Lograr la paz en la región parece estar tan lejos como siempre|El diálogo que propone Israel obliga a los palestinos a renunciar a su país

Aunque el mundo está a la espera de las conversaciones directas entre Israel y Palestina convocadas para el 2 de septiembre en Washington -con el auspicio del Departamento de Estado de Estados Unidos-, son muy pocas las expectativas de que se puede llegar a un acuerdo, pues los términos en que los israelíes plantean el “diálogo” son inviables para los palestinos.

Las gestiones del llamado “Cuarteto” –EEUU, la ONU, la Unión Europea y Rusia– parecían encaminadas a lograr un diálogo que diera paso a la creación de un Estado palestino.

Pero cuando el presidente de la Autoridad Palestina (AP) Mahmoud Abbas, puso como pre condición que cualquier acuerdo en este sentido se basara en las fronteras de 1967, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se negó de plano a considerarlo, y demandó que las negociaciones directas se dieran sin requisitos previos y sin emisarios.

Fue entonces cuando la secretaria de Estado, Hilary Clinton intervino y arregló el encuentro directo de palestinos e israelíes en suelo estadounidense. Pero no pudo eliminar otro obstáculo: Abbas reiteró la exigencia de que se detenga definitivamente la extensión de asentamientos judíos en los territorios ocupados de Palestina.

La construcción de asentamientos en la zona fue congelada por un decreto del gobierno israelí en noviembre de 2009, y expira el 26 de septiembre.

El ala derecha de la coalición que gobierna su país, le exigió a Netanyahu que no extienda la medida. Él mismo dijo, la semana pasada, que no lo hará.

El vocero de la cancillería israelí, Yigal Palmor, comentó el lunes que, si bien el gobierno aún no había anunciado oficialmente lo que hará, lo más importante eran las conversaciones. “No vamos a darle excusas a los palestinos para descarrilarlas”, afirmó.

La pregunta es si el pueblo de Palestina puede esperar algo de un diálogo bajo esos términos.

LAS FRONTERAS DE 1967

Las fronteras de 1967 representan para los palestinos un territorio de 27.000 kilómetros cuadrados, de los cuales Israel controla 82% desde ese año, a raíz de la Guerra de los Seis Días y la expulsión de cientos de miles de pobladores árabes que aún viven como refugiados, explica Raimundo Kabchi, analista político del Instituto de Estudios Diplomáticos Pedro Gual, en conversación telefónica desde Líbano con el Correo del Orinoco.

La posición del Gobierno israelí limita cualquier posibilidad de diálogo a un 18% de las tierras originales de la nación árabe, “a lo que habría que restarle las zonas limítrofes que Israel exige despejar, así como la franja de Gaza y la margen occidental del río Jordán. Entonces, estaríamos hablando de una porción de tierra ínfima”, sostiene el profesor.

Si se considera que en octubre de 2006, Abbas declaró que el nuevo Estado palestino debía tener “6.205 kilómetros cuadrados en Cisjordania y Gaza. Queremos que sea así” –una cifra mayor al 18% (4.860 Km2) de los espacios ocupados que Israel estaría dispuesto a considerar como punto de partida de un eventual acuerdo- queda claro que por qué la cita del 2 de septiembre augura un desenlace amargo.

Pero si en 2006 había -al menos del lado árabe- una idea de la dimensión y ubicación de la entidad política a la que aún se intenta dar forma, hoy se ha retrocedido en ese sentido, tal como lo asevera Kabchi: “Hasta ahora, al hablar de ‘Estado palestino’ nadie ha dicho cuáles serán sus fronteras o su capital. No siquiera han respondido si esa entidad contará con los tres requisitos indispensables para que pueda ser un Estado como tal: territorio, gobierno y población”.

FRONTERAS: UN PROYECTO

Pero si las razones de los palestinos para insistir en partir de la demarcación territorial de 1967 están claras, las de Israel no lo son tanto, afirma Kabchi. “En realidad, las fronteras que Netanyahu se niega a considerar, no son las que tenían en mente quienes idearon el Estado de Israel, y él lo sabe”.

El plan original, asegura, fraguado en el primer Congreso Sionista de Basilea en 1897 “contempla la ocupación de un territorio que se extendería hasta el (río) Éufrates y abarcaría Palestina, Jordania y Líbano. Tocaría incluso Iraq e Irán”, asegura Kabchi, quien afirma que la aspiración de Israel es desplazar completa y definitivamente a los palestinos de la zona.

El congreso de Basilea congregó en en esa ciudad suiza a judíos de varios países que coincidían en la necesidad de construir una patria propia. De ese encuentro surgió el Programa de Basilea, que proclamaba la promoción de asentamientos judíos en Eretz Israel, (Tierra de Israel, en hebreo), ubicada en una región poblada desde hace al menos siete siglos: Palestina.

