Durante el recién finalizado año 2017, uno de los hitos más importantes de la política internacional fueron las conversaciones de paz entre el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática de la República Bolivariana de Venezuela. Un nuevo esfuerzo para detener la escalada de choques cada vez más violentos y de imprevisibles consecuencias, con una elevada y creciente cifra de víctimas humanas y daños materiales.
No fue casual que ambas partes escogieran a la República Dominicana como sede del diálogo, lo que convirtió a Santo Domingo en la capital de la paz y la esperanza.
La escogencia de nuestro país es un reconocimiento a una política internacional equilibrada y de firme compromiso con la integración regional, que nos convierte en una plaza idónea para la reflexión, el consenso y la construcción de paz, en el marco del respeto mutuo. A esto se suma una postura neutral en el conflicto: la actitud equidistante y respetuosa de las posiciones de ambas partes y, la manifiesta voluntad política y el prestigio internacional del presidente Danilo Medina. Una figura que desde los inicios de su mandato ha demostrado ser un símbolo de sobriedad, prudencia y capacidad de interlocución para lograr el consenso ante cada situación. Siempre en el marco del diálogo y el derecho internacional.
Desde el 2014, según palabras del presidente venezolano Nicolás Maduro, el gobierno y la oposición sostuvieron más de 100 encuentros, entre públicos y privados, sin avanzar hacia compromisos y acuerdos que permitan superar la crisis. No obstante la buena fe y el gran esfuerzo de un grupo de notables mediadores internacionales, entre ellos el expresidente dominicano Leonel Fernández, los resultados no fueron significativos.
Cuando la sinrazón de la violencia parecía imponer su aplastante lógica, y la escalada de la confrontación parecía desembocar en una verdadera catástrofe nacional, regional e internacional, es cuando más valor adquiere la mediación de la República Dominicana y del presidente Danilo Medina.
El proceso de paz en Venezuela ha atravesado momentos prometedores y también angustiosos. En marzo del 2016 se celebró la primera reunión en República Dominicana, con la presencia de representantes del gobierno y de la oposición. En esa ocasión las pláticas estuvieron acompañadas por la UNASUR y los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, de España; Martín Torrijos, de Panamá, y Leonel Fernández, de República Dominicana. El 30 de octubre de ese mismo año se incorporó a los debates el Sr. Emil Paul Tscherrig, comisionado del Vaticano.
En septiembre del 2017, y luego de atravesar Venezuela uno de los mayores brotes de violencia política de los últimos tiempos, se reinició el diálogo en República Dominicana. Tras el retiro de los representantes de la oposición, quienes alegaron distintas insatisfacciones con la marcha del proceso, se retomó el 16 de noviembre. Los días 2 y 3 de diciembre se efectuaron nuevas sesiones de diálogo con la presencia personal e ininterrumpida del presidente Danilo Medina, aspecto este muy reconocido por las partes, y también de los cancilleres de Chile, México, San Vicente y las Granadinas, Bolivia, Nicaragua y el expresidente Rodríguez Zapatero.
Entre los seis puntos principales a debate, el gobierno venezolano planteó la anulación del bloqueo económico y la violencia interna contra Venezuela, así como el respeto a los derechos políticos durante las elecciones presidenciales del 2018. Por su parte, la oposición ha defendido la apertura de un canal humanitario que permita el envío de alimentos y medicinas al país, un cambio en la composición del Consejo Electoral, la liberación de los detenidos por razones políticas y la restitución de los poderes constitucionales del Parlamento.
El 23 de diciembre del pasado año, y como primer fruto palpable de las conversaciones de paz, fueron liberadas en Caracas más de 80 personas que guardaban prisión por delitos políticos. El gesto de buena voluntad por parte del gobierno permite reiniciar bajo buenos auspicios las conversaciones, que tendrán lugar en Santo Domingo los días 11 y 12 del presente mes. Lo que hasta hace poco parecía impensable, es hoy un logro palpable y esperanzador. Y, para orgullo de todos, es un logro en el que tuvo mucho que ver el presidente Medina y el clima de paz, libertad y democracia que caracteriza a la sociedad dominicana hoy.
Tras décadas de aislamiento en la arena internacional, de falta de proyección y de no adopción de políticas gubernamentales coherentes y eficaces, República Dominicana ha vuelto al ruedo por la puerta grande. Independientemente de la marcha ulterior de los acontecimientos en Venezuela, ya ha entrado en los anales de la política mundial como un país de paz, democracia, justicia, y auspiciador confiable del diálogo y el consenso, en momentos en que se agudizan las confrontaciones, se multiplican las amenazas, y crecen las contradicciones en lo interior y lo exterior del resto de las naciones del Planeta. Contrariamente a lo que opinan algunos, con cargado acento pesimista, vamos avanzando como sociedad, resolviendo en paz nuestros problemas domésticos y ayudando a pueblos hermanos a lograrlo también
La figura y el reconocimiento internacional a la labor del presidente Danilo Medina también crecen en esta coyuntura. Su sencillez y franqueza, unidas a su constancia y el ejemplo que brinda al estar presente todo el tiempo necesario que lo requiera el proceso de diálogo, a pesar de sus múltiples ocupaciones como jefe de Estado, han logrado que la confianza entre las partes en conflicto renazca y brote con fuerza allí, donde antes reinaba la confrontación y primaban las posiciones irreconciliables. Como suele suceder en estos casos, ambas partes deberán hacer concesiones en aras de la paz y la reconciliación de su pueblo. No hay mayor ejemplo de patriotismo y responsabilidad que este.
Ante los ojos agradecidos de las naciones del Planeta, República Dominicana está haciendo historia por su contribución a los diálogos de paz de Venezuela. Quede como ejemplo este aporte, y que resuene con nuevos timbres aquellas palabras de José Martí, el apóstol cubano: “La política grandiosa es el primer deber; la mezquina, el mayor vicio nacional”.