Diez horas de horror y miedo padeció Canoabo por los torrenciales aguaceros

Francisco Moreno en el recital los escombros de la casa del poeta Gerbasi

Las fuertes lluvias que por más de cinco horas azotaron, desde las cinco de la tarde, el pasado 6 de agosto a Canaobo, pueblo del municipio Bejuma, en los Valles Altos de Carabobo, afectaron considerablemente unas 100 viviendas mientras que una cuantas familias perdieron todo, sus enseres domésticos, mobiliario, electrodomésticos; algunos quedaron absolutamente inservibles, otros dañados. Los habitantes vivieron largas horas de angustia y pesadilla, ya que las aguas de los ríos Capa y Naranjo, que se juntan en el puente de entrada, se desbordaron debido a una obstrucción de escombros. Las aguas agarraron por la avenida Bolívar y se metieron por casi todas las calles. Aquello fue horroroso y para colmo a oscuras, ya que se había ido la luz. Canoabo en mucho tiempo no había vivido algo así, cuentan los vecinos.

‘‘Olía feo, las aguas corrían con fuerza arrastrando todo’’, cuenta Isidro Ramón Ortega, un hombre con una discapacidad física que vive cerca del río, en la parte de abajo, por donde las aguas bordean al pueblo, en la salida, rumbo a la sabana. Ortega fue sacado de emergencia de su casa por unos amigos y llevado a la plaza.

Entre las casas afectadas está la que en el pasado fue parte de la vivienda donde nació el poeta Vicente Gerbasi, considerado una de las grandes figuras de la poseía venezolana y latinoamericana. El viejo anexo, que desde hace tiempo presentaba signos de grave deterioro, no soportó el impacto del aguacero y de las aguas que se metieron por detrás, provocando el colapso. La vivienda por recomendación de las autoridades fue derribada para evitar una posible tragedia. Esta semana que concluyó, un grupo de Cacao Cultura, institución valenciana, improvisó, sobre los escombros y con el cielo como techo, una lectura de la poesía de Gerbasi, entre ella ‘Mi padre el Inmigrante’, su más célebre composición. Al Correo del Orinoco, que estaba por ahí, le correspondió leer Te amo, infancia’.

Canoabo, parroquia del municipio Bejuma, está ubicado en un valle al fondo de un cordón montañoso, en forma de herradura, que lo rodea, menos por una abertura en el noroeste que permite la salida hacia la costa carabobeña, Morón y Puerto Cabello. Esta conformación cerrada facilitó que el torrente de los dos ríos unidos entrara al pueblo y lo cubriera prácticamente.

Isidro Ramón Ortega, junto a otros vecinos, vio desde lo alto de la plaza, cómo las aguas turbias revueltas de lodo, palos, escombros, utensilios domésticos, bajaban hacia la parte baja para luego salir del pueblo por el cauce del río.

Al día siguiente, los habitantes amanecieron afanados sacando el lodo y el barro de los cuartos y la sala e inventariando las pérdidas. De la alcaldía de Bejuma y de la gobernación carabobeña enviaron cuadrillas y ayuda para auxiliar a los damnificados. En Bejuma y Montalbán se organizaron grupos de solidaridad y se recogieron donaciones para aliviar a las familias afectadas.

Ríos desbordados

Isidro Ramón Ortega vive a unos pocos metros del curso del río Capa, en un sitio en que las aguas ya van saliendo del pueblo.

‘‘Fue fuerte, fuerte, fuerte; tenía años que no llovía así’’, cuenta Ortega, desde el corredor de su casa, mientas airea con un manare, para quitarle el sucio a una porción de caraotas.

‘‘Esas lluvias comenzaron como a las cinco de la tarde, duró más de cinco horas lloviendo. Desde los cabezales se desprendieron las aguas. Los río Capa y Naranjo se encuentran abajo, donde llaman Dos Bocas, y como ahí no se hizo el mantenimiento habitual de limpieza del cauce en el puente de Naranjo, una obstrucción de bambúes y escombros hizo un tapón. Las aguas pasaron por encima del puente, tumbaron la cerca de la Universidad Experimental Simón Rodríguez, núcleo Canoabo, se fueron por el bulevar y agarraron por la avenida Bolívar. Todas esa gente donde llaman La Invasión’, en el sector Los Naranjos, fue afectada. El agua tenía como un metro de altura’’, relata Ortega

Ortega, fue operado de una aneurisma cerebral. El día de la inundación se había acostado a dormir. De repente tocaron la puerta y los llamaron. Le dijeron que el río se había salido del cauce y andaba por la avenida Bolívar, que cruza longitudinalmente el pueblo, de sur a norte. Las agudas se habían metido, además por todas las calles buscando salida. También entraron a la hacienda Capa, por las Dos Bocas, del otro lado del río.

