EEUU: traspaso de mando entre paranoia, farsa y miedo

Los sucesos del pasado 6 de enero han dejado una huella que podría convertirse en una nueva historia de heridas para un sistema cada vez más atrincherado en la decadencia y el ridículo

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Desde el año 2003 las fuerzas de ocupación estadounidenses, que convirtieron en un infierno la vida de los iraquíes, constituyeron la llamada “zona verde” de Bagdad. Uno de los símbolos de la aberración del poder imperial de Washington y el Pentágono, un lugar que trataron de hacer inexpugnable para protegerse de la resistencia, mientras proseguía la campaña de sangre y destrucción en las calles de Irak.

La famosa “zona verde” de seguridad de los mismos que violaban masivamente derechos humanos y torturaban en nombre de la libertad. De los mismos cobardes que desde Washington o al comando de portaaviones se autoproclaman como policías mundiales.

Hoy Washington, la capital del imperio, es otra zona verde mientras el sistema político estadounidense va cayéndose a pedazos como en un lento pasaje de sismos que van desmigajando las paredes de los símbolos del poder, tal como el mundo lo observó el pasado 6 de enero con los extraños sucesos del asalto al Capitolio legislativo.

Han pasado dos semanas de cuando Batman, un extraño vikingo y otros personajes se sentaron en los despachos sacrosantos de los líderes del Congreso de Estados Unidos y hay muy pocas explicaciones claras y precisas acerca de lo que pasó y cómo pasó. A pesar de las innumerables fotos y filmaciones ni siquiera se vislumbra un culpable, por ejemplo, de la muerte de uno de los policías que custodiaban el lugar. ¿Cómo entraron con tanta facilidad a uno de los símbolos del poder imperial y quienes dieron la orden? ¿Acaso eran solamente espontáneos?

Lo que haya ocurrido, que no está claro para los estadounidenses ni para el resto del mundo, expectante de lo que ocurre en el centro de poder de las élites del mundo, ha desatado un contexto de paranoia, militarización, tensiones, rumores y distintos análisis sobre los niveles de decadencia del sistema imperial y de la propia unidad de los “Estados Unidos”.

Son 20 mil investigados

Lo cierto es que para el bando del poder que está detrás de Joe Biden, el nuevo ungido para la Casa Blanca, garantizar un traspaso de mando sin mostrar nuevos signos de decadencia y frustración social se ha hecho todo un desafío. Más de 20 mil efectivos de la Guardia Nacional, debidamente armados y entrenados ocupan una “zona verde” de Washington DC para evitar cualquier alteración en el libreto.

En contexto, el FBI y los medios de comunicación, que usualmente también ocupan un rol de guerra en la estructura del poder estadounidense, han dejado rodar rumores, filtraciones y presuntas informaciones que indican los preparativos y protestas armadas de los partidarios de Donald Trump en todos los rincones del país, especialmente en torno a los capitolios.

Según The Associated Press, los 25 mil militares que custodiarán la investidura han sido investigados para evitar el surgimiento de enemigos internos entre los equipos de seguridad.

«Continuamente estamos trabajando y hemos examinado a cada una de las personas asignadas para esta operación», precisa Ryan McCarthy, secretario del todopoderoso Ejército de Estados Unidos. «Tenemos que poner en marcha todos los mecanismos para examinar a fondo a estos miembros que podrían apoyar una causa radical», resalta el funcionario.

Hasta desde Puerto Rico “importaron” un contingente de unos 2 mil soldados, que carecen de derechos como ciudadanos en Estados Unidos, toda vez que la isla caribeña es tratada como una colonia por Washington.

Han resultado detenidos en estas horas previas al fastuoso evento del poder estadounidense desde “influencers” de Instagram que intentan hacer videos en las zonas ocupadas por los militares, hasta una mujer que se hizo pasar como policía y un hombre armado que merodeaba por el lugar. Recordemos que no es para nada extraña la presencia de personas armadas en las ciudades y pueblos del país norteamericano, un lugar donde se rinde culto a las armas.

Esa “normalidad” de armas de todo tipo que recorren con sus dueños como si fuesen mascotas el territorio estadounidense, es la misma que ha permitido el surgimiento de todo tipo de milicias de derecha mientras el Tío Sam se ufanaba de abatir y perseguir a terroristas alrededor del mundo (sí, los mismos que ellos apertrechaban y financiaban y en muchos casos lo siguen haciendo).

Los nombres de las bandas armadas organizadas pueden ser tan pintorescos como el Batman y el vikingo del capitolio. Desde los Proud Boys hasta los Boogaloo, organizaciones de derecha merodean por los sitios desde donde las élites pretenden aparentar ser grandes estadistas, juristas y empresarios de traje y corbata que dilucidan el futuro mundial, mientras del otro lado del Atlántico la vieja Europa se rinde a sus órdenes.

Ahora tratan de endilgarle a un solo bando lo que todos juntos han construido: el miedo y el poder de las armas, la intimidación y la violencia como forma de dominación. El racismo, la discriminación, un sistema de justicia arcaico y absurdo son obras comunes de las élites estadounidenses, no son un patrimonio de Trump como quieren mostrar, mientras intentan aparentar temor y deseos de proteger y reivindicar la diversidad.

