El Che enfocó la crítica de la Economía Política del capitalismo y del socialismo

El Che criticó de manera implacable al sistema capitalista

El Correo del Orinoco continúa la publicación de este importante artículo recomendado por el presidente Nicolás Maduro, en la conmemoración del 50° aniversario del paso a la inmortalidad del Guerrillero Heroico

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El Che fue un implacable crítico del capitalismo como sistema, y de los diversos proyectos que en Nuestra América trataron de presentarlo con un rostro amable y progresista. En ese sentido sobresalen las reflexiones volcadas en el brillante discurso que pronunciara el 8 de agosto de 1961 en la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA celebrada en Punta del Este (1). La reunión había sido impulsada por la Administración Kennedy con dos objetivos: organizar el “cordón sanitario” para aislar a Cuba y lanzar con bombos y platillos la Alianza para el Progreso (Alpro), como alternativa a los ya inocultables éxitos de la Revolución Cubana. En el tramposo marco de esa conferencia el Che no solo refutó las calumnias lanzadas por el representante de Washington, Douglas Dillon, y sus lenguaraces latinoamericanos, sino que también hizo gala de su notable ironía para dejar en ridículo a quienes proponían como panacea universal para América Latina a la Alpro, la “mal nacida”, como la fulminara en su obra el inolvidable Gregorio Selser (2). Anticipándose a una crítica que posteriormente adquiriría generalizada aceptación el Che dirigió sus dardos en contra de los proyectos de desarrollo pergeñados por la tecnocracia internacional del Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial o el FMI, obra de “técnicos muy sesudos” -decía, mientras su rostro se iluminaba con una sarcástica sonrisa- para los cuales mejorar las condiciones sanitarias de la región no solo era un fin en sí mismo sino un requisito previo de cualquier programa de desarrollo. Guevara observó que, en línea con esa premisa, de 120 millones de dólares en préstamos desembolsados por el BID la tercera parte correspondía a acueductos y alcantarillados.

Y añadía: “Me da la impresión de que se está pensando en hacer de la letrina una cosa fundamental. Eso mejora las condiciones sociales del pobre indio, del pobre negro, del pobre individuo que yace en una condición subhumana; ‘vamos a hacerle letrinas y entonces, después que le hagamos letrinas, y después que su educación le haya permitido mantenerla limpia, entonces podrá gozar de los beneficios de la producción’. Porque es de hacer notar, señores delegados, que el tema de la industrialización no figura en el análisis de los señores técnicos (entre los cuales figuraba con prominencia Felipe Pazos, economista cubano que había buscado “refugio” en Estados Unidos ni bien triunfara la revolución). Para los señores técnicos, planificar es planificar la letrina. Lo demás, ¡quién sabe cuándo se hará!” Y remataba su ironía diciendo: “Lamentaré profundamente, en nombre de la delegación cubana, haber perdido los servicios de un técnico tan eficiente como el que dirigió este primer grupo, el doctor Felipe Pazos. Con su inteligencia y su capacidad de trabajo, y nuestra actividad revolucionaria, en dos años Cuba sería el paraíso de la letrina, aun cuando no tuviéramos ni una de las 250 fábricas que estamos empezando a construir, aun cuando no hubiéramos hecho Reforma Agraria”.(3)

