El gasoducto Nordstream 2 enfría aún más la relación entre Merkel y Trump

La falta de conexión entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la canciller alemana, Angela Merkel, parece no tener solución. Trump ha criticado ostensiblemente la decisión que tomara la canciller de facilitar la llegada a Alemania de 1,5 millones de demandantes de asilo a su país en la crisis de los refugiados de 2015 y 2016. El inquilino de la Casa Blanca también suele reprochar a la Alemania de Merkel, por ejemplo, la insuficiente contribución germana a las arcas de la OTAN.

Ideas de Trump como la de subir aranceles a productos industriales extranjeros – como los que fabrica la potente industria alemana del automóvil – tampoco juegan en favor de la relación entre el presidente estadounidense y la canciller germana. Económicamente, sin embargo, el proyecto que mejor representa la falta de sintonía entre Merkel y Trump es el Nordstream 2. «Este proyecto se ha convertido en el último tema que está poniendo de manifiesto la fría relación entre Trump y Merkel», dice a eldiario.es Jason Bush, analista en Londres de la consultora internacional Eurasia Group.

El Nordstream 2 es un gasoducto de unos 1,200 kilómetros en construcción contra el que toda la administración Trump parece en pie de guerra. Merkel y otros notables de la política germana defienden a ultranza el proyecto pese a que genera críticas en otras capitales europeas.

La Unión Europea y Estados Unidos no han cedido en su política de sanciones contra Rusia por su comportamiento en el conflicto del este de Ucrania. Sin embargo, esas sanciones no han limitado los planes de abastecimiento de gas que quiere implementar la Cancillería Federal de Alemania gracias al Nordstream 2.

En la última Conferencia de Seguridad de Múnich, cita internacional que figura en las agendas de quienes velan por la paz mundial, Merkel apuntaba en febrero que si en tiempos de la Guerra Fría Alemania ya había disfrutado del gas procedente de Rusia, no hay motivo para no seguir adquiriendo recursos energéticos rusos. «No sé por qué ahora tendría que ser peor y no podemos decir: ‘Rusia sigue siendo un socio'», decía la canciller en Múnich. Y tanto, los casi 10.000 millones de euros que cuesta el Nordstream 2 los asumen a partes iguales, por un lado, la empresa energética rusa Gazprom y, por otro, un grupo de compañías europeas del sector en el que las firmas alemanas juegan un papel especialmente relevante.

Así, en el Nordstream 2 participan las empresa germanas Wintershall –una filial del BASF – y Uniper –una compañía de E.ON. A ellas se suman la francesa Engie, la austriaca OMV y la britanico-holandesa Shell. Cuando empiece a funcionar, el gasoducto se estima ahora que traerá a suelo germano pasando por el mar Báltico no menos de 55.000 millones de metros cúbicos de gas anuales.

En Washington, sin embargo, hay una cierta disposición a torpedear el gasoducto. Prueba de ello es que Trump diga que sopesa aplicar sanciones contra el Nordstream 2. «Es algo en lo que pienso», dijo Trump hace unos días en la Casa Blanca, aludiendo a las sanciones. Trump hacía esas declaraciones mientras recibía al presidente polaco Andrzej Duda, cuyo país es otro de los grandes rivales que le han salido al Nordstream 2 en Europa.

Polonia, Eslovaquia y los países bálticos se oponen claramente al gasoducto, un proyecto que recientemente ha generado las reticencias de Francia y Reino Unido. El presidente estadounidense sabe de las divisiones europeas en lo que toca el Nordstream 2 y tal vez por eso agitaba junto a Duda las amenaza de las sanciones.

Sanciones de Trump, represalias alemanas

«Nosotros protegemos a Alemania de Rusia, y, sin embargo, Rusia recibe miles de millones de Alemania», señalaba Trump junto a su homólogo polaco a cuenta de los planes energéticos germano-rusos. Bush, el analista de Eurasia Group, ve en las amenazas de sanciones estadounidenses un «farol». «En Estados Unidos llevan ya dos años hablando de sanciones y nunca pasa nada. Es como el cuento de Pedro y el lobo. Cuando gritas tantas veces que viene el lobo, al final pierdes credibilidad», apunta Bush.

«Los enemigos del Nordstream 2 están poniendo sobre la mesa dos argumentos. A saber, que los países europeos no deberían hacerse más dependientes del gas de Rusia, porque Rusia no es fiable dado que está actuando en contra de los intereses europeos y de Estados Unidos en Ucrania, Georgia y Siria», explica por su parte a eldiario.es Marcel Dirsus, experto del instituto para Política de Seguridad en la Universidad de Kiel. «El segundo argumento es que un proyecto que evita el tránsito de gas ruso por Polonia y Ucrania fortalece a Rusia frente a estos dos países. A los europeos nos conviene fortalecer a Ucrania frente a Rusia en favor de una Ucrania próspera y democrática», abunda Dirsus.

Los valedores alemanes del gasoducto están más que dispuestos a defender un «proyecto puramente económico», según los términos con los que se describe en Berlín el Nordstream 2. Tanto es así que el diario económico estadounidense The Wall Street Journal ha dado cuenta de que en la capital alemana los hay incluso que, en caso de haber sanciones contra el Nordstream 2, se replantearían a modo de represalia otros proyectos energéticos germano-estadounidenses. Porque, paralelamente al Nordstream 2, se supone que Alemania va a construir en su territorio instalaciones para recibir gas líquido de origen estadounidense.

Trump, un político tóxico que genera tensión

«Trump está utilizando el Nordstream 2 para presionar a Alemania y hacer así que Alemania acabe comprometiéndose a importar más gas natural procedente de Estados Unidos», opina Bush. «Puede que todo esto responda a una táctica negociadora de Trump. Pero así se acaba generando tensión», añade el analista de Eurasia Group. Para Dirsus, la tensión que se vive a cuenta del Nordstream 2 entre Estados Unidos y Alemania «es una lástima».

«Alemania es especialmente dependiente respecto a Estados Unidos en materia de seguridad, y económicamente Estados Unidos es uno de los principales socios de Alemania», recuerda el investigador de la Universidad de Kiel, en el norte germano.

Trump, en este contexto, se ha convertido a su entender en alguien «tóxico» para la política en Alemania debido a la «extraordinaria impopularidad» del presidente estadounidense entre la población germana. «Lo que yo creo que va a pasar de ahora en adelante es que un número creciente de políticos alemanes tratará de plantar cara a Trump para ganar votos», sostiene Dirsus. Eso probablemente suponga buenas noticias para el Nordstream 2.

F/eldiario.es
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