El Estado comunal y la confederación de toparquías

Tal día como hoy domingo 28 de octubre pero de 1769 nace en Caracas el Maestro Simón Rodríguez. Es decir, cumple 249 años. Acá va mi humilde regalo al hombre más extraordinario del mundo

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El 13 de diciembre de 2010 se firmó la Ley Orgánica de la Comunas con la finalidad de activar esta entidad local para que las ciudadanas y los ciudadanos en el ejercicio del poder popular ejerzan el pleno derecho de la soberanía y desarrollen la participación protagónica mediante formas de autogobierno para la edificación del Estado comunal, en contrapartida del Estado liberal burgués. Este instrumento jurídico define el Estado comunal como: “… la forma de organización político-social, fundada en el Estado democrático y social de derecho y de justicia establecido en la Constitución de la República, en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo, a través de los autogobiernos comunales, con un modelo económico de propiedad social y de desarrollo endógeno y sustentable, que permita alcanzar la suprema felicidad social de los venezolanas y venezolanos en la sociedad socialista”.

La fórmula del Estado Comunal es la fracción formada por la suma de una economía social más una educación popular, ambas sobre un Gobierno popular, elevada al exponente cultura.

Para la construcción colectiva del Estado comunal se requiere un gobierno popular descolonizador que haga de la educación popular fundamento de su praxis revolucionaria para formar esas ciudadanas y ciudadanos que, a través de la economía social, tomen las riendas de los medios de producción.

Para Simón Rodríguez el mejor Gobierno es una confederación de toparquías, entendiendo estas como el poder de la gente de cada lugar que se plantea resolver necesidades concretas a partir de las potencialidades de cada espacio preciso. Para el autor de Luces y virtudes sociales “el producto de la tierra es la mejor hipoteca”.

Desde que el comandante Hugo Chávez crea el 12 de septiembre de 2004 el Ministerio del Poder Popular para la Economía Comunal -que pasa a llamarse el 3 de marzo de 2009 Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Movimientos Sociales y asume algunas funciones del desaparecido Ministerio del Poder Popular para la Participación y Protección Social creado el 12 de julio de 2005- las comunas han tenido mayor eficiencia en las zonas rurales.

La explicación de esto la da Simón Rodríguez: “… si los americanos quieren que la revolución política que el curso de las cosas ha hecho, y que las circunstancias han protegido les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos -de ellos pasarán a los talleres de las pocas artes que tienen- y diariamente notarán mejoras, que nunca habrían conseguido empezando por las ciudades…”.

Economía social

La economía no debe ser una herramienta de guerra. Su esencia debe ser la utilidad social. Su tarea debe ser abonar el terreno para satisfacer las necesidades del pueblo. Entre estas, explica Simón Rodríguez, destacan las básicas: “… darle comida al hambriento, vestido al desnudo, posada al peregrino, remedios al enfermo y alegría al triste”. Satisfacer estas necesidades exige producir los bienes y servicios que el pueblo requiere, sobre todo las grandes mayorías históricamente explotadas.

Todo proceso de transformación social debe comenzar, dice Simón Rodríguez, “…por la economía social, con una educación popular, reduciendo la disciplina propia de la economía a dos principios: destinación a ejercicios útiles y aspiración fundada a la propiedad…”.

Con el primer principio se capacita en programas nacionales socioproductivos que no desvinculen el saber y el trabajo. Son programas que propician la generación de la riqueza nacional y el bienestar social, estimulando en jóvenes el estudio en áreas de producción esenciales para el país.

Sobre esto dice Rodríguez: “… La sociedad es un comercio de servicios mutuos o recíprocos. Para ser sociable, es menester ser útil a sus consocios, y para ser útil es menester haber aprendido a serlo”.

El segundo principio parte del convencimiento de que todas las personas tienen derecho a la propiedad de los medios de producción y, por tanto, al disfrute de sus beneficios. Es la antítesis del pensamiento del Estado Liberal burgués que basa su estructura cultural en la frase dime cuánto tienes y te diré quién eres, germen de la desigualdad social, ya que solo los sectores minoritarios de la sociedad se han enriquecido gracias a la fuerza de trabajo de los esclavizados africanos primero y de la clase obrera luego.

Rodríguez redacta un proyecto de ley en el que entiende que solo a un Gobierno popular le “…toca dirigir los establecimientos industriales que se hagan en el territorio porque solo él debe considerar las conveniencias económicas, civiles, morales y políticas de la industria”.

