Donald Trump se desentiende de la lucha contra el cambio climático al sacar a EEUU del Acuerdo de París

El presidente de EEUU, Donald Trump ha completado su amenaza: ha decidido sacar a su país del Acuerdo de París y se desentiende así de la lucha contra el cambio climático.

Tras meses de amenazar con tomar esta decisión –durante su campaña electoral llamó al cambio clmático «cuento chino–, Trump ha anunciado este jueves «EEUU se saldrá del Acuerdo de París sobre el clima». Luego ha dicho que comenzará negociaciones para «reentrar en París» o en «otro acuerdo que tenga en cuenta los negocios norteamericanos». Ha subrayado «si podemos reentrar, bien. Si no, también».

Trump ha asegurado que se marchan «en interés de la economía estadounidense y no afectará mucho al clima». Ha llegado a decir que busca el interés de los «ciudadanos de Pittsburgh, no de París».

Había estado jugando con la idea durante la última semana al bloquear una declaración de apoyo al Acuerdo de París en la reunión del G7 en Italia. Los otros seis mandatarios sí subrayaron su compromiso mientras la Casa Blanca decía que su jefe estaba tomándose su tiempo para «escuchar a sus colegas». No les ha hecho caso.

Trump ha dicho que el Acuerdo de París suponía «cargas draconianas para la economía». Y ha pasado ha desgranar una serie de supuestas pérdidas de empleos «hasta 2,7 millones» en sectores como el automóvil o el acero. También le ha parecido intolerable la financiación del Fondo Verde para que los países empobrecidos puedan adaptarse y mitigar las consecuencias del cambio climático, «cuestan una fortuna», ha calculado.

Otro aspecto que ha considerado inaceptable es que países como India o China todavía no tengan las mismas obligaciones climáticas que EEUU. Por ejemplo respecto a la generación de energía mediante la combustión de carbón. «Esos empleos se irán», ha sentenciado.

«El mundo aplaudió cuando los EEUU firmaron ese acuerdo. Lo hicieron porque el acuerdo ponía a este país que todos amamos en una gran desventaja económica». Y no ha tenido problemas en definir el consenso de París como «una redistribución masiva de la riqueza de EEUU entre otros países».

Nada más anunciar oficialmente el abandono del esfuerzo colectivo, el antecesor de Trump, Barack Obama, ha reaccionado: « Aunque este Gobierno se une un pequeño puñado de países que rechazan el futuro, confío en que nuestros Estados, empresas y ciudades darán un paso al frente y harán aún más para liderar el camino». 

Los números no engañan: EEUU ha estado en el centro del cambio climático. Su ex presidente Barack Obama lo admitió en París en 2015 al reconocer «la responsabilidad en crear este problema» que ha tenido su país «como primer economía mundial y segundo emisor». Segundo desde hace poco al ser superado por el acelerón gigantesco que ha dado China.

SEGUNDA ESTAMPIDA DEL CONSENSO INTERNACIONAL

La historia de EEUU y los esfuerzos para frenar el calentamiento global que cambia el clima del planeta está marcada por la marcha atrás.

En el primer acuerdo internacional de Kioto alcanzado en 1997, se salió también tras dar su visto bueno. El protocolo no entró en vigor hasta 2005 porque sin el país norteamericano se hizo muy difícil alcanzar la cantidad de emisiones requerida, un 55%.

Para sortear este chasco, a la hora de renovar el compromiso internacional en Paris, en 2015, se centuplicaron las negociaciones para que grandes contaminadores como China, India y, sobre todo, EEUU no se echaran atrás. Las negociaciones estiraron el plazo límite de conversaciones.

Al final, casi todos entraron en el texto. Ese acuerdo, que era más permisivo de lo que la ciencia pedía pero era “vinculante” y pedía un esfuerzo para contener el calentamiento del planeta “por debajo de los 2ºC”, si permitió que fuera ratificado por casi 200 países en menos de un año. Entró en vigor antes de cumplirse el primer aniversario de la cumbre francesa. El protocolo diseñado en Japón tardó ocho años. Y tuvo que enfrentarse a la marcha atrás de EEUU al entrar la administración de George W. Bush y no ser ratificado.

Lo que Donald Trump ha sorteado en su intervención son las consecuencias legales o el proceso que su país debe serguir para abandonar el acuerdo. París tiene previsto un proceso de cuatro años antes de que un firmante deje definitivamente el acuerdo. También podría abandonar la convención de la ONU para el Cambio Climático. O, símplemente, dejar morir los compromisos adoptados de reducir las emisiones entre un 26 y un 28%. En todo caso, nada de eso ha explicado.

Salirse de este acuerdo internacional tan extendido hace que EEUU se una a un club muy reducido de países que han rechazado el texto (por motivos bien distintos) compuesto por Siria y Nicaragua. Sí lo están países como Irán, Corea del Norte o Venezuela.

AISLAMIENTO: «REAFIRMA NUESTRA SOBERANÍA»

El presidente norteamericano ha hecho un alegato aislacionista: un acuerdo «no puede impedir que EEUU maneje sus asuntos económicos», ha dicho. Se refería a la extracción de recursos fósiles: gas o petróleo. «Es una reafirmación de nuestra soberanía».

Sin embargo, hasta empresas como Cloud Peak y Peabody, dos gigantes norteamericanos de la minería del carbón han pedido a Trump que no dejara el acuerdo. ¿La razón? Sencilla. Estar fuera impide opinar, negociar presionar o modelar el modelo energético mundial. Sin esa influencia, las empresas pueden perder clientes fuera de EEUU si se decide firm emente prescindir del mineral.

Hace siete meses, durante la cumbre del clima en Marrakech (Marruecos), el todavía secretaria de Estado de EEUU, John Kerry acudió a la ciudad africana para hablar con su delegación. Él fue el encargado por Obama para dirigir las negociaciones en París  y quien acudió a firmar el acuerdo, con su nieta en los brazos. En Marrakech aseguró que fallar con el cambio climático suponía » un fracaso moral y una traición». Un juramento de efecto nulo.

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