Ecuador: La traicionada rebelión popular frente a las imposiciones del FMI

La que en principio parecía ser una esperanzadora reacción contra las medidas del Fondo Monetario Internacional aplicadas por el régimen del felón Lenín Moreno, terminó difuminada bajo unas oscuras “negociaciones” con las cúpulas indígenas

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Cuando a comienzos de este mes el pueblo ecuatoriano salió a las calles en abierta rebelión contra las medidas del Fondo Monetario Internacional impuestas por el traidor Lenín Moreno, muchos revivimos lo ocurrido en Venezuela 30 años atrás.

En el papel, había ciertos parecidos: la eliminación del subsidio a los combustibles y el subsecuente incremento de sus precios, afectando fundamentalmente a los sectores más vulnerables de la población, como parte de un paquete similar del mismo organismo, que en aquel momento prendió la mecha para una rebelión, cuyo saldo fue de más de tres mil personas asesinadas y cientos de heridas por la brutal represión desatada por el gobierno del sátrapa Carlos Andrés Pérez.

La consecuencia más importante de aquellas épicas jornadas protagonizadas por el pueblo venezolano, no pudo palparse entonces, sino años más tarde: fue la herida mortal infligida a la dictadura puntofijista, como génesis de la llamarada del 4 de febrero de 1992 y el triunfo de la Revolución Bolivariana, con el comandante Hugo Rafael Chávez Frías a la cabeza, en las elecciones presidenciales de diciembre del ’98.

Sin tener posibilidades de saberlo en su momento, el pueblo venezolano estaba colocando la piedra fundacional de un proceso de profundas transformaciones políticas en nuestra región, que inclusive se extenderían hacia otras partes del planeta. Bolívar, incandescente, infinito, lo acompañaba.

Aquel “Caracazo”, de repente pareció encontrar una réplica en la reacción frente al “Paquetazo” en la hermana nación. Ecuador lucía encaminado a un desenlace semejante, con los sectores populares, liderados por la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE), avanzando de tal manera que obligaron al nuevo Judas Iscariote latinoamericano, a trasladar la sede del gobierno a Guayaquil, mientras la capital Quito era tomada por una irrefrenable avalancha humana. La victoria popular, parecía cerca.

También como en nuestra Patria tres décadas atrás, el déspota gobernante ordenó reprimir de manera despiadada a quienes se lanzaron a las calles exigiendo la derogación de las inhumanas medidas fondomonetaristas, dejando sobre aquellos suelos al menos una decena de fallecidos, cientos de heridos y detenidos sin basamentos legales, muchas y muchos seguidores de la corriente del exmandatario Rafael Correa, bajo la silenciosa complicidad –no faltaba más- de las corporaciones mediáticas, los organismos multilaterales prestos a escandalizar cuando se trata de Venezuela –tal el caso del ministerio de colonias yanquis, la OEA- y organizaciones de derechos humanos, incluyendo la Alta Comisionada para tales fines de la Organización de las Naciones Unidas, la inefable señora Michelle Bachelet.

Como era de esperarse, no tardaron en pronunciarse los sectores de la ultraderecha ecuatoriana y continental, apuntando al jefe de Estado venezolano, Nicolás Maduro Moros y al expresidente Correa, como instigadores y hasta financistas de cuanto ocurría por aquellos pagos. La voluntad popular y la voracidad del neoliberalismo enfrentados nuevamente, como históricamente ocurre, como factor detonante, fue ignorada.

Poco duraron, sin embargo, las esperanzas de que en Ecuador se concretara un cambio de rumbo: unas oscuras negociaciones entre Moreno y los líderes de la CONAIE, que en principio arrojaron la promesa de derogar el decreto mediante el cual se eliminaban los subsidios a los combustibles, sin nada concreto adicional, determinó la desmovilización popular, dando un violento frenazo al luminoso proceso generado hasta entonces. Las salvajes medidas dictaminadas por el FMI, se mantienen, mientras el pueblo ecuatoriano, desprovisto de un liderazgo que reoriente sus luchas, ha caído en una suerte de letargo entre la decepción, la incredulidad, la impotencia y la resignación.

