Creo que el Gobierno Bolivariano, presidido por Nicolás Maduro, está haciendo lo que debe para impulsar la Revolución, honrando el legado de del comandante Hugo Chávez y logrando al mismo tiempo mantener al país en paz.
Hay allí un enorme esfuerzo de voluntad, inteligencia e imaginación. Y un claro sentido del momento que se vive.
En verdad, ninguno de los compañeros estaba preparado para gobernar en ausencia del Comandante. Hay que recordarlo una vez más.
Es obligado, pues, un reconocimiento agradecido a las y los camaradas, comenzando por el propio Presidente, que asumieron con tal pasión esta tarea de escribir la historia todos los días. Una historia de dignidad y emancipación.
Pero además es también obligatorio extender y ampliar de modo especial ese reconocimiento a todo el pueblo chavista; pueblo valiente y generoso, que con una fe gigantesca y un amor sin medida, mantiene y encarna el espíritu de la Revolución contra todo asechanza y dificultad.
Nos lo recordaba Wilmar Castro en una conversación reciente: con un pueblo así, tan leal y con tal espíritu de lucha en las buenas y las malas, es imposible que el adversario logre sus objetivos.
Un pueblo que se comporta como lo hace el nuestro en estos tiempos, con su contención disciplinada y su paciencia revolucionaria, es invencible. Y en el caso venezolano es la comprobación de que el comandante Chávez no aró en el mar.
Poco a poco, lo que en un principio nació como lealtad afectiva, sin dejar de serlo se fue convirtiendo en conciencia colectiva, cada vez más arraigada y poderosa.
Todos los días decimos como consigna: ¡Chávez vive, la Patria sigue!
Pero en mi caso particular cada vez que lo digo o lo oigo, presto atención a lo que con ello expresamos. Porque no es la frase vacía de un ritual más. Antes bien, es un juramento que se renueva cada día. El compromiso de mantener vivo a Chávez en nuestro corazón y en los hechos. Para hacer que la Patria que hoy tenemos, siga avanzando por el rumbo que trazó el Comandante.