El Dylan desmonta la falsa moral sobre la diversidad sexual

La intolerancia y el derecho a ser quien desees, son los ejes centrales en la pieza chilena del Teatro La Mala Clase, El Dylan, pieza incluida en la programación de la octava edición del Festival Internacional de Teatro Caracas 2019.

La obra se inspira en una historia real de un chico transgénero llamado el Dylan, quien en su proceso de convertirse en mujer fue asesinado en 2014, a puñaladas, muy cerca de su casa en la población La Ligua.

El montaje intercala distintos episodios y situaciones que viven, presencian o cuentan varios personajes que tuvieron contacto con el Dylan, un joven que sufre desde niño por la discriminación y la homofobia, mientras construye su camino para ser quien desea ser, según lo relatan en la obra, de manera dinámica, sus seres queridos.

La puesta en escena utiliza una escenografía sencilla y con pocos artilugios, donde tan solo cinco actores, ninguno de los cuales es el Dylan, van perfilando al personaje central.

Todos con el mismo vestido en distintos cortes, con zapatos de charol y chaquetas negras, desarrollan los múltiples personajes entre los que se cuenta la madre del muchacho, una amiga que conoce del circo, dos maestros y un conductor de televisión, entre otros.

Igualmente este relativamente reducido equipo interpretan a los vecinos mayores, tal vez los más patéticos y desconcertantes en esta historia, que siempre están pendientes de las entradas y salidas de la casa del muchacho asesinado.

En poco más de una hora esta historia fluye desde la visión de cada personaje, donde se aprecian los que se lavan las manos como Poncio Pilatos, los hipócritas y muchos «pisapasitos» que al final sacan las garras para finalmente dejar al descubierto la falsa moral de una sociedad supuestamente tolerante, pero tan responsable del asesino del joven como de quienes lo apuñalaron.

El texto en su estructura narrativa recuerda la Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, donde varias personas tienen su visión de un asesinato.

La actuaciones de Bosco Cayo, también autor de la pieza, Juan Pablo Fuentes, Paulina Giglio, Jaime Leiva y Mónica Ríos son fundamentales en esta propuesta que se basa principalmente en el trabajo corporal, el histrionismo y cambios de voz para marcar la diferencia entre los personajes plasmados en la obra.

El resto de la ficha técnica está compuesta por el diseño de iluminación y espacio escénico a cargo de Rodrigo Leal; vestuario de Felipe Olivares; realización escenográfica de Macarena Ahumada y el Equipo Checoslovaquia; la realización vestuario es de Susana Arce; música de Fernando Milagros; técnico de montaje, Javier Salamanca, todo bajo la producción de Francesca Ceccotti.

«Esta obra es la búsqueda de un renacer. Es el relato de un niño que quiere ser una niña. Vemos su infancia, su adolescencia y el punzante paso por una sociedad que teme y discrimina lo desconocido. A través del texto de Bosco Cayo nos propusimos como grupo tomar conciencia de las trampas de nuestro propio lenguaje, jugar escénicamente a difuminar ciertos bordes para dar cuenta de identidades móviles y en constante construcción, quisiéramos reflexionar teatralmente sobre la galaxia infinita que significa el devenir de nuestro propio cuerpo. El Dylan es para nosotros un grito: ¿Hay alguien aquí como yo? El eco de esa pregunta retumba en nosotros y quisiéramos compartirla con nuestros jóvenes espectadores», mencionó la directora de la compañía Teatro La Mala Clase, Aliocha de la Sotta”, citada en una reseña de la obra.

T/ Eduardo Chapellín
F/ Archivo
Caracas