El Guerrillero Heroico inspeccionando una fábrica

Al exponer las falacias de la Alpro, mismas que con diferentes imágenes hoy sostienen los ideólogos del neoliberalismo y del libre cambio, el Che atacó también la pretensión de los economistas que presentan sus planteamientos políticos como si fueran meras opciones técnicas. La economía y la política, decía, “siempre van juntas. Por eso no puede haber técnicos que hablen de técnicas, cuando está de por medio el destino de los pueblos”. Al insistir en la inherente politicidad de la vida económica el Che subrayaba una verdad que la ideología dominante ha ocultado desde siempre, haciendo que las opciones de política económica que deciden quién gana y quién pierde, quién se empobrece y quién se enriquece, aparezcan como meros resultados de inexorables ecuaciones matemáticas, “objetivas”, incontaminadas por el barro de la política. Si hoy en la Argentina o Brasil, como en Estados Unidos o Europa, crecientes sectores de la población son arrojados al desempleo o por debajo de la línea de la pobreza mientras que la rentabilidad de las grandes empresas y los salarios de sus máximos ejecutivos se miden en millones de dólares, esto no puede ser adjudicado a ningún factor político sino que es el gélido corolario de un juicio estrictamente técnico. Si el ajuste neoliberal empobrece a los pobres y enriquece a los ricos no es porque se haya tomado una decisión política en contra de los primeros sino porque así lo dicta un argumento técnico, optimizador de los equilibrios macroeconómicos requeridos para el crecimiento de la economía. Solo un espíritu estrecho podría pensar que una tal decisión refleja las prioridades de una clase dominante interesada en promover ese resultado y para la cual es preferible salvar a los bancos antes que salvar a los pobres. Guevara destruyó implacablemente estos argumentos, predecesores de los actuales que hoy resurgen con fuerza en la Argentina de Mauricio Macri y en el Brasil de Michel Temer en donde las ideas que el Che combatió con enjundia en Punta del Este reviven bajo nuevos ropajes pero con las mismas intenciones.

Pero más allá de su crítica a estos proyectos ensayados en Nuestra América el Che sometió al escalpelo de su incisiva inteligencia la burda codificación de la teoría económica de Marx realizada por la Academia de Ciencias de la Unión Soviética y que se plasmó en un “Manual” que, como observara el economista cubano Osvaldo Martínez, se convirtió en los años sesenta en una especie de “Biblia económica” que en la práctica, sustituía a El Capital. Ese “ladrillo soviético” planteaba lo que según sus autores era nada menos que la economía política de la transición al socialismo y perfilaba, en grandes rasgos, los contornos del socialismo desarrollado (4). Huelga decir que dicho texto no era otra cosa que la exaltación del proceso único e irrepetible seguido por la experiencia de la Unión Soviética durante el estalinismo, elevado a la categoría de “modelo” de ineludible implementación por todos los países que iniciaran el escabroso sendero de la revolución socialista. El Che se impuso la tarea de examinar los problemas, falencias y desviaciones de la experiencia soviética –que pasaban inadvertidos para la mayoría de los observadores y militantes- con el “mayor rigor científico posible” y con “la máxima honestidad”. Agregaríamos que, también, con la máxima discreción. Sus críticas a la Unión Soviética, sobre todo a su modelo económico y a la teoría de la “coexistencia pacífica”, eran bien conocidas y compartidas in pectore por Fidel y buena parte de la dirigencia del partido. Pero Fidel, en cuanto Jefe de Estado, no podía decir lo que, una vez desvinculado de sus cargos formales en Cuba –en el partido, en las fuerzas armadas revolucionarias, en el aparato estatal- el Che podía ya decir sin impedimentos. La Cuba bloqueada y agredida, sometida a atentados permanentes y a una ofensiva diplomática, política y mediática brutal tenía demasiados enemigos y no podía darse el lujo de criticar abiertamente a los pocos amigos con los que contaba en este mundo. La URSS lo era, más por razones de conveniencia geopolítica para Moscú que por una genuina identificación con la Revolución Cubana, y hubiera sido un gesto de enorme irresponsabilidad que Fidel, como Jefe de Estado, diera a conocer públicamente su concordancia con las críticas del Che (5).

Es preciso reconocer la coherencia de la actitud del Che y la responsabilidad con que manejó sus críticas porque para ese entonces la URSS era la aliada estratégica –casi diríamos que única- de Cuba y lo último que quería era deteriorar con sus críticas las relaciones de cooperación económica que existía entre ambos países (6). Además, tampoco quería llevar agua al molino del imperialismo con sus críticas al modelo soviético, a diferencia de tantos “izquierdistas de cafetín”, como dice Álvaro García Linera, que en su afán de criticar los procesos emancipatorios en curso en América Latina no dudan un instante en asumir como propias las críticas del imperialismo a aquellas experiencias. Un ejemplo: la absoluta irresponsabilidad con que “infantoizquierdistas” como los trotskistas, autonomistas y anarquistas cantan a coro que “Maduro es una dictadura”, para beneplácito de “la embajada” y la prensa canalla de Argentina y toda América Latina.