La amarga sensación de que una nueva traición fue consumada en contra de ese pueblo, inundó almas y corazones en toda la región –seguramente mucho más allá, donde existan otras naciones en combate contra la opresión imperialista-, quedando en el ambiente la interrogante sobre si en algún momento, esa chispa encendida a comienzos de este octubre, terminará por encender las conciencias y generará las tan urgentes transformaciones revolucionarias para esa nación.

Sin claridades

Lo ocurrido, por supuesto, ha originado descarnados análisis y reflexiones en torno a lo ocurrido en el hermano país bolivariano. Por supuesto, hubo la alegría ante la relativa victoria por la derogación del decreto mediante el cual se eliminaba el subsidio a los combustibles, pero quedó la amargura porque en apariencia pudo haberse logrado más y de manera descarada fueron arrojadas al cesto de la basura las aspiraciones populares de cambios profundos.

Para el profesor de la Maestría de Derecho Internacional Público de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), Ernesto Wong Maestre, el estudio de la actual coyuntura ecuatoriana parte necesariamente desde las protestas derivadas del enjuiciamiento al vicepresidente Jorge Glass, cuando se negó, de esa manera, “la opinión de la mayoría del pueblo que lo había elegido”.

Todo, “debe comprenderse tanto por lo ocurrido en esta última manifestación masiva, como por su contexto nacional e internacional y los intereses, intenciones y estrategias del gobierno de Donald Trump, hacia la región andino-caribeña”.

En su opinión, todavía “no están claramente definidos todos los procesos y subprocesos de la crisis ecuatoriana, aunque las intenciones de los actores involucrados en ella han quedado expuestos en su mayoría, sobre todo los del presidente Moreno, de achacar la culpa de todo al gobierno presidido por Nicolás Maduro y a los seguidores de Correa”.

Para Wong, “es clave comprender que varios sectores del pueblo salieron masivamente, porque percibieron las consecuencias, para ellos nefastas, del acuerdo firmado con el FMI en marzo, pero estaban a la espera de su promulgación, que desató la ira, una cuestión de opinión pública latente, que también sabían tanto Moreno y su aparato de inteligencia como el imperio. Entre esas fuertes motivaciones del pueblo. estuvo claramente el rechazo a la posibilidad de perder el empleo en el sector público, a tener reducido el apoyo a la salud y educación gratuita, limitaciones en sus pensiones, salarios, vacaciones, tener que dedicar más recursos al transporte por el aumento de la gasolina –la acostumbrada receta del FMI- y todo por el interés de Moreno y del gobierno de Estados Unidos de favorecer a los sectores tradicionales de poder. No es casual que desde el mismo marzo, un 46% de encuestados opinaba que en Ecuador las órdenes las dictaban los grupos económicos y un 27% más consciente de la historia, apreciaba que es el gobierno de Trump quien gobierna en ese país”..

No es de extrañar entonces, que las manos imperiales estén metidas, “por cuanto Ecuador es un eslabón crucial para la estabilidad de su caballo de Troya en América Latina, Colombia, y para la posible inestabilidad de otros adversarios como son Venezuela y Bolivia”.

El también especialista en Política Exterior de Venezuela, detalla que “esa comprensión popular relacionada con Estados Unidos, tiene su fundamento en la propia realidad ecuatoriana desde que el entonces presidente Rafael Correa y su equipo comenzaron a impulsar medidas que luego denominaron la Revolución Ciudadana y los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama iniciaron acciones contra su gobierno, como la recolonización de Colombia, con su posterior consolidación por Trump, pues ese país neogranadino tiene amplia frontera con Ecuador y Venezuela, donde se desarrollan procesos de transformaciones sociales, políticas, jurídicas y económicas, con distintos niveles de profundidad, cada una teniendo significados diversos en el curso de los acontecimientos actuales, según la disposición respecto al poder de gobernar que tenga cada uno de sus pueblos”.