‘‘Al lado de la casa de la familia Moreno, el agua se metió por la parte trasera del patio. En casa de otros vecinos reventaron paredes y fue a salir a la otra calle. De Canoabo se afectó como 80 por ciento. Eso fue de noche. Duró como hasta las once de la noche. Al otro día la gente se dedicó a limpiar, a sacar agua, los colchones. Yo le agradezco al pueblo de Canoabo la ayuda que me prestó, también al alcalde Bejuma Lorenzo Remedios, a la concejala de Canoabo, hasta un representante del gobernador Rafael Lacava estuvo por aquí. Yo le agradezco a todos, incluso al presidente Nicolás Maduro. Por aquí se presentó la jefa de calle, Carla Ojeda, y me ayudó a limpiar’’, indica.

Un muro de cuatro metros levantado en una curva del río, cerca de la casa de Ortega fue rebasado por las aguas. Ortega no supo lo que había ocurrido en su casa hasta que llegó al otro día. Le llamó la atención que el altar de la Rosa Mística, colocado en la calle, no fue arrastrado por el ímpetu de la corriente, a pesar de que las aguas subieron hasta los pies de la virgen.

‘‘Yo cerré la puerta de mi casa y me junté con unos amigos. Desde la plaza vi cómo las aguas arrastraban ropa, basura, corotos. No sabía que estaba pasando en mi casa; el agua se metió por debajo de la puerta. Sacó la lavadora. La Nevera la limpié y estoy esperando a ver si arranca. Se me dañaron dos colchones, una ropita. El agua subió como medio metro’’, cuenta.

Recital sobre escombros

Don Francisco Moreno, conocido como el ‘‘historiador de Canoabo’’ adquirió hace 45 años la casa que perteneció a la familia Gerbasi.

Detalla que cuando don Juan Bautista Gerbasi vivía allí era una sola vivienda. Luego la casa fue pasando de mano en mano y fue divida en tres partes. La de la esquina la compró una familia humilde, mientras que don Moreno y su hija compraron las otras dos partes en donde viven hoy. Con el tiempo el anexo que hace esquina en la calle se fue deteriorando. Sus habitantes nunca le hicieron reparaciones. Incluso fue abandonada; una pared se derribó y otra parte se cayó. Entonces vino el aguacero inusitado del 6 de agosto.

‘‘El sábado 6 de agosto’, relata, cayo una lluvia, tenas y duradera. Tuvimos unas cinco horas y pico de lluvia. Se desbordaron los dos río. En la entrada del pueblo se unen el río Capa y el Naranjo. Con la magnitud de la creciente se desbordo en Los Naranjos, donde llaman la Invasión. Inundó esas casas de allá. A nosotros se nos metió el agua por el patio. Eso era barro y barro. Nunca jamás lo habíamos visto. Llovía y el agua llegaba hasta la esquina, pero nunca había llovido con la fuerza de ahora. La fuerza de la corriente se llevaba a cualquiera. Esta casa y la otra soportaron, porque estaba cuidada, con las paredes protegidas. Sin embargo la otra se cayó, pero la pared contigua hay que repararla. La pared de nosotros sufrió y tenemos que repararla también’’.

A don Moreno, sus hijos lo agarraron y lo sacaron apresuradamente sin oír sus suplicas, renuente a abandonar el hogar. Lo llevaron a casa de unos amigos.