Con certera mirada el Che dice algo que es válido, según mi parecer, al día de hoy, a saber: que “la investigación marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente”(7). En línea con esta capacidad de análisis el Che pronostica, precozmente, “que los cambios producidos a raíz de la Nueva Política Económica (NEP) han calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta etapa … (por lo cual) se está regresando al capitalismo”. Tal como ocurriera en otros ámbitos de la vida social y política de la URSS lo que al principió surgió como una imperiosa necesidad, la NEP, poco después se convirtió en virtud y en modelo a emular. Como observa con razón Osvaldo Martínez, de la reflexión guevariana “se desprende la falsedad del mito manualesco sobre la irreversibilidad del socialismo una vez establecido, y la suprema lección de que es en la conciencia y no en el estímulo material de los humanos donde el socialismo puede hacerse irreversible, si esa conciencia se educa y se alimenta con valores de solidaridad.” Tal como él lo estableciera en numerosas ocasiones, la divulgación de esta cosmovisión socialista choca contra cinco siglos en los cuales el capitalismo socializó a la población en sus propios valores individualistas, egoístas, consumistas, y cambiar esa conciencia no es tarea sencilla. “El capitalismo recurre a la fuerza” -dice el Che- pero además educa a la gente en el sistema” ¡y lo viene haciendo desde hace quinientos años!

Producto del economicismo que inficionaba al modelo soviético esa tarea refundacional en materia educativa y cultural, esa “batalla de ideas”, no se pudo hacer en la URSS y, más cercana a nuestra experiencia, tampoco se llevó a cabo en las experiencias emancipatorias o “progresistas” de América Latina a partir de finales del siglo pasado. Frei Betto lo sintetizó magistralmente cuando dijo que por más que aquellas hubieran obtenido significativos logros en la reducción de la pobreza y en otras materias –derechos humanos, democratización de los medios de comunicación, igualdad de género, etcétera- se fracasó en la tarea de crear una nueva cultura y construir ciudadanos. Lo que se construyó fueron consumistas, y ese es uno de los talones de Aquiles de todos estos procesos, sin excepción. Consumistas que, en el plano político, se fueron inclinando progresivamente hacia la derecha en las recientes elecciones. Porque, la historia lo enseña una y otra vez, la otra cara de la ideología del consumismo es el conservadurismo político.

(*) Profesor titular consulto, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Coordinador del Ciclo de Complementación Curricular en Historia Latinoamericana, Universidad Nacional de Avellaneda. Investigador superior del Conicet y director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED).

Notas

(1) “Cuba no admite que se separe la economía de la política”, disponible enhttps://www.marxists.org/espanol/guevara/escritos/op/articulos/puntadeleste/discurso.htm

En las páginas que siguen nos referiremos repetidamente a este texto.

(2) Ver su Alianza para el Progreso. La mal nacida (Buenos Aires: Ediciones Iguazú, 1964)

(3) Op. Cit., p. 16

(4) Cf. Osvaldo Martínez, “Presentación del libro Apuntes críticos de Economía Política de Ernesto Che Guevara” (La Habana, Casa de las Américas: 14 de Junio de 2006)

(5) Por conversaciones sostenidas muchos años después con el Comandante no nos cabe la menor duda que el Che decía lo que Fidel pensaba. Este lo expresó, si bien oblicuamente, cuando la Crisis de los Misiles (Octubre de 1962) y, de manera transparente, mucho después, cuando se derrumbó la URSS ante la total indiferencia de la población soviética, lo que, a su juicio, fue el indicio definitivo de la derrota intelectual, moral y política, no sólo económica, que había sufrido la Revolución Rusa desde hacía mucho tiempo.

(6) Por eso estos “apuntes” recién vieron la luz pública en el 2006, si bien las críticas del Che a la economía soviética eran conocidas por la dirigencia de la Revolución Cubana.

(7) En sus Apuntes críticos de Economía Política el Che incluye varios escritos ocasionales anteriores. Entre ellos el prólogo que, con el título de “La necesidad de este libro”, escribiera para el libro de Orlando Borrego Che, El camino del fuego (Buenos Aires: Editorial Hombre Nuevo, 2001). El pasaje al cual refiere esta nota está planteado en aquel prólogo y reproducido textualmente en sus Apuntes. Ver: http://www.rebelion.org/hemeroteca/cultura/che041101.htm

T/Atilio Borón
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