El asalto al Capitolio y la certificación de Biden: ¿fin del relato?

El mundo se sorprendió luego de que todo se terminara de salir del libreto en Washington. ¿Era el Congreso de la nación más poderosa del mundo tan vulnerable para que fuera asaltado por pintorescos manifestantes armados?

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Con cuatro muertes, decenas de heridos y más de 50 detenidos se saldó el asalto del 6 de enero al Congreso de los Estados Unidos. Se trata de cifras lamentables, pero sorprendentemente bajas para lo que representaba tal acción. Unos de los símbolos de poder más importantes del imperio más poderoso del mundo fue ocupado y atacado, ante un contexto aparentemente semipasivo de los cuerpos de seguridad.

¿Cómo es que Hollywood nos narra impactantes momentos de alta sofisticación armada de episodios similares y ayer un Batman y un tipo semidesnudo pasearon por todas las oficinas del Capitolio e hicieron suspender una sesión?

¿Hubiese ocurrido un saldo de víctimas igual o más bajo si se hubiese tratado de una manifestación del movimiento Black Lives Matter tratando de ingresar a ese mismo sitio? Podemos revisar las fotos de situaciones similares y evidentemente el resguardo que tenía el parlamento estadounidense el Día de Reyes era infinitamente menor que el que tenía cuándo ocurrían las protestas contra el racismo.

Lo cierto es que hasta en el propio despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso, Nancy Pelosi, se aposentó un tipo al estilo vaquero con los pies sobre el escritorio y hasta se atrevió a dejar una nota de advertencia. Y todo ocurrió con decenas de grabaciones y fotos tomadas sin rasgos de ningún apuro o sobresalto significativo.

Los titulares de los grandes medios del sistema respecto a los sucesos se hicieron más corporativos que nunca, se olvidaron de todas sus falsas tesis de objetividad y adjetivaron por doquier a los seguidores de Trump. Hubo un relato entonces de “hordas salvajes” que intentaban atacar la “democracia”, esa que no existe en Estados Unidos. Ni hablar de los grandes electores de la información, las redes sociales más poderosas para el mundo occidental: Twitter y Facebook, que avanzaron un paso más en tomar la “justicia” por su mano y establecer un rol global de censura. Como si fuese la avanzada informativa de un poder global que pretende suplantar el sistema de Estados vigente. Quizás allí se encuentre parte de la respuesta a lo que verdaderamente se está jugando desde hace algún tiempo en Washington y se seguirá jugando.

¿Está tan solo Trump?

La forma como se dieron los incidentes en el Congreso indica que Trump no es ese lobo solitario o loco solitario que nos quieren vender los grandes medios de comunicación. No está solo en su aventura o en su proyecto. Los servicios secretos no podían ser ignorantes de lo que iba a pasar en el Capitolio.

Lejos de retroceder en su votación con respecto a la primera elección, Trump logró muchos más sufragios. No era el desahuciado político que nos querían hacer ver. Y el Día de Reyes, que no se festeja mayoritariamente en Estados Unidos, se burló de todos. Un tipo sentado con los pies arriba del escritorio de Pelosi es una de las demostraciones al respecto, el Batman, el hombre de los cuernos, son los íconos de una burla premeditada y que debió haber tenido complicidades importantes dentro del propio esquema de seguridad del sistema.

El intelectual y analista internacional Thierry Meyssan ha escrito en los últimos meses varios trabajos sobre lo que está detrás de la pugna por el poder en Estados Unidos. Es una pugna evidentemente entre derechos, entre las formas de concebir su supremacía. En ningún momento podemos confundirnos al respecto. Lo que está en juego es la vía a seguir por las élites, por los supremacistas. Para ello debemos contemplar todo lo que ocurre en toda la aldea.

“Al desaparecer la URSS, el ‘Imperio estadounidense’ perdió su enemigo existencial, y ‎también su razón de existir. El intento de los presidentes George Bush padre y Bill Clinton de ‎procurar a su país un nuevo camino con la globalización ha destruido las clases medias en ‎Estados Unidos y en casi todos los países occidentales. El intento de los presidentes George ‎Bush hijo y Barack Obama de organizar el mundo en torno a nueva forma de capitalismo –ahora ‎financiero– se estancó en las arenas de Siria”, señala Meyssan en su trabajo “La guerra civil se hace inevitable en ‎Estados Unidos”, divulgado el 15 de diciembre de 2020.