‘‘Por aquí llegaron funcionarios de la Alcaldía de Bejuma, y el secretario de Gobierno de Carabobo. Hicieron entrevistas, levantaron informes. Yo perdí una nevera y un enfriador. Pasamos cinco días sacando barro y revisando los daños de la pared que hay que repararla. Si a los ríos que atraviesan el pueblo le hubiesen hecho la limpieza, los daños hubiesen sido menores, aunque hay que reconocer que llovió demasiado, y de noche. Se fue la luz. Se hablaba de ciento y pico de casas dañadas, sobre todos las de la entrada, Hay familias que perdieron todo. El agua llegaba más arriba de la cintura’’, dice.

Don Moreno clama al gobierno municipal, al regional y al nacional porque se ayude a Canoabo, un pueblo con historia con un pasado hermoso desde los tiempos coloniales, cuando Canoabo se conocía en el exterior por su producción de cacao, cuya cosecha, sacada en burros y mulas hacia Morón y Puerto cabello, era exportada por los hacendados a Europa.

Vicente Gerbasi, prosigue don Moreno, nacido el 3 de junio de 1913 dio reconocimiento a su pueblo natal con su poesía. De niño fue enviado por su padre a estudiar en Italia. Al regresar escribió Mi padre el Inmigrante, obra traducida al italiano, al francés, después el inglés .También fue editada en idioma hebrero, ya que Gerbasi fue embajador en Israel , donde compuso una pieza dedicada al pueblo judío: Olvidos de Eternidad. Allá lo reconocieron, editaron su obra.

De Canoabo también es Evencio Castellanos, músico sinfónico, y también es cuna de un famoso tallista popular, un genio, como lo fue don Viviano Vargas, quien dejó toda una dinastía de artesanos en el sector de Canoabito. Las obras de Viviano venían a comprarlas de Caracas e iban a parar a Nueva York y Europa.

Por Canoabo un día se presentó un gran docente, Félix Adam, fundador del núcleo de Canoabo de la Universidad Experimental Simón Rodríguez. Esta casa de estudios era la única que ofrecía en Venezuela la carrera de Ingeniería de Alimentos, hasta que fue acogida incluida por otras universidades. .

“Entonces todo eso nos da fortalezas. Aquí los niños entran al kínder, estudian primaria, bachillerato y entran a la universidad sin salir de Canoabo. Yo he tenido la fortuna de recibir gente que viene averiguando la vida de Gerbasi. Tengo 45 años siendo el portavoz de la vida y obra de Vicente Gerbasi. Su poesía siempre estuvo inspirada en Canoabo. Nunca olvidó el medio ambiente de su aldea’’, señala Francisco Moreno, un hombre de 85 años.

Don Moreno también participó en el recital espontáneo montado por la gente de Cacao Cultura, una institución privada valenciana dedicada a la promoción del cacao y sus productos y a organizar actividades culturales. Para el mes de septiembre tienen previsto montar una exposición de Francisco Palencia, pintor Canoabero.

Sobre los escombres de adobe, tierra, caña amarga, teja, se dejó escuchar la poesía de Gerbasi en la voz de Eddy Chacón, exclamando que venimos de la noche y hacia la noche vamos y que atrás queda la tierra envuelta en sus vapores, donde vive el almendro, el niño y el leopardo (…), que atrás quedan la gloria como antorchas que apagan ráfagas seculares. Y atrás quedan las puertas quejándose en el viento. Atrás el tiempo queda como drama en el hombre: engendrador de vida, engendrador de muerte (…). El tiempo que levanta y desgasta columna.

Al Correo del Orinoco le tocó decir, entre otros párrafos, te amo, infancia, te amo, porque eras pobre como un juguete campesino, porque traías los Reyes Magos por la ventana.

Don Moreno cerró la jornada con el cielo como techo, recitando de memoria Los oriundos del paraíso: ‘‘Los oriundos del paraíso lanzaron las más bellas mariposas que vuelan sobre los viejos cafetales de Canoabo. ¿Y qué es Canoabo? ¿Quiénes lo hicieron? Lo hicieron los oriundos del paraíso’’.

Luego señala don Moreno de su propia cosecha: “Como historiador siempre digo que nosotros los canoaberos estamos orgullosos porque el poeta dijo que venimos de allá. Somos oriundos del paraíso, que fueron los que nos hicieron. Por eso Canoabo es un pueblo organizado, emblemático, único, con una hermosa historia aborigen y colonial’’.

T y F/Manuel Abrizo