Diputado Jean Wyllys deja escaño y sale del país por amenazas de seguidores de Bolsonaro

El desasosiego del diputado federal Jean Wyllys (Alagoinhas –Bahía-, 1974), del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), agrandado con el paso de los meses, acaba de marcarle el destino. Denuncia una vez más amenazas de muerte, deja su escaño en el Congreso –había sido elegido por tercera vez– y se quedará donde está ahora mismo: exiliado lejos de Brasil, en un lugar que se desconoce. Ya no volverá.

Wyllys venía avisando hace tiempo. Tras las elecciones que otorgaron la victoria al ultraderechista Jair Bolsonaro, declaraba al diario Extra: «La campaña de fake news montada por los enemigos de la democracia que ahora llegan al poder (sobre todo la mentira del inexistente «kit gay»), me ha transformado en un paria para los electores de este maldito», en referencia al nuevo presidente.

Los últimos meses han sido definitivos en su decisión, sobre todo tras el asesinato de su amiga Marielle Franco, concejala de Río de Janeiro, ha explicado el diputado en su carta de despedida. Wyllys siente de cerca a los «sicarios que viven en Río de Janeiro, estado donde yo vivo, que asesinaran a una compañera de luchas, y que mantienen relaciones directas con personas que se oponen públicamente a mis banderas». Las amenazas de muerte han llegado a implicar también a su familia.

Con escolta desde hace un año, su vida se ha reducido a una especie de «cárcel privada», saliendo de casa únicamente para reuniones de trabajo y camino del aeropuerto. Ahora, en la misiva del adiós, carga con fuerza contra el Estado. «Incluso frente a la Medida Cautelar que me fue concedida por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos de la OEA [Organización de Estados Americanos, en noviembre del año pasado], reconociendo que estoy en peligro inminente de muerte, el Estado brasileño se calló», sostiene.

«En el recurso, ni siquiera dijo que sufría preconcepto, y colocaron la palabra homofobia entre comillas, como si la homofobia que mata a centenares de LGTBI en Brasil cada año fuese una invención mía». Tampoco se libran de las críticas los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad: «De la Policía Federal brasileña, ante mis innumerables protocolos de denuncias, solo recibí silencio».

Aunque hasta ayer era pieza clave del escenario político brasileño, fue una casualidad la que le llevó a entrar por la puerta grande en la vida pública: la curiosidad que, como profesor universitario, le despertaba un fenómeno como Gran Hermano. Para estudiarlo de cerca acabó inscribiéndose en la quinta edición de la versión brasileña (2005). Le eligieron para entrar en la casa, y ganó el reality show más conocido del planeta. El activismo le reclamó de inmediato.

Seis años después de saltar a la fama era elegido diputado federal por primera vez, y desde el primer momento trabajó por los derechos humanos y las minorías relatando decenas de textos para su tramitación en la Cámara. Una de las luchas más conocidas de Wyllys en la última legislatura fue el proyecto de ley 882/2015, para establecer las políticas públicas en el ámbito de la salud sexual y de los derechos reproductivos, incluyendo la interrupción voluntaria del embarazo. Una propuesta avanzada que se decidió desatascar el proceso y tomar la vía de la Audiencia Pública en el Tribunal Supremo. Otra de las protagonistas de aquellas jornadas de debate realizadas el pasado mes de agosto fue la investigadora y antropóloga Débora Dinitz, actualmente exiliada también por motivos de seguridad.

«Necesito seguir vivo»

Pero la intervención que, sin duda, le colocó en el altar, para muchos, y en el disparadero, para el resto, hay que situarla en el domingo 17 de abril de 2016, durante las votaciones del proceso de ‘impeachment’ contra la expresidenta Dilma Rousseff. Wyllys lo definió como una farsa sexista «conducida por un ladrón [Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados], organizada por un traidor conspirador [Michel Temer, vicepresidente de Rousseff], y apoyada por torturadores [respecto a Jair Bolsonaro], cobardes, analfabetos políticos y vendidos».

Cerró su tiempo de intervención alzando la voz para expresar «voto no al golpe», a lo que añadió su famoso «y duerman con esto, canallas». Luego, entre la multitud de diputados que se agolpaban cerca del micrófono, en el centro del salón, se encaminó directo hacia Jair Bolsonaro y le escupió. En varias ocasiones ha confesado que «lo volvería a hacer todas las veces que fuera necesario». El actual presidente, que había votado justo antes –brindando su voto «al mayor torturador» del régimen militar brasileño, como lo definió Rousseff, el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra–, llevaba un buen rato lanzándole improperios y dedicándole gestos obscenos.

Wyllys tras votar no al proceso de impeachment contra la expresidenta Dilma Rousseff en abril de 2016.
Wyllys tras votar no al proceso de impeachment contra la expresidenta Dilma Rousseff en abril de 2016.MARCELO CAMARGO / AGÊNCIA BRASIL

El ambiente cada vez más crispado desde aquel ‘impeachment’, y la radicalización de la política y la sociedad brasileñas hacen que a Jean Wyllys no se le olvide lo que le dijo el expresidente uruguayo, José Mujica, cuando se enteró hace unos meses de que estaba amenazado de muerte: «Chaval, cuídate, los mártires no son héroes». «Necesito seguir vivo», zanja el activista en su carta.

El suplente del PSOL, que ahora ocupará el escaño dejado por Wyllys en la Cámara de Diputados, es David Miranda. Ante las burlas del clan Bolsonaro en las redes sociales, Miranda ya ha advertido al presidente: «Sale un LGTB pero entra otro, y que viene de Jacarezinho [favela de Río de Janeiro]. Otro que en dos años ha aprobado más proyectos que tú en 28. Nos vemos en Brasilia».

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