Bajo el mismo marco, desde Colombia, los genocidas de Washington “esperan contener a esos dos procesos y lo que ocurre hoy en Ecuador o en Venezuela es consecuencia de ese interés y de sus acciones imperiales derivadas”. Es decir, nada es casual y todo cuanto ocurre en nuestra región está concatenado.

Controlar Ecuador

Para el Imperio, sostiene Ernesto Wong, es indispensable “controlar Ecuador militarmente, a fin de hacerse del control de sus recursos naturales, petroleros ante todo, de su territorio por ser fronterizo con su neocolonia Colombia, a la que debe consolidar como tal y, en tal sentido, debe fortalecer al capitalismo criollo, lo cual puede evidenciarse claramente con las medidas acordadas con el Fondo Monetario Internacional, pues todas se dirigen a reducir el poder público para favorecer al capital privado, sobre todo transnacional, al que es difícil controlar por ahora, en ningún proceso que inicie transformaciones populares, a no ser que otra potencia emergente se alíe con intenciones de provecho mutuo, como lo hace China”.

De ahí, “un tercer interés del gobierno de Trump, es ir eliminando la presencia económica, financiera y comercial de China en Ecuador, y solo lo podría lograr si mantiene en el poder a un gobierno entreguista y procapitalista como el de Lenin Moreno, con una alianza oportunista establecida al calor de las protestas con las cúpulas indígenas –como acaba de ocurrir, para dar pie a la nueva traición, materia en la cual es especialista el lacayo mandatario, logrando entre medianoche y gallos la capitulación de la CONAIE, cediendo muy poco a cambio-, las cuales podrían ser utilizadas por los aparatos de poder estadounidenses, contra la Revolución Socialista de Bolivia y el nuevo mandato de Evo Morales, buscando las divisiones de los sectores indígenas que apoyan ese proceso de transformaciones y dificultándole avanzar a un mayor ritmo”.

El analista, subraya que “la crisis y la forma en que Lenin Moreno y Mike Pompeo, como Secretario de Estado de Trump, la han manejado, ha sido propicia para golpear más fuerte al expresidente Rafael Correa y a sus seguidores, que son los más firmes aliados de Venezuela, y también para fortalecer el liderazgo de ciertos componentes de las cúpulas indígenas, que contrarresten a futuro inmediato los liderazgos correistas, mientras desde el Estado hacen todo lo posible por asesinarlos políticamente, mediante operaciones fraudulentas, desde sembrado de drogas hasta acusaciones basadas en hechos fabricados contra ellos: judicializaciones e inmoralidades de moda en las actuaciones de las oligarquías del siglo XXI ”.

Organización necesaria

En este mismo contexto, el analista pondera que “del lado del pueblo llano y volcado a las protestas, hay que distinguir la percepción grata y esperanzadora que siente por el ‘éxito’ que aparentemente les favorecerá, pero no se debe descuidar que del lado opresor, se hará cualquier cosa más por pasar esa página y seguir insistiendo en el ‘paquetazo’, pero con otro nombre y de forma fragmentada, mediando en ello toda una campaña desde el poder que elimine de riesgos al Presidente”.

Ernesto Wong Maestre, para concluir advierte que “todo dependerá de cómo las grandes masas del pueblo en rebeldía, estén organizadas en Ecuador por los movimientos sociales, tengan líderes unitarios, concepción clara del tema comunicacional y puedan llevar a cabo acciones valederas y enfocadas a transformar la realidad, tomando las experiencias y nuevos conocimientos de Bolivia, Venezuela, Cuba o Nicaragua, para transformar las estructuras caducas”.

T/Jimmy López Morillo
F/Archivo CO