Comienza un nuevo año, la incertidumbre acecha de nuevo. Los meses finales de 2016 presagiaron la posibilidad de restituirle a nuestro país paz y tranquilidad. El inicio del diálogo entre el Gobierno y el oposicionismo, eran su mejor evidencia. Sin embargo, las cosas no son así. Los sectores mas radicales y antidemocráticos de la MUD se han impuesto de nuevo en su seno. El reciente discurso de Julio Borges, durante su ilegal investidura como presidente de la Asamblea Nacional, es la mejor demostración de ello.
Con sus histéricas afirmaciones, pretenden los dirigentes de la MUD ocultar su nefasta actuación política, hacer creer que solo el Gobierno es culpable de la difícil situación que vive el país. La realidad es otra. Como bien lo dice la economista Pascualina Curcio en su libro La mano visible del mercado. Guerra económica en Venezuela: “Desde mediados de 2012, Venezuela está siendo sometida a fuertes agresiones; su pueblo está siendo víctima de una guerra económica. Se trata de una guerra no convencional, con armas poderosas y masivas que, aunque no de fuego, han logrado distorsionar la economía y afectar a todos los hogares sin discriminación”. Y es que: “…La guerra que actualmente padece el pueblo venezolano constituye un ejemplo histórico mas del poder de los grandes capitales, los cuales en busca de su interés político, con el propósito de hacerse del poder de las riquezas, y muy especialmente con la intención de que no se concreten y muestren los logros de modelos alternativos al capitalismo, manipulan visiblemente variables económicas, generan malestar social, socavan el apoyo popular a gobiernos de izquierda, y hacen ver que las distorsiones que estas generan son consecuencia del fracaso de modelos progresistas”.
Son estas las razones que están detrás de su decisión de retirarse de la Mesa de Diálogo y del discurso de Julio Borges en la Asamblea Nacional (AN). Son estas las razones que están detrás de la actuación del oposicionismo durante estos 17 años y que pretenden ocultar con afirmaciones simplistas, muchas de ellas carentes de sentido lógico.
La verdad es otra. La democracia es diálogo; pero, también confrontación de proyectos, de pareceres, de creencias. Necesario es reconocer que nunca antes como ahora en nuestro país se había escenificado un proceso de discusión, tan profundo y de tanta importancia, como el que vivimos; reconocer que lo que se discute son dos visiones sobre nuestro país; que estamos en presencia de un “duelo histórico” entre quienes quieren retrotraer el país al pasado y quienes postulamos la edificación de una Venezuela que aflora con su propia identidad, “…un duelo entre quienes idolatran el desarrollo neoliberal y quienes nos hemos propuesto construir un modelo de desarrollo en donde la justicia social y la edificación de un sistema político de democracia participativa y protagónica constituyan las bases del mismo”.
En su posición, la MUD no es uniforme. Por su propia génesis, en su interior subyacen diversas posiciones y, aunque los une el ansia de poder, el odio a quienes no son sus iguales, el desprecio al pueblo y la negativa de otorgarle a éste el rol protagónico de constructor de la nueva sociedad, como a un barco viejo y destartalado el agua se le mete por todos lados. Situación ésta que les impide ir a la Mesa de Diálogo con una posición coherente, la solución de los problemas que hoy vivimos no les interesa, apuestan al caos, se alimentan de la incertidumbre, como pájaros carroñeros vuelan avistando cualquier error del Gobierno para alimentarse.
A pesar de que la opinión nacional e internacional es a favor del diálogo, como muchacho grosero “patean el ajedrez”, de nuevo amenazan con golpes de Estado, con guarimbas y otras de sus prácticas desestabilizadoras. No entienden que Venezuela es otra. Que el desencanto de sus seguidores de ayer es mayor que el apoyo a sus desesperadas e histéricas alocuciones. Llaman a la guerra, pero no tienen soldados.
Mientras tanto, el Gobierno los seguirá esperando para dialogar sobre los mas acuciantes problemas del país. Esperamos que lleven sus propuestas para confrontarlas con las nuestras. Y, aunque ello no ocurra, con el mayor estoicismo los esperaremos. Los venezolanos queremos la paz y esta solo se logra con el diálogo sincero y propositivo.