La capital del nuevo país debía ser Jerusaleń, considerada “la tierra de David” y que en hebreo recibe el nombre de Sion, de donde derivó el nombre del movimiento: “sionismo”.

FRONTERAS: UN DESPOJO

La sola aceptación de las fronteras de 1967 ya implica una renuncia territorial importante por parte de los palestinos, como explica el analista internacional Basem Tejaldine al rememorar cómo nació el Estado de Israel.

“Israel nace la Resolución 181 de Naciones Unidas de 1947, que -con el voto de sólo 33 estados miembros- estableció que el histórico territorio de Palestina sería dividido en dos estados, y que 50% de ese territorio sería entregado a los invasores europeos de religión judía, quienes llegaron perseguidos por el nazismo y sus aliados sionistas”. Al pueblo originario -conformado por cristianos y musulmanes ŕabes- les correspondería el 48%, mientras que el 2% sería una zona bajo control internacional, agrega Tejaldine.

Con el apoyo de EEUU, Inglaterra y Francia –recuerda Tejaldine-“Israel tomó por asalto el resto de los territorios pertenecientes a los palestinos: Los Altos del Golán, Cisjordania (incluyendo Jerusalén Oriental), la Franja de Gaza y la península del Sinaí”. La ONU reaccionó promulgando la resolución 242, que ordenaba el retorno de las tropas de Israel a las fronteras hasta las fronteras establecidas en la resolución 181, que el país invasor no cumplió, recalca el analista.

GENOCIDIO Y SEGREGACIÓN

Kabchi enfatiza que el problema palestino es mucho más que una disputa territorial. En este punto coincide con Tejaldine , quien retrocede hasta 1947, cuando los israelíes formaron grupos terroristas que persiguieron, asesinaron y expulsaron de sus hogares a cientos de miles de campesinos palestinos.

La ONU promulgó, en 1949, la resolución 194, que exigía la retorno de los refugiados, “que nunca se cumplió”, afirma Tejaldine.

De manera que, a la cuestión territorial, Israel ha ligado, desde sus orígenes, la cuestión étnica y religiosa. Hoy, a más de 60 años del genocidio rememorado por Tejaldine, el Primer Ministro israelí resucita la política de segregación. Así lo denuncia Raimundo Kabchi:

“Netanyahu ha declarado que los palestinos deben aceptar el carácter judío del Estado de Israel para que pueda haber avances en las conversaciones. Pero esto implica extirpar del territorio que ellos ocupan a más de 1.500.000 habitantes árabes cristianos y musulmanes que históricamente han estado allí”, asevera el académico.

Del carácter segregacionista de las políticas de ocupación del Estado israelí, da cuenta la resolución 3.379, en la que se declara que “el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”, acota Tejaldine. Como dato, la Venezuela de CAP se abstuvo de votar dicha resolución.

COLONIZAR O PACIFICAR

En cuanto a la construcción y extensión de los asentamientos judíos en Palestina, cuyo congelamiento Netanyahu ha dicho que no mantendrá luego de diez meses de una moratoria, representan para Israel, precisamente el afianzamiento de su dominio. En el mapa de Palestina, los territorios habitados por sus pobladores originarios parecen salpicaduras sobre un plano. A simple vista, se observa que es una nación desmembrada.

Por eso el presidente palestino Mahmoud Abbas, se aferra como un punto de honor a la suspensión de los asentamientos. De hecho, el pasado lunes advirtió – por voz de su principal negociador, Saeb Erakat- que se retirará de la mesa en caso de que se autoricen nuevas construcciones en la Cisjordania ocupada.

El Gobierno israelí tiene que escoger entre colonización y paz, no puede tener ambas cosas a la vez”, dijo Erakat en conferencia de prensa en Ramalá, principal ciudad cisjordana, a 15 kilómetros de Jerusalén.

Las negociaciones habrán llegado a su fin, enfatizó el vocero, si el primer ministro israelí “decide lanzar nuevas licitaciones después del 26 de septiembre”, según reportó AFP.

LA TRAMPA DE NETANYAHU

Kabchi asegura que una ruptura del diálogo previsto para el venidero 2 de septiembre es, precisamente, el desenlace buscado por los promotores.

En su opinión, la iniciativa es una maniobra de doble sentido: le servirá a Netanyahu “para lavar su imagen” y a la Casa Blanca para asegurar su influencia en la región.

El premier israelí podrá afirmar que intentó hacer algo, pero a los palestinos no les servirá de nada, conminados como están a renunciar a cualquier condición previa.

T/ Carlos Ortiz
F/ Agencias