Las dudas en torno a la muerte de Noa Pothoven: La eutanasia de la joven holandesa no había sido autorizada

Las circunstancias de la muerte de Noa Pothoven, la holandesa de 17 años que había solicitado una eutanasia, no están claras. La noticia que circuló inicialmente en todo el mundo, y así lo consignó Página/12, fue que la joven que nunca pudo sobreponerse a los abusos sexuales que sufrió de niña tuvo una muerte asistida, según lo establecido en ley de Holanda. La eutanasia, sin embargo, no había sido autorizada. Pothoven se negó a comer y beber, aunque no hay evidencia de que los médicos la hayan ayudado a morir.

Pothoven murió en su casa de Arhem. A principios de 2018, se había acercado a la clínica Levenseind en La Haya sin el conocimiento de sus padres para preguntar si podían autorizarle la eutanasia, pero el Estado rechazó su solicitud.

«Ellos piensan que soy demasiado joven para morir. Piensan que debo completar el tratamiento del trauma y que mi cerebro primero debe estar completamente desarrollado. Eso dura hasta que tienes 21 años. Estoy devastada porque no puedo esperar más «, había dicho por entonces la joven, víctima de violencia sexual en al menos tres oportunidades.

Pothoven sufría angustia, depresión y una severa anorexia como consecuencia de los abusos que sufrió a los 11 y 14 años, que la había llevado en otras oportunidades a intentar suicidarse. El año pasado, había llegado al hospital de Rijnstate en Arnhem en una condición crítica, con bajo peso grave y la amenaza de que los órganos vitales fallaran. Incluso había sido puesta en coma para alimentarla artificialmente con una sonda.

Semanas atrás, y tras negarse a un tratamiento de electroshock de su depresión, Noa se instaló una cama de hospital en su casa y se negó a comer. Las pautas médicas holandesas estipulan que si un paciente retiene su consentimiento, «los proveedores de atención pueden no proporcionar tratamiento, enfermería o atención».

El diario De Gelderlander aseguró que había pasado sus últimos días despidiéndose de su familia cercana. Una portavoz de la diputada holandesa Lisa Westerveld, quien hizo campaña para mejorar la atención psiquiátrica de los jóvenes y visitó a Noa poco antes de su muerte, le dijo a DutchNews que Noa había muerto «porque ya no comía».

Holanda autoriza la eutanasia bajo estrictas condiciones. Pothoven, por ser menor, requería una autorización que no obtuvo. La ley holandesa que rige la muerte asistida requiere que el sufrimiento del paciente sea insoportable, sin perspectivas de mejora, y su solicitud debe hacerse voluntariamente, no bajo la influencia de otros. El paciente también debe haber sido informado completamente de su condición, perspectivas y opciones, otro médico independiente debe estar de acuerdo con la solicitud, y un médico debe estar presente cuando se realiza el procedimiento, ya sea por el médico o por el paciente. Para niños de entre 12 y 16 años, se requiere el consentimiento de los padres.

La ley entró en vigor en el país, el primero en autorizar la eutanasia en Europa, en abril de 2002 y desde entonces miles de personas recurrieron a ella. De acuerdo a los últimos registros de 2017, el 4 por ciento del total de fallecimientos fueron por eutanasia, entre los que había un 80 por ciento de pacientes con cáncer incurables, desórdenes neurológicos, enfermedades cardiovasculares o pulmonares. Sólo el 1 por ciento tenía problemas psiquiátricos y sólo un menor de 18 años fue autorizado por la Justicia para llevar adelante el proceso.

Uno de los casos que mayor relevancia cobró fue el de Aurelia Bowers, una mujer de 29 años que falleció por eutanasia en enero de 2018. No era una enferma terminal, pero desde los 12 años tenía una enfermedad mental que le impedía llevar su vida con normalidad. Sus últimos días, además, fueron grabados por una cadena de televisión holandesa, que la siguió durante dos semanas para retransmitir el final de su vida. Así como Noa, Aurelia había recurrido a una clínica en La Haya, aunque ella sí encontró el respaldo médico y jurídico para materializar su decisión.

Noa dejó su testimonio en un libro autobiográfico, “Ganar o aprender”. “Estuve deliberando por un tiempo si debería o no compartir esto, pero decidí hacerlo. Tal vez esto sea una sorpresa para algunos, dado mis publicaciones sobre hospitalización, pero mi plan no es impulsivo. Tras años de luchar y pelear, estoy agotada. He dejado de comer y beber por un tiempo y, después de muchas discusiones y evaluaciones, decidí dejarme ir porque mi sufrimiento es insoportable”, escribió en Instagram. “El amor, en este caso, es dejar ir”, reflexionó en la misma publicación en la que pidió a sus seguidores que no trataran de persuadirla.

