El arte no claudica aunque llueva, truene o relampaguee (+ Fotos)

Las negras de Claudia Pilar Guarín tienen un atractivo que Alba Inés Guarín, su hermana, todavía no alcanza a descifrar o encuadrar en palabras. Lo cierto es que desde hace más de 30 años, cuando ambas comenzaron a valerse de la arcilla, estas preciosas figuras se convirtieron en las favoritas de las tiendas que cada vez elevaban el número de pedidos. Los clientes las hicieron sus preferidas, aunque los santos, vírgenes, retablos, nacimientos que ellas también elaboran son demandados igualmente.

Las negritas de Claudia Pilar son el resultado del recorrido por un camino, un proceso evolutivo que comenzó con una mirada, como un flechazo a primera vista. Luego, con la suma de lo cotidiano y lo fortuito, aquella inicial inquietud poco a poco se fue dotando de un rostro, de una figura, de un estilo, hasta desembocar en una línea creativa.

Pilar, relata, era una jovencita con inquietudes artísticas, estudiante de la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena, en Valencia. Estudiaba pintura con cierta incertidumbre hasta que un amigo le regaló un libro llamado La tierra doctorada, en el cual aparecían unas piezas, unos rostros de la afamada ceramista Reina Herrera que le encantaron. Al contemplar aquellas piezas sintió una especie de piquiña en el cuerpo. Un ardorcito sabroso.

La primera incursión en cerámica fue con moldes, haciendo tazas. En aquella época había un auge de todo lo que era cerámica de molde; estaba de moda. Su padre le regaló un horno pequeño y el curso de cerámica. Ese fue su primer encuentro con este arte.

Por ahí empezaron ella y su hermana. Pilar llevó unas piezas a una amiga que tenía una tienda en La Viña, en Valencia. A los turistas que estaban por ahí, cerca del Hotel Intercontinental, les gustaron. Comenzaron a pedir más cosas. De allí, se interesaron otras tiendas, que preguntaron por las piezas.

“Después con el libro de este amigo comencé a manipular la arcilla, vi que podía hacer mis piezas. Me enamoré de la arcilla. Me parece un material hermoso. El límite es tu mente, tu creatividad. Puedes hacer lo que quieras. Es algo increíble cómo surgen las cosas de las manos. Por ese libro comencé a ensayar, a practicar. Las negras fue por el trabajo de Reina Herrera. Ella hacia rostros, unas cabezas de mujeres. Yo a esas cabezas comencé a hacerles cuerpos”.

Una de las primera figuras que nació de sus manos se inspiró en un hecho casual.

“Una vez”, cuenta , “íbamos en el autobús de regreso de la escuela de arte y pasamos por la tienda de una señora. En la galería observé una negra bellísima, espectacular. Me dije que tenía que ir a esa tienda a ver esa negra que es una belleza. Alucinaba. Una vez, antes de llegar a mi casa, me bajé para pasar por la tienda. Cuando pasé era un jarrón, no era una negra. Es que de lejos no veo bien. De ahí me salió la idea de hacer una negra gorda, de ese jarrón. Yo me la imaginé completamente. La cara es inspirada en las piezas de Reina Herrera, el cuerpo es inspirado en el jarrón”.

Jacinta y Rosaria

En la acogedora casa de estas hermanas, ubicada en el sector Camino Verde, en Bejuma, estado Carabobo, se encuentra la hermosa negra inspirada en la confusión de un porrón, con el que Claudia Pilar Guarín encontraría un sendero para encaminar su talento creativo.

“Nos iniciamos en Valencia. Llevamos tres años viviendo en Bejuma. Nos vinimos para acá buscando tranquilidad. Compramos una parcelita en Camino Verde y construimos allí. Ahí tenemos el taller. Rosalba Chaparro, mi mamá, antes nos ayudaba con la pintura de las piezas, pero ahora por la edad dejó de hacerlo. Mi hermana siempre fue la artista de la familia y tiene más actividad. Desde pequeña siempre fue muy creativa. Inventaba, hacía. Siempre fue ella. Yo la seguí, pero ella ha sido la creativa del taller. El taller se llama Solo Arte”, detalla Alba Inés Guarín.

Alba Inés Guarín, quien con su hermana forma una llave creativa, asienta que ambas han trabajado juntas en estos 30 y pico de años. Entre la amplia gama de piezas que salen de sus manos están las negras, figuras religiosas, retablos, nacimientos, gallos y gallinas (hechas en tapara), manzanas. Las piezas de una y otra se distinguen por las proporciones de las piezas: ella se ocupa de las pequeñas y Pilar de las grandes.