No, no han sido ningunos abanderados de la diversidad, tampoco han defendido valores democráticos algunos, cuando dentro del mismo Partido Demócrata que aparece ahora como modelo de las libertades, se hicieron maniobras tramposas para evitar el triunfo de Bernie Sanders en las internas o cuando festejaron la destrucción de Libia y el asesinato de Kadhafi. Más allá, cuando todos saben que las victorias políticas son construidas exclusivamente con dinero y armas mediáticas y no con la voluntad del pueblo.

Todos esos poderosos con un rostro y otro, aun mostrando mestizaje evidente en su piel, están detrás de una Constitución, que fuera de los modales de cualquier gobernante del mundo, no es ningún ejemplo de construcción democrática.

De fanatismo y ungidos tenemos por ejemplo a George W. Bush, que decía que estaba predestinado por Dios para gobernar el mundo y allí está como un ángel que critica las barbaridades y el fanatismo de Trump. Son una élite de fanáticos irracionales y siempre lo han demostrado, han pisoteado a su propio pueblo y pisotean a la humanidad. No son necesarios disfraces de Batman o de El Guasón. La paranoia que hoy quieren difundir por el mundo y en su propio país se asemeja más bien lo que crearon acerca de los polémicos sucesos del 11 de septiembre.

Las últimas horas

Lo que no admiten desde las élites es que el rey, llámese como se llame, camina y caminará desnudo en el entramado de la mentira idílica “americana”. Los mismos medios que se despliegan con armas de diversos calibres contra nuestras mentes ahora nos dicen, como los británicos de The Guardian: “El asalto al Capitolio del 6 de enero fue la culminación de una presidencia caracterizada por la manipulación de los medios y las conspiraciones en la red. Una presidencia que convirtió la política en un producto mediático y lo mediático en política”.

¿En serio quieren que creamos que se trata solo de eso? ¿En serio pretenden vendernos que en la hegemonía mediática solo jugaba partido Trump con esas armas de manipulación? ¿En The Guardian están jugando al escondite cuando difundían a los cuatro vientos que Saddam Husseim tenía armas de destrucción masiva o que Venezuela es una amenaza para la seguridad global? Mentirosos.

Ahora todos se cartelizan para convencernos que “con Biden se vive mejor”. Que ahora se viene de nuevo el progreso a ilustrarnos. Entonces todos titulan igual: que Biden viene con una batería de decretos para llevarnos de retorno al progreso, a la nueva era y a enterrar los fanatismos.

“Los primeros decretos de Joe Biden para deshacer las decisiones de Trump sobre Irán, el coronavirus y la crisis climática”, titulan. Más tarde explicarán realmente lo que se traen entre manos.

“Biden planea hacer que Estados Unidos vuelva al Acuerdo de París sobre el cambio climático y al acuerdo nuclear con Irán; anular los vetos de viaje impuestos por Trump contra algunos países de mayoría musulmana; restringir los desalojos y ejecuciones hipotecarias durante la pandemia y obligar a llevar mascarilla en todos los edificios del Gobierno federal”, nos relatan, algo idílico, la Tierra ya está cerca de vencer el sobrecalentamiento. Malo que no difundan las estadísticas de cuánto fue el avance real de Estados Unidos en la batalla contra la emisión de gases de efecto invernadero. Seguramente las cifras no convencerían a nadie, que más allá de rubricar un acuerdo, muy poco o nada hacen en la vida real.

«Estas acciones cambiarán la evolución de la Covid-19, harán frente al cambio climático, promoverán la igualdad racial, apoyarán a otras comunidades desatendidas y reconstruirán nuestra economía de manera que se fortalezca la columna vertebral de este país: los hombres y mujeres trabajadores que construyeron nuestra nación”, señaló al respecto en un comunicado Ron Klain, el nuevo jefe de gabinete de la Casa Blanca.

Mientras tanto esos mismos medios y los posicionamientos de los gigantes del nuevo suprapoder de las redes sociales nos repiten una y otra vez que Trump se despedirá “indultando” bandidos, extremistas y corruptos. Claro no mienten, solo nos cuentan la mitad. ¿Dónde estaban esos “progresistas” que ahora gobernarán con Biden cuando en la Casa Blanca se decidió reconocer a Juan Guaidó como presidente de Venezuela y robar a Venezuela todo cuanto podían? ¿Acaso ellos no aclamaron también al bandido?

Difícil no creer que lo que está en juego no es la misma historia del sueño americano y los idilios predestinados de los gobernantes estadounidenses para someter al resto del mundo. Son otras cosas las que se disputan en su concepción del poder.

“Los puritanos del siglo XVII practicaban confesiones públicas como medio de alcanzar la vida ‎eterna. Sus sucesores, los neopuritanos del siglo XXI, pretenden alcanzar el mismo objetivo ‎fustigándose por el «privilegio blanco». Ultra multimillonarios como Jeff Bezos, Bill Gates, Arthur ‎Levinson, Sundar Pichai, Sheryl Sandberg, Eric Schmidt, John W. Thompson y Mark Zuckerberg ‎promueven una nueva «ideología» que plantea la superioridad del «hombre numérico» sobre el ‎resto de la humanidad y dicen aspirar a vencer la enfermedad y la muerte”, así lo identifica Thierry Meyssan en su más reciente texto sobre lo que parece rondar el destino inmediato de Estados Unidos: la confrontación interna.

T/ Chevige González Marcó
F/ Archivo CO
Caracas