Muerte de Noa por violencia machista (Opinión de Cristina Fallarás)

El pasado domingo la joven holandesa Noa Pothoven decidió dejar de vivir. Se dejó morir por inanición acompañada por sus padres porque, según afirmó, ya no podía aguantar más el sufrimiento. Dicho dolor no procedía de una enfermedad incurable, sino del hecho de haber sido violada a los 11, 12 y 14 años, como ella misma había narrado en un libro.

En un primer momento se habló de eutanasia. El debate se centró entonces en si era ético o legal aplicar tal práctica a una menor –en Holanda está permitido– y además qué significaba hacerlo por motivos de sufrimiento psicológico, más concretamente depresión severa. Ese era el escándalo y y ahí se centró todo el debate.

Poco después nos enteramos de que no se le había practicado una eutanasia, sino que la joven había decidido prescindir de la alimentación que le era suministrada a través de una sonda nasogástrica. O sea que se dejó morir de inanición. Junto a ella, asistiéndola y acompañándola en el suicidio, se encontraban su padre y su madre. Entonces el debate se centró en si parecía o no ético que los padres atendieran el suicidio de una hija de 17 años. Incluso se discutió sobre si eso podría responder o no a una supuesta “normalidad”.

Posteriormente, el asunto pasó a la discusión sobre los problemas sicológicos de jóvenes y adolescentes. Gentes de la medicina, de la Universidad y de las instituciones han opinado sobre si los recursos para tratar la ansiedad, depresión o suicidio de los menores son suficientes. Se ha abundado también en la cantidad y calidad de dichas crisis y trastornos psicológicos. Ahí lo importante pasaron a ser las autolesiones y la anorexia de la joven Noa.

Y pasan los días sin que al parecer nadie se detenga en el fondo del asunto, en la base de todo este horror. Esta es: la muchacha holandesa se quitó la vida porque la habían violado a los 11, a los 12 y a los 14 años. Es decir, se trata de una serie de agresiones sexuales con resultado de muerte. Es decir, estamos hablando de violencia machista.

No se trata de un caso de eutanasia a una menor, así en general.

No se trata de un caso de suicidio, así en general, como el de tantos jóvenes.

No se trata de uno más de los muchos trastornos psicológicos que arrastra la adolescencia, ni de uno más de los casos de autolesiones o anorexia.

Es pura y dura violencia machista con resultado de muerte. Y, sin embargo, por ese tema no se ha pasado ni siquiera de puntillas.

De hecho, Noa sí llegó a solicitar en un centro médico, sin conocimiento de sus padres, que le practicaran la eutanasia, a lo que se negaron. Pasó por alguna institución más, según sus palabras con tratos poco adecuados. Llega a afirmar que en una llegaron a tratarla como a una delincuente.

Las agresiones sexuales continuadas, como toda forma de violencia machista, requiere de unos protocolos muy determinados. No es solo una depresión o una anorexia. Es el resultado de varios crímenes. No es solo una enferma, sino la víctima de una serie de crímenes insoportables. Resulta pavoroso cómo en todo este proceso se ha omitido este hecho. Y el horror procede de que si la sociedad es incapaz de detectar el origen y denunciarlo como lo que es, también lo son las instituciones públicas.

Todavía recuerdo con horror una conversación con Ángela González Carreño. Esta española presentó más de 70 denuncias por agresiones sexuales de su marido y luego ex marido, una violencia que por lo tanto era también ejercida sobre su hija. Cuando esta tenía 3 años, ambas huyeron después de que la cría presenciara cómo su padre agredía a su madre en el suelo de la cocina con un cuchillo jamonero. Tras tres años de pelea en comisarías y juzgados, tras más de 70 denuncias rogando a las instituciones que impidieran al padre quedarse solo con la niña, la Justicia lo desestimó. Cuando al fin padre e hija se vieron solos, la mató de un tiro. Entonces, tal y como me comentó Ángela en aquella ocasión, la Administración pública, sin duda responsable de tal asesinato, jamás le ofreció ayuda psicológica ni ningún otro tipo de atención.

Me parece evidente que en el caso de Noa existe una brutal negligencia de las instituciones públicas, que responde a su vez a una percepción social sobre la violencia machista. Y es brutal porque Noa no se dejó morir por depresión ni por anorexia, sino por ser víctima de una violencia machista continuada.

F/Pagina12 y Publico.es (Opinión)
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