Educación popular

Simón Rodríguez es más que el primer ministro de Educación de Bolivia. Simón Bolívar lo nombra en 1825 “Director General de Minas, Agricultura y Caminos Públicos” y “Director General de Enseñanza Pública, de Ciencias Físicas, Matemáticas y Artes”. En la evaluación que hace, observa que “… los doctores americanos no advierten que deben su ciencia a los indios y a los negros: porque si los señores doctores hubieran tenido que arar, sembrar, recoger, cargar y confeccionar lo que han comido, vestido y jugado durante su vida inútil… no sabrían tanto: … estarían en los campos y serían tan brutos como sus esclavos”.

El plan de Educación Popular de Rodríguez está transversalizado por cuatro ejes íntimamente relacionados: la descolonización, “…con el mayor descaro se habla ya, en nuestras tertulias, de la llegada de una Colonia de Maestros, con un cargamento de catecismitos sacados de la enciclopedia por una sociedad de gentes de letras en Francia, y por hombres aprendidos en Inglaterra”; la sensibilidad social, “…es menester ser muy sensible para convertir el mal ajeno en propio”; la topofilia, “…la verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo” y, la conciencia de clase, “…todos huyen de los pobres, los desprecian o los maltratan, alguien ha de pedir la palabra por ellos”.

Estos ejes van dirigidos a cuatro puntos cardinales: formar los corazones para la libertad, la justicia, lo grande, lo hermoso, y a cuatro componentes praxiológicos: “…instrucción social para hacer una nación prudente, instrucción corporal para hacerla fuerte, instrucción técnica para hacerla experta e instrucción científica para hacerla pensadora”.

Rodríguez está consciente de la colonización cultural que desde 1492 nos desdibujó. Él sabe que el 11 de octubre de ese año éramos y al siguiente nos dijeron que ya no éramos. Cien millones de mujeres, hombres y niños del continente Abya Yala fueron asesinados por no ser. Los sobrevivientes debíamos convertirnos en el otro para ser, y cuando intentamos convertirnos en ese otro, y no lo logramos, porque obviamente no somos ellos, se nos olvidó cómo somos.

Rodríguez luchará toda su vida por devolvernos el ser. Para ello propone una transformación curricular a fondo.

Cambiar los contenidos que nos impuso la Corona española por aquellos que nos enseñan a ser lo que somos es una tarea urgente del Gobierno: “…Más cuenta nos tiene, entender a un indio que a Ovidio”.

Para Rodríguez “… tratar con las cosas es la primera parte de la educación y tratar con quien las tiene es la segunda. Tómese, de paso, por máxima, según este principio, que más aprende un niño, en un rato, labrando un palito, que en días enteros, conversando con un maestro que le habla de abstracciones superiores a su experiencia”. Estas abstracciones eurocéntricas nos enajenan.

Rodríguez criticará a los gobernantes y los conmina a que estudien sus libros Sociedades americanas y la Defensa de Bolívar y en forma irónica les dice: “… olviden que son obras de un americano, o bórrenles el nombre y pónganles John Krautcher, Denis Dubois o Pietro Pinini, miembros de todas las academias”, pero léanlos, carajo.

Cultura

Cuando la fracción formada por la economía social más la educación popular sobre un gobierno popular, la elevamos al exponente cultura, es decir, multiplicando muchas veces esta fracción por ella misma, logramos la construcción colectiva del Estado comunal.

Para Rodríguez la cultura es “… el hábito de todos los pliegues y colores en el que mujeres y hombres, hermanados, enseñan de palabra y de obra y cantan el catecismo social con los pueblos”. Tal hermanamiento no es posible si “¡entre tantos hombres de juicio, de talento, de algún caudal, como cuenta la América! . . . ¡entre tantos bien intencionados! . . . ¡entre tantos patriotas! . . . no hay uno que ponga los ojos en los niños pobres”.

Rodríguez implora: “… dénseme los muchachos pobres o dénseme los que los hacendados declaran libres al nacer o no pueden enseñar o abandonan por rudos; o dénseme los que la inclusa bota porque ya están grandes o porque no puede mantenerlos o porque son hijos legítimos”. En ellos, entiéndalo, “… está la industria que piden, la riqueza que desean, la milicia que necesitan, en una palabra. . . la Patria”.

Un 28 de octubre pero de 1769 nace en Caracas el Maestro Simón Rodríguez. Es decir, cumplió 249 años. Acá va mi humilde regalo al hombre más extraordinario del mundo.

¡Feliz cumpleaños! ¡Rodríguez vive!

T/ Alí R. Rojas Olaya
I/ Edgar Vargas
F/ Archivo CO