritarios mediante la literatura: “Un texto escrito por un escritor minoritario solo es eficaz si consigue que el punto de vista minoritario se haga universal”2 afirma, pero ¿cómo universalizar el punto de vista de un sector minoritario (el de las “minorías sexuales latinoamericanas” por ejemplo) sin utilizar el mismo recurso que aquellos que sostienen el pensamiento hegemónico? ¿De qué instrumento se vale en escriter minoritarie para universalizar una idea, una nueva visión del mundo sino es del lenguaje que conoce?

Esta cuestión necesariamente me lleva a pensar ¿Cuál es el punto de vista que las “minorías sexuales” queremos universalizar? Definitivamente, este punto de vista necesita destrozar el imperante, destruir las estructuras de pensamiento vigente, desarticular las categorías sexuales que el punto de vista patriarcal impuso, la heterosexualidad entre éstas.

No trastocaremos el ideario cultural patriarcal si nos conformamos con incluir palabras a un léxico establecido (lesbiana, bisexual, transexual, transgénero, travesti, queer, pansexual, polisexual…), primero, porque estas categorías reafirman nuestra existencia como lo otro, lo externo; y aunque nos hace reconocibles sexualmente a la vez nos normaliza y sella como lo contingente; segundo, porque seguiríamos fragmentando y delimitando a espacios reducidos la complejidad de lo humano y la sexualidad.

No solo no puede bastarnos con anexarle nuevas categorías sexuales al lenguaje hegemónico sino que además no podemos conformarnos con las letras, las palabras, los sufijos y prefijos vigentes. No puede bastarnos un /a al final de cada título (nosotras/os, doctora/doctor); revolucionaria es la labor de crear nuevas palabras, nuevos conceptos que definan lo inexistente, lo que queda flotando alrededor de las categorías universales, pero pensados desde las diversas maneras y medios en los cuales se vive la sexualidad.

Re-construir un lenguaje que permita pensar lo que el vigente imposibilita, deslastrado de la imposición totalitarista e imperialista del concepto humano occidental. Recuperar nuestras lenguas originarias es un punto de partida vital. Recuperar nuestros dialectos y con ellos nuestros modos de vida e idearios para re-articularlos desde el contexto social actual.

Y no intento desestimar la lucha política de los movimientos Lgbti por su reconocimiento, yo misma hago parte del movimiento separatista de Lesbianas del Abya Yala porque creo en la necesidad de reconocernos como sujetas de mecanismos de opresión específicos y creo en la potencialidad del lesbianismo como postura política antipatriarcal, como insurrección al dominio de la masculinidad hegemónica sobre nuestros cuerpos. Mas entiendo que este franco de lucha no sería necesario en un contexto social y político en el que la diversidad de la humanidad fuese la única norma, he allí nuestro reto.

betania.vieras20@gmail.com
I/Vargas