La decadencia europea, el crecimiento de China son factores que hay que tener en cuenta. El modelo imperialista lo que debate es cómo seguir ‎siendo hegemónico en lo político, económico y también en lo cultural. El discurso de Trump de pagar menos por las guerras de otros y de cuestionar los costos de la guerra para los contribuyentes estadounidenses no está ni de lejos inspirado en alguna formulación humanista. Son expresiones basadas en las contradicciones internas de las élites y de sus enfoques sobre cómo mantener su predominio.

Por supuesto que todo está lejos además de un debate sobre la democracia. En Estados Unidos sencillamente no existe democracia, ni unos ni otros la representan. Meyssan lo resume así: “la Constitución estadounidense no reconoce la soberanía del Pueblo, sólo ‎la de los Estados que componen la Unión. El principal redactor de la Constitución ‎estadounidense, Alexander Hamilton, lo dijo y lo escribió en los Federalist Papers: el objetivo ‎de la Constitución de Estados Unidos no es establecer una democracia sino instaurar un régimen comparable a la monarquía ‎británica –aun sin aristocracia”.

Aún le faltan capítulos a la novela

En la novela política que transcurre en Estados Unidos aún faltan varios capítulos y elementos de enganche. Lo del 6 de enero fue tan solo uno de los momentos cúspide, tal vez el preludio de lo que está por venir, cuando dos bandos han roto y hacen irreconciliables sus diferencias.

No hay un Trump totalmente derrotado, así lo repitan una y otra vez. Hay un Trump que destrozó la imagen que nos pintan de Estados Unidos. Hay muchos Trump además circulando por el mundo, con discursos similares o actuaciones similares, aun sin mostrarse tan anaranjados. Bolsonaro en Brasil, Salvini en Italia, Le Pen en Francia y Vox junto a sectores del Partido Popular español son proyectos similares.

Hay un Trump que aceptó por los momentos que Biden ocupará la Casa Blanca, pero que advierte que no se quedará con los brazos cruzados al respecto. Hay que guardar por allí para el cajón de la historia la declaración con la que el Mandatario saliente acepta su partida: “Aunque estoy totalmente en desacuerdo con el resultado de las elecciones y los hechos me confirman, sin embargo habrá una transición ordenada el 20 de enero. Siempre he dicho que continuaríamos nuestra lucha para asegurarnos de que solo se contaran los votos legales. Si bien esto representa el final del mejor primer mandato en la historia presidencial, ¡es solo el comienzo de nuestra lucha para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande!».

Del otro bando están seguros de que Trump y los que piensan como él no claudicarán por lo pronto sin seguir dando la batalla, de lo contrario no le aplicarían la más burda censura en las redes sociales. ¿Si está tan loco para qué evitar que siga diciendo locuras si eso lo descalificaría? ¿De cuándo acá tantas preocupaciones del sistema dominante sobre nuestra salud informativa si son los mismos que incitan los mensajes de odio contra otros pueblos y gobiernos que no comparten la visión imperialista del mundo?

Es cierto que el vicepresidente de EEUU, Mike Pence desertó de acompañar a Trump en su aventura, que varios de sus funcionarios de gabinete han discutido invocar la enmienda constitucional 25 que provocaría su destitución a menos de dos semanas de culminar su mandato. Recordemos también que Trump no era propiamente un líder histórico del Partido Republicano, sino un magnate que personificó a amplios sectores de ese partido y se hizo presidente con ellos.

Pero también es cierto que no nos han contado todos los detalles de lo que pasó y por qué pasó. Que posiblemente tardaremos mucho en saberlo, que hasta deberemos poner en duda si realmente Trump estuvo detrás de cada detalle de lo ocurrió el Día de Reyes o si los grupos de poder abrieron la puerta para desmanes que justificaran las posteriores revanchas.

Recordemos que aquel 11 de septiembre de las Torres Gemelas de Nueva York marcó también un antes y un después en la estrategia a seguir por las élites para la dominación del mundo. Aquellos que armaron a grupos terroristas para devastar naciones fueron los que después dijeron que estaban en una guerra global contra ellos. El juego de las banderas falsas también cuenta en lo que ocurrió y en lo que está por venir. Las certezas, más que nunca, no están completas sobre lo que están jugando en Washington.

No es una víctima el Mandatario saliente. Es el racista, imperialista y supremacista que todos sabemos. Las banderas que ondearon los asaltantes del Congreso son las mismas de los confederados que defendieron el modelo esclavista durante la guerra civil estadounidense. Se enfrenta a otros como él que perfuman los discursos y pisan el acelerador para intentar instaurar un gobierno global a su modo. Esta historia continuará.

T/ Chevige González Marcó
F/ Agencias-Archivo CO
Caracas