Sobre los inicios de ambas, Alba Inés recuerda que luego de las vajillas de molde su hermana compró un kilito de arcilla de la que hizo la negra. Llevaron la pieza a la tienda y se la compraron inmediatamente. Aquello se transformó en un boom. Ya no les pedían una, sino 12 o 15. Pasó gente de Barquisimeto y se mostró entusiasmada.

Inés reconoce que la arcilla las motivó a abandonar el molde y la barbotina con que hicieron sus primeras piezas.

“Es un trabajo que nos gusta, nos relaja. Claudia se enamoró de la arcilla cuando comenzamos a trabajar con ella. La arcilla es un material muy noble, muy plástico; se presta para hacer muchas cosas. Lo que sea. Claudia tiene muchas ideas, mucha imaginación; las negras son las que más la llenan de satisfacción. Lo primero que se sacó con la arcilla fue una negra. En la casa tenemos la que se hizo. Si la comparas con el trabajo de ahora, ha evolucionado muchísimo; las compran mucho. Algunos las identifican con el país. Se las llevan de recuerdo. Cada tipo de ella tiene su nombre: Jacinta, Rosaria.

-¿Y qué dice de las taparas ?

-Cuando nos mudamos para acá, porque en Valencia no se ven mucho las taparas, por el camino donde vivimos hay una señora que tiene una mata de taparas. Un días nos regaló unas. Claudia se preguntó, ¿qué hago con las taparas? Comenzó haciendo santicos. Después nos dieron otras. Mi hermana vio la forma de los gallitos y comenzó a hacer los gallos. En la casa sembramos una mata. Está grandísima, hermosa, por eso comenzamos con las taparas. Es un material que también sirve para la gente que lleva recueros de viaje. Las buscan mucho porque es liviano, no se rompe, es más fácil para llevar.

La musa llega de repente

Claudia y Alba poseen una tienda en la aldea artesanal Viviano Vargas, ubicada a la altura de Bejuma, a un costado de la carretera Panamericana, que continúa hacia Nirgua, Chivacoa, Yaritagua, Barquisimeto.

Allí exhiben su variada colección de obras con las negras, retablos, nacimientos, santos, las gallinas y gallos, y otras piezas pequeñas. En esta tienda también pintan, en colores vivos, alegres y llamativos, muchas de las piezas que traen del taller.

“Es un trabajo que lleva mucho detalle”, explica Alba. “A las seis de la mañana ya estamos levantadas. La gente te pide diez, doce piezas y las quiere para ya y no se puede. Mi hermana, haciendo una negra de esas dura dos días y otros dos días pintándola. Tiene muchos detalles. Se trabaja todo el día. Comenzamos a a las siete de la mañana hasta las siete de la noche. Hemos bajado un poco el ritmo del trabajo por el problema de la electricidad. También hemos tenido dificultades con la materia prima, los colores que constantemente suben de precio y bajan de calidad. La arcilla la traemos de Quíbor.

Vendemos para tiendas en Valencia, Caracas, Barquisimeto. Antes mandábamos para Margarita, pero el transporte se puso muy costoso. Hay muchas tiendas que han cerrado, pero aun y todo con la situación se venden, no tanto como antes, pero sí se vende”.

Claudia Pilar refiere que una vez un amigo le pidió que le arreglara un San Antonio. Nunca antes había trabajado con santos. Desde entonces se dedicó también a trabajar las figuras religiosas: santos, vírgenes, retablos y nacimientos.

“Yo nunca había hecho nada con santos. Le reparé el San Antonio al amigo, entonces una de las clientas que me compraba negras fue a la casa y me dijo que por qué no hacía santos. Empecé a hacer mis figuras religiosas. Nacimientos. No me gustan los convencionales. Yo todo lo que veo me lo imagino haciéndole algo, una forma. Me regalaron las taparas y comenzaron a preguntarnos qué podíamos hacer. Con las taparas hemos hecho gallos, figuras religiosas pequeñas. La arcilla para mí no tiene límites. Ves las piezas y te hablan. La musa es algo que te llega de repente”, dice Claudia.

Reconoce que gracias a su padre, David Guarín, se adentraron en el mundo del arte. A él le gustaba el trabajo manual y las niñas lo ayudaban. En Navidad montaba ingeniosos nacimientos. A las piezas les colocaba imanes internos para que tuvieran movimiento.

“Yo lo primero que hice fue muñequitas sencillas, en arcilla roja. Fue las que llevé para la tienda de la amiga mía. De allí comenzaron a pedirme. Me encanta trabajar sobre madera, tapara, o tallar mdf, que es una madera”, dice.

T/ Manuel Abrizo
F/ CO
Caracas