El final de los finales

POR: JIMMY LÓPEZ MORILLO

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Los oráculos de esquina, bares, bodegas, vagones del Metro, camioneticas y afines, vaticinan, con precisión ramosallupiana, freddyguevariana, julioborgiana, que el último suspiro de la Revolución Bolivariana está cerquita. “Ya los gringos se arrecharon y vienen en camino”, se relamen con solemnidad, mientras acarician el sueño de ver caer las bombas solo-mata-chavistas con quirúrgica mortalidad.

“…Ya Julio Borges se lo dijo a Maduro: Tienes los días contados. Algo debe saber él, porque tú sabes que tiene línea directa con Trump”, se esponjan, frente a su audiencia enajenada, complacida de cuanto ha de suceder para salir definitivamente del rrrrégimen, si bien seguramente no es el gobierno el que les cobra a 60 bolos la unidad y a mas de un millón la caja, de las cervezas que se están tomando mientras escuchan la “conferencia” del iluminado de turno. Borges, por cierto, tras soltar su amenaza, pegó la gran carrera y se fue a ejercer su oficio predilecto: urgir en el exterior invasiones contra Venezuela. Su familia, hace raaato está fuera del país.

Entre tanto, el dueño de una bodega lee, como una sentencia, los nuevos precios que le ha entregado el distribuidor de los productos. Semanalmente, es el nuevo método de tortura contra los consumidores. Ninguno de los rubros dice “marca Nicolás”, “Made in Miraflores”, pero en las redes y medios de derecha –que jamás han mentido, Dios los libre- aseguran que eso es culp’e Maduro, como antes era culp’e Chávez, porque aquél es tan pendejo como para propiciar la criminal escalada de los precios, con el fin de que lo tumben.

Al mismo tiempo, esa cosa llamada MUD anuncia, por órdenes superiores, su deserción de las elecciones presidenciales del 22 de abril y reta al presidente Nicolás Maduro “a medirse contra el pueblo”, sentenciando con absoluto desprecio que los chavistas no somos pueblo. En la misma acera, Edgar Zambrano lloriquea que AD fue víctima de sus “enemigos históricos” en la colcha de retazos opositora, donde repudiaron la candidatura del inefable Henry Ramos Allup, quien así pierde su último autobús presidencial. Ellos, los adecos, quieren ir a los comicios, pero no los dejan, por eso ponen el juego bajo protesta.

Mientras los oráculos de esquina siguen preconizando el final de los finales, creyendo a pies juntillas cuanto dicen sus valientes líderes -prestos a montarse en un avión tan pronto suene el primer triquitraque-, miles y miles, millones, hacen colas para obtener su carnet del PSUV.

Y ayer se desbordaron para acompañar a Nicolás en la inscripción de su candidatura presidencial. Uno de los presentes, recordando vaticinios apocalípticos, con una sonrisa patriota, roja-rojita, preguntó: ¿ “Quién dijo miedo?”.

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Caracas