En jornada denominada el «miércoles negro»| La dispersión policial deja más de 600 muertos en Egipto

Egipto contó este jueves más de 600 muertos y 4.000 heridos que dejó la masacre a la que ya se refieren como «miércoles negro», la jornada más violenta que el país ha vivido en toda la transición, desde la revolución del 25 de enero del 2011.

El brutal desalojo de los dos campamentos de protesta –que los seguidores del presidente Mohamed Morsi mantenían en El Cairo desde el golpe militar del pasado 3 de julio– deja al país más dividido y polarizado que nunca.Para este jueves fue convocado un «día de cólera» en las calles de las principales ciudades del país.

El Gobierno interino aseguró que afrontará “los actos de terrorismo y de sabotaje llevados a cabo por los Hermanos Musulmanes con toda la fuerza”. De esta forma, las autoridades le declaran la guerra a la hermandad de forma explícita y el ministerio del Interior autoriza a las fuerzas de seguridad para usar munición real para afrontar “los ataques terroristas de los Hermanos Musulmanes contra instituciones y la policía, sus intentos de apoderarse de armas y el corte de caminos para sembrar el caos”.

Sin contar con esa autorización formal, las fuerzas de seguridad ya habían disparado sobre los manifestantes islamistas el día anterior, a pesar de que el Gobierno lo negó tajantemente.

La mayor parte de los muertos y heridos lo son por herida de balas o perdigones, muchos también calcinados, en el asalto al campamento de Rabaa al Adawiya, principal bastión de la Hermandad en las pasadas 6 semanas.

Este jueves, cerca de esa plaza, en el barrio cairota de Medinat Naser, los familiares de las víctimas así como muchos fieles a Morsi, se despidieron de los muertos, que según marca la religión islámica deben ser enterrados lo antes posible.

Decenas de cuerpos yacían en la mezquita de Al Iman, aunque nadie ofrecía un número exacto de los cadáveres que, en ataúdes de madera o simplemente envueltos en sábanas blancas, eran transportados desde la mezquita para darles sepultura.

En horas de la noche la policía irrumpió en la mezquita y con gases lacrimógenos evacuó el lugar.

Uno tras otro desfilaban entre cientos de personas que coreaban plegarias de luto y de rabia: “Nos pueden matar a todos, pero no nos callaremos”, aseguraba Uafah, una mujer cubierta de la cabeza a los pies con un ropaje azul, sucio de lágrimas y sangre.

“(El general Abdel Fatah) Al Sisi es un asesino, nos está matando como si fuéramos enemigos mientras que somos su propio pueblo”, decía airada Uafah, refiriéndose al jefe del Ejército y encargado de anunciar el golpe contra Morsi, mientras otras mujeres repetían la letanía “Al Sisi asesino”.

Este jueves los Hermanos Musulmanes volvieron a atacar algunos edificios gubernamentales, así como a uniformados y templos y propiedades pertenecientes a la minoría cristiana de Egipto.

La sede de la Gobernación de Giza (provincia de El Cairo situada en la orilla oriental del Nilo) fue asaltada este jueves por la tarde por supuestos manifestantes islamistas, que prendieron fuego al edificio. El incendio fue controlado por los bomberos después de varias horas, dejando otro edifico más calcinado en el desolador panorama de la capital egipcia.

La plaza de Rabaa al Adawiya aparecía completamente destrozada y aún humeante tras la larga y feroz batalla del día anterior; los militares estaban desplegada en la zona, así como en las principales vías de la ciudad, donde el toque de queda volvió a entrar en vigor a las 7 de la tarde hora local.

El estado de emergencia rige en todo el país, hacia el que todo el mundo dirige su mirada con preocupación y gran pesar después de la matanza del miércoles.

Texto/CO
Fuente/El Tiempo