Por Manuel López|Duty free (Opinión)

El mundo atraviesa por una senda poco promisoria de cara el futuro. La velocidad del crecimiento es menor y eso tiene un impacto social y ambiental de dimensiones poco visibles en el corto plazo.

Sin el ánimo de embaucar a las y los lectores en una reflexión existencialista, el pesimismo pareciera que fuera ganando terreno ante un futuro de buenos augurios. Las élites económicas se hacen la vista gorda ante este deterioro progresivo del planeta, porque consideran que el costo de ir reparando los daños, les resulta inconveniente para sus intereses.

Los enfoques de gobiernos que proponen vías alternativas o por lo menos de reparación hacen mella en el mundo, avasallados por orden imperante de las potencias mundiales que buscan adormecer al mundo a sus pies.

No existe conciencia política de ser un gran planeta para la humanidad y los liderazgos políticos del urbe que pudieran acrecentar esas ideas, se disgregan cada vez mas ante los poderes económicos de las multinacionales, esas que anuncian en los aeropuertos del mundo y en los duty free, y por la desvalorización de la población atrapa en las banalidades de las redes sociales y los más medias que imponen sus códigos de violencia y rinden culto a un narcisismo excesivo, desprovisto de valores humanos.

Aunque algunos de estos elementos no se pueden convertir en variables cuantificables en la ciencias económica actual, es tangible, visible, el impacto en la realidad del actual estado de cosas en el planeta. No existe conciencia política de estos problemas e incapacidad para propiciar cambios, tanto en los gobiernos de los estados nacionales como en los ciudadanos.

Las élites políticas y económicas se resisten a propiciar cambios y las masas, esa multitud inescrutable de algunos sociólogos, le hacen el juego a esa mirada. Todos quieren su pedazo de pastel y comerlo. Que el capitalismo siga